Lo que ha permanecido de la cultura azteca es una combinacuón de algunas costumbres del pasado con las ensañanzas de los frailes del siglo XVI. Pero no hay duda de que las características esenciales de la raza han persistido, debido a que el conquistador español practicó el mestizaje, nunca aisló al indígena en <<reservas>>. Este mérito se debe atribuir, en una gran parte, a la imposición de la Iglesia y, además, a la sangre caliente de los latinos. Con el simple hecho de recorrer la capital mexicana, es posible encontrar las huellas de los aztecas en los rostros, la corpulencia y las maneras de moverse de muchos hombres y mujeres.
Si queremos ponernos trágicos, sólo hemos de reconocer una verdad indiscutible: el indígena mexicano ha llevado, en esencia, el peso de toda la prosperidad de su país, sin que haya obtenido la recompensa que se merecía. Es verdad que fueron indígenas Benito Juárez, el gran libertador del país, el alma de la independencia. También formaron parte de esta raza Zapata, Villa y Díaz, al que se considera el más grande de los dictadores. Adémas, llevaba sangre azteca en sus venas el presidente Lázaro Cárdenas, que se entregó a una empresa sobrehumana para liberar de la esclavitud a los indígenas.
Vaillant aporta más datos:La artesanía de México es producto de las manos indígenas. Humildes artesanos se han transmitido, de generación a generación, el amor al pasado y a sus tradicciones. Este fondo, como el de la estructura social del pueblo, quedó ilustrado en el Renacimiento Mexicano, cuando, durante la Revolución, pintores del país, como Orozco, Rivera y Goitia, entre otros, y extranjeros como Charlot, se dieron cuenta del trasfondo nativo americano de México. Nada tiene que ver que el arte mexicano sea técnicamente una derivación del europeo. Social y emocionalmente hablando, es uno de los cuatro artes nacionales verdaderos que existen en el mundo en la actualidad.