Si por algo fue conocido Lutero fue por el duro ataque que realizó contra las instituciones fundamentales de la autoridad religiosa cristiana: la Iglesia romana, el Papado y las órdenes monásticas. Como indica Febvre, muchas de sus ideas ya habían sido apuntadas por otros teólogos, por lo que la agresividad de la persecución religiosa de Lutero no fue debida a la herejía del profesor. La causa principal, que ya apuntó Erasmo, era que Lutero había tocado “la corona del Papa y el vientre de los monjes”, el fundamento ideológico de la preeminente posición de las instituciones religiosas. Otra causa básica también fue indicada por von Hutten al ver en Lutero a un alemán que atacaba a Roma por su injerencia política y por los abusos socioeconómicos cometidos contra los feligreses alemanes. Por ello, Roma se negó a aceptar cualquier tipo de matización o crítica. No había lugar para el debate teológico ya que sólo había dos respuestas posibles: o estaba con la Iglesia o contra ella. Ante esta situación, las posibilidades de una Reforma pacífica eran nulas, por lo que los planteamientos en contra de las instituciones religiosas de poder se irán radicalizando con los años.
Años antes de que fuera conocido por la polémica de las indulgencias, en sus Disertaciones sobre los Salmos (1513-1515), el futuro reformador había criticado la Iglesia y del monaquismo. Afirmaba que “en toda la Iglesia el espíritu se ha debilitado y abundan los pecados”. No obstante, para el profesor ese no era su mayor pecado. La mayor injuria llevada a cabo por obispos, sacerdotes y doctores era que “no producen la verdadera semilla, ni en su intención ni en los hechos, sino que tejen telas de araña hechas de opiniones, preguntas y tonterías”. Con sus disputas escolásticas sobre temas inútiles, los clérigos descuidaban su función más importante: servir a los cristianos aliviándoles sus preocupaciones espirituales y ayudándoles a interpretar correctamente las Escrituras para que así pudieran obtener la paz interior durante la vida y la salvación tras la muerte.
En 1520 publicó su primer ataque importante contra el Vaticano: Sobre el papado romano. Su tesis principal decía que “la cristiandad, que es la sola Iglesia verdadera, no puede ni quiere tener un jefe en la tierra, ni por nadie en la tierra puede ser gobernada, ni por papa, ni por obispo, porque únicamente Cristo en el cielo es el Jefe y Él solo gobierna…”. El Papa sustentaba su autoridad en la histórica primacía de san Pedro en la Iglesia fundacional pero Lutero consideraba que las llaves de la Iglesia le fueron dadas a San Pedro, no en exclusividad, sino como representante de la comunidad cristiana. Además, justificándose en las Escrituras, Martín afirmaba que tanto los papas como los obispos tenían la obligación de someterse a los postulados de la Biblia porque Cristo no hacía distinción entre los fieles. Por su parte, Conde sostiene que el tema central es más político-social que teológico. Lutero negaba el principio papal de la superioridad del poder espiritual sobre el temporal y añadía unos consejos para reformar la Iglesia: reducir los impuestos eclesiásticos, limitar las numerosas festividades religiosas a únicamente los domingos, impulsar una mendicidad auténtica entre las órdenes, reducir el fasto de los altos clérigos, reformar la educación en las universidades, permitir el matrimonio de los sacerdotes, impedir la usura, prohibir que la Iglesia interviniera en asuntos políticos y eliminar las indulgencias y las peregrinaciones a lugares sacros.
La siguiente obra importante que Lutero publicó en 1520 fue El manifiesto a la nobleza cristiana de la nación alemana. Lutero creía sinceramente que el Anticristo se había adueñado del gobierno de la Iglesia y, por ello, realizaba un llamamiento a la nobleza para que actuara frente a Roma. Defendía que la Verdad de las Escrituras había sido subordinada a la mentira impuesta por el papado. Por ello, el poder espiritual debía estar subordinado en el ámbito secular al poder temporal de los Estados laicos y del Emperador. En el ámbito religioso, Lutero defendía algunas de sus doctrinas más básicas respecto a lo que debía ser la verdadera Iglesia. Sostenía su principio del sacerdocio universal y reivindicaba el derecho individual de los cristianos a leer la Biblia. Las Escrituras podían ser interpretadas por todos aquellos que tuvieran “verdadera fe, el espíritu, la comprensión, la palabra y la mente de Cristo”. También negaba la pretensión de que únicamente el Papa pudiera convocar un concilio general ya que esta potestad debía recaer en el Emperador. Por otro lado, Lutero se mostraba muy crítico con todos los abusos que demostraba la Jerarquía eclesiástica en el gobierno espiritual de la cristiandad. En general, condenaba la fastuosidad de la curia romana y la avaricia de los cardenales, que suponían la base de la explotación económica romana del territorio alemán. Para ponerle fin, el profesor incluía una serie de medidas reformistas de la Iglesia, muchas de las cuales ya había apuntado anteriormente: la abolición de la recaudación del diezmo, de la compra-venta de beneficios eclesiásticos, de toda la corte pontificia y de los actos aduladores respecto a la figura del Papa. También la eliminación de la labor de interdicción y de la excomunión por parte del clero. Aconsejaba al Papa renunciar al poder temporal para dedicarse en exclusiva a su auténtica función de oración y de predicación de la Palabra de Dios. Además, los párrocos debían ser escogidos por las autoridades seculares de las ciudades.
En el ámbito económico y social, el reformador también hizo algunas proposiciones. Defendía la abolición del comercio de las especias, símbolo del lujo y de la decadencia; también condenaba el alcoholismo y la relajación de las costumbres de los fieles alemanes; un plan de auxilio social para paliar la mendicidad; y, finalmente, una ofensiva contra la usura que estaba personificada por el poder financiero y especulativo de los Fugger. En opinión de Atkinson, en el fondo, Lutero buscaba la abolición plena del poder papal sobre el Estado, la creación de una Iglesia alemana y una reforma religiosa y ética de toda la Cristiandad. Esto último es importante porque, pese a que la obra está dedicada al pueblo alemán, las medidas que proponía afectaban a todo el continente. Si Lutero acabó limitando sus reivindicaciones al territorio germánico no fue porque desdeñara la suerte del resto de los creyentes sino porque las circunstancias políticas le obligaron a ello. Además, hay que resaltar que Lutero no pretendía ser un reformador ya que, a su juicio, sólo Dios podía emprender una reforma religiosa auténtica. Sus medidas reformadoras no eran fruto de una decisión infalible y última, sino que formaban parte de una labor de mejoramiento que se nutría de la experiencia política y del conocimiento profesional de Lutero. El sentido de “reforma” entendido por Lutero era el de “mejoramiento terreno” según Oberman, dado que en el ámbito espiritual sólo Dios podía cambiar las cosas.
Poco después, Lutero escribió otra obra destinada a iniciar un debate entre teólogos. Su texto De la libertad del cristiano fue pensado por Lutero como el último intento de reconciliarse con el Papa. De hecho, Lutero se la enviaría a León X junto a una carta. En la misma, se mostraba sumiso con el pontífice pero muy crítico con la curia romana, a la que calificaba como “una cueva de ladrones y rufianes donde el Santo Padre moraba como un cordero entre lobos”. Sin embargo, casi al mismo tiempo, se hizo pública la bula Exsurge Domine, que condenaba los escritos de Lutero. Por tanto, ya no había posibilidad de una vuelta atrás y Lutero tomaría la figura del Papa como su principal enemigo: el Anticristo. En su obra Contra el falsamente llamado estado eclesiástico del Papa y de los obispos (1522), Lutero atacaría nuevamente a la autoridad eclesiástica, afirmando que no procedía de Dios ya que todos los cristianos eran sacerdotes mediante el bautismo. Como la Iglesia no era divina, no tenía razón de ser, por lo que Lutero ya instaba a los creyentes para que la eliminaran por el bien de la cristiandad. La ruptura con el Papado se había consumado y Lutero caminaba ahora hacia la creación de una nueva Iglesia limitada a los territorios del Sacro Imperio.
Para finalizar, Lutero también realizó un duro ataque contra las órdenes monásticas. En sus Disertaciones sobre los Salmos (1513-1515), condenaba a los monjes acusándoles de ser “judíos” y “herejes” porque pretendían ser justificados por sus actos y no por la muerte de Cristo. Consideraba que, mientras que los auténticos creyentes eran conscientes de que sólo mediante la obediencia y la fe en Dios podían salvarse, los monjes habían ideado una justicia propia para evitar que el nombre de Cristo fuese invocado por encima del suyo. Según esta falsa justicia, no era la muerte de Cristo lo que redimía a los hombres sino sus propios méritos de humildad. Ello les confería una superioridad moral respecto a los seglares que les reportaba el convencimiento de su futura salvación. Sin embargo, según Lutero, “cada hombre que piensa que está por encima de otros es un hombre que niega a Cristo”. Precisamente, es esa falsa humildad lo que Lutero condena porque la auténtica humildad requiere que el fiel desconfíe constantemente de sí mismo: de su juicio, de su entendimiento y de su voluntad. Sólo confiando todo su ser a Dios puede ser capaz de verse libre de pecado. Únicamente aquel que es verdaderamente humilde se halla más cerca de la verdad. Los monjes, al ser orgullosos, obstinados, supersticiosos, rebeldes y desobedientes, son los que más lejos están de ella y, consecuentemente, de la salvación. Años más tarde, el reformador radicalizó sus planteamientos en Sobre los votos monásticos (1521-1522). Lutero aseveraba que el convento era el sitio donde mayor riesgo tenía el alma de acabar condenada porque el Demonio se había infiltrado entre sus muros. Además, defendía que la existencia de los conventos como tales no tenía precedentes en las Escrituras o en los escritos de la Iglesia primigenia. Por último, como ya se ha comentado, condenaba su voto de celibato, afirmando que era una práctica antinatural, imposible de cumplir por los seres humanos y que impedía a las mujeres tener más hijos. La difusión de esta obra causó que muchos regulares abandonaran sus órdenes y abrazaran el protestantismo.
Imagen: Fotografía del actual Papa Benedicto XVI. Página Contralobos: http://contralobos.over-blog.es/article-benedicto-xvi-visitara-la-iglesia-luterana-de-roma-45234152.html