Temor espiritual y descubrimiento de la justificación por la fe

Por aquel entonces, el gran miedo espiritual de Lutero respecto a su salvación comenzó a crecer de forma alarmante. El nuevo profesor de Wittenberg trabajaba y se mortificaba sin descanso, buscando en la Biblia alguna garantía respecto a la salvación de su alma. Creía sinceramente que la intercesión de la Iglesia, la compra de indulgencias y el llevar una contabilidad continua de méritos y pecados no servían frente a Dios, ya que seguía viéndose como un pecador. Lutero reflejaba ese conflicto espiritual tan típico de su época pero elevado a la máxima expresión. Tenía una honda preocupación personal por la que se debatía entre el miedo a la condenación eterna y el anhelo de la salvación, la lucha entre las tentaciones del Diablo y la llamada de Dios desde el Paraíso. Fue este miedo al Infierno y a Satanás lo que le llevó a ingresar en la vida monástica, lo que impulsó su lucha por obtener la Gracia divina y lo que le alejó más tarde de la Iglesia católica.

Algo muy característico de la doctrina luterana y de la época medieval era la creencia en la presencia constante del Maligno. Lutero creía que Dios y el Demonio luchaban por poseer su alma constantemente y que ambos le probaban.  El diablo se le aparecería a lo largo de toda su vida bajo múltiples formas, normalmente animales, como jabalíes, serpientes, perros o cerdos. Según Conde, en una de sus frecuentes crisis, Lutero dejó constancia de las tentaciones del Diablo: “Satán me hostiga… Satán y sus ángeles me hacen mucha guerra… Satán quiere que descienda con él a los infiernos… Satanás está furioso contra mí…”. Combatía con él mediante el canto y la música, actividad a la que dedicó cierta atención, evidenciado en la redacción de un tratado sobre música religiosa y en la composición de numerosos cantos religiosos. La Biblia fue, en realidad, su mayor arma durante las frecuentes crisis espirituales y frente a sus opositores religiosos, la base sobre la que fundamentó su fe en la salvación eterna.

En base a este miedo, Lutero formuló la clave de su Reforma religiosa: la justificación por la fe. El profesor nos relata él mismo qué sintió cuando halló la puerta de su salvación en la Epístola a los Romanos de San Pablo (capítulo 1, verso 17): “Meditaba día y noche, hasta que descubrí la concadenación entre la justicia de Dios y la afirmación ‘el justo vivirá por la fe’. Entonces comencé a comprender que justicia de Dios significa aquella justicia por medio de la cual Dios, por su pura gracia y misericordia, nos justifica. Así me sentí renacer y me pareció que había entrado en el Paraíso a través de puertas abiertas de pan en par. Toda la Escritura adquiría un nuevo significado, y mientras antes la ‘justicia de Dios’ me resultaba odiosa, ahora me resultaba dulcísima y amable”. El razonamiento básico de la Reforma de Lutero era el siguiente. El hombre es siempre pecador ante Dios dado que su naturaleza está corrompida. Las buenas obras y los remiendos que ofrecía la Iglesia no bastaban para eliminar dicha naturaleza. El fiel podía pasarse toda su vida realizando buenas obras pero éstas eran inútiles para la salvación porque respondía a un criterio humano de justicia y no divino. Aquel que apelara a la Justicia de Dios tenía que reconocer su condición pecadora y abandonarse a la misericordia de Dios por medio de la fe. Y Dios, que aunque pueda parecer severo, en el fondo es compasivo, salvaba al creyente que había sido elegido para ello porque Cristo murió en la cruz precisamente para redimir a todos los hombres y cargar con sus pecados.

Imagen: Blog Apocalipsis 13: http://apocalipsis13.blogspot.com/2010/09/fe-en-accion.html


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