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Un viaje al Parnaso con escala en Nápoles

Durante los cinco años y medio de estancia en Italia, Miguel de Cervantes permaneció largos periodos de tiempo en la capital de la Campania. Según la mitología griega, Nápoles se levantó allí donde el mar arrojó a la sirena Parténope, desdeñada por Ulises. Los colonos griegos, quizás de Rodas, pudieron haber fundado una colonia en el lugar ya a comienzos del siglo X a.C.; pero esto no pasa de ser pura leyenda. Lo que sí es cierto es que algunos helenos de Cumas construyeron cerca una ciudad a la que llamaron Neápolis (ciudad nueva), mientras que el asentamiento primitivo se denominó Paleópolis (ciudad antigua). Neápolis fue un centro comercial de primer orden, y la lengua y costumbres griegas pervivieron incluso durante la época romana, en que fue destino predilecto de los patricios.

Dársena de Nápoles

Después de la caída del Imperio Romano y de la oleada de invasiones bárbaras, la ciudad, aunque conservó cierta independencia, quedó bajo influencia bizantina viviendo un nuevo período de esplendor. En el siglo X, los normandos conquistaron todo el sur de Italia, un reino entonces gobernado desde Palermo por Roger II. El dominio normando tocó su fin en 1189.

(Imagen: Dársena de Nápoles. Fuente: www.bne.es)

Con las dinastías angevina y aragonesa, Nápoles se convirtió en capital y la Corte atrajo a renombrados artistas.

El siglo XV fue para Nápoles una época dorada a la que siguieron dos siglos de dominio español: un periodo de opresión virreinal que será recordado por los impuestos injustos, la Inquisición, la peste, la superpoblación y la rebelión de Masariello. Sin embargo, pese a la pobreza reinante, la creatividad nunca dejo de florecer.

Con Carlos III comenzó en 1734 la hegemonía borbónica. Salvado el efímero periodo republicano de 1799 y el posterior decenio de dominio francés, Nápoles estuvo gobernada por los Borbones hasta 1860.

Desde la unificación italiana, los problemas de la ciudad -algunos de ellos consecuencia evidente de las grandes diferencias que existen entre el norte y el sur del país- han sido objeto permanente de interés nacional.

Lo cierto es que esta ciudad, nacida donde el mar arrojó a Parténope, estuvo en su pasado fuertemente unida a la historia de España y, también, a la vida de Cervantes. De su estancia en Nápoles, el ilustre escritor relata sus vivencias en numerosas obras, siendo “El viaje al Parnaso” un buen ejemplo autobiográfico. Y es el propio Cervantes quién invita al lector a iniciar un viaje al pasado napolitano y hacia un monte, el Parnaso, la cuna y morada de los poetas:

Si por ventura, lector curioso, eres poeta y llegare a tus manos (aunque pecadoras) este VIAJE; si te hallares en él escrito y notado entre los buenos poetas, da gracias a Apolo por la merced que te hizo; y si no te hallares, también se las puedes dar. Y Dios te guarde.”

Vista de Nápoles y su Golfo de 1727 con detalles de sus castillos, de la vista desde el mar y de la península de Gaeta. (Imagen:www.viviplanet.com.ar)

Mapa de Nápoles de 1727

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Lepanto

Todavía recuerdo cuando Miguel de Cervantes se alistó en los tercios de Nápoles al servicio de mi compañía. Era un joven inquieto y valiente, que le atraía poderosamente la vida militar. Muchas correrías soldadescas vivimos por las calles napolitanas, y buenos vinos tomamos en aquellas tabernas mugrientas. Ya se sabe que “el vino cría sangre”. Pero, permítanme que me presente antes de continuar relatándoles esta historia, me llamó Diego de Urbina, y Cervantes formaba parte del tercio que yo capitaneaba.

Puerto de Nápoles en el siglo XV (Imagen: www.valdeperrillos.com)

napoles

No eran tiempos buenos para España. Nuestro soberano, Felipe II, actuaba como emperador pero sin la corona dorada del Imperio. Los vastos territorios que le tocó gobernar eran variados y diversos. Y si nuestro Señor pudo disfrutar de su triunfo fue en gran parte resultado del eclipse temporal de Francia, que desgarrada por guerras internas, no actuaba en conflictos allende sus fronteras. Y también en Italia aprovecho la ausencia francesa para imponer su autoridad, pues era dueño de Lombardía, Nápoles, Sicilia y Cerdeña. Por intereses, que en este relato no vienen al caso, la mayoría de los estados italianos aceptaron el poderío español y buscaron unir su suerte a la del Imperio de Felipe II. También los Papas mantuvieron buenas relaciones con nuestro monarca, aunque procuraban en todo momento moderar el poder que éste ejercía en Italia. Si bien nuestro soberano, piadoso y conservador, tuvo un papel preponderante para la terminación y ejecución de los decretos del Concilio de Trento. Sin embargo, los Países Bajos, lejanos y rodeados de territorios enemigos, serían una enorme fuente de conflictos y preocupaciones de nuestro regio Felipe II. Además, tenía otros problemas que les seguiré detallando más adelante.

tercios españoles

La  hegemonía española se basaba en gran parte en su poderío militar. Su médula eran los tercios españoles -formaciones de piqueros y mosqueteros, en los que alternaban soldados veteranos con otros de mediana edad y novatos- que ya durante la primera mitad del siglo XVI habían adquirido fama de invencibles. En este cuerpo militar formaba parte yo, con el cargo de Capitán.

Sargento, arcabucero y piquero de los Tercios durante el reinado del emperador Carlos V (Imagen: www.elgrancapitan.org)

Si les estoy contando todo esto lectores de este blog, es para que se pongan en la situación  en que se encontraba España cuando el Papa Pío V, convencido de que el gran peligro para la Cristiandad era el Turco , decidiera unir a los cristianos en una cruzada contra el Islam, reconquistando los Santos Lugares. Tras algunos tanteos con los monarcas cristianos, la idea del Papa se concretó en la organización de una Santa Liga formada por España, Francia, Venecia y la Santa Sede. Pero las dificultades eran grandes.

La tenacidad de este Papa conseguiría superar las adversidades a pesar de Francia. En marzo de 1570 se llegó al acuerdo. Sin embargo, Felipe II ponía la condición, ciertamente razonable, de que España debía nombrar al jefe principal de la Liga por su aportación más generosa, ya que debía contribuir con la mitad de los barcos y tropas, mientras que Venecia y la Santa Sede participaban con un sexto solamente cada una. Al final el papa accedió y fue elegido comandante general de la flota don Juan de Austria, el hermanastro de Felipe II. La Santa liga fue presentada como salvadora de la cristiandad.


El encuentro entre turcos y cristianos tuvo lugar el 7 de octubre de 1571, en el golfo de Lepanto. Antes de entrar en batalla don Juan arengó a las fuerzas cristianas y en cada barco se izó un Crucifijo ante el que la tripulación oró de rodillas. Lepanto fue un triunfo importante para Felipe II; pero también para Venecia y el papado.

lepanto

Y fue en este día cuando valerosamente combatió Miguel de Cervantes en la galera llamada Marquesa. Tenía entonces veinticuatro años, y continuó luchando después de ser herido en el pecho y en el brazo izquierdo, que le quedaría inútil.

Nos cuenta en sus crónicas sobre este día el Marques de Lozoya: Durante dos horas se peleó con ardor por ambas partes, y por dos veces fueron rechazados los españoles del puente de la galera real turca; pero en una tercera embestida aniquilaron a los jenízaros que la defendían y, herido el almirante de un arcabuzazo, un remero cristiano le cortó la cabeza. Al izarse un pabellón cristiano en la galera turca arreciaron el ataque las naves cristianas contra las capitanas turcas que no se rendían; pero al fin la flota central turca fue aniquilada”.

Pintura de la Batalla de Lepanto (1571) de la escuela holandesa (Imagen: www.wikipedia.org)

Sin embargo, tras Lepanto, no desapareció para siempre el poder de la Media Luna; ni tampoco el éxito de las armas cristianas fue tan rotundo como parecía. El sultán Selim prometió recuperar la fuerza de sus naves y ya en 1573 se mostraba fuerte y poderoso mientas los aliados deshacían, entre disputas internas la coalición.

Pero volvamos a la vida de nuestro ilustre escritor, que fue herido en el pecho y en la mano izquierda que le quedó inútil. Fue este el día más glorioso de la vida de Miguel de Cervantes, quien lo recordó en muchas de sus obras y compuso acerca de aquel tema una comedia titulada «La batalla naval», actualmente perdida. Nuestro ilustre don Juan de Austria, no solo aportó numerosas sumas para que  se atendiese a su curación, sino que premió su valeroso comportamiento.

A pesar de tener la mano inutilizada, en 1572 tomó parte en la expedición naval de Ambarino, y en 1573 en la ocupación de Bizerta y Túnez. En todas estas batallas siempre iba acompañado de su hermano Rodrigo. Por estas fechas residió el joven Miguel en Italia, país cuya vida le resultó grata, elogiando con entusiasmo sus ciudades.

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Cinecittà: la fábrica de los sueños

vacacionesCualquier aficionado al cine, al evocar la palabra Roma la asocia a imágenes cinematográficas de los films rodados en esta ciudad. Quién no recuerda a Peter Ustinov, en el papel de Nerón, en “Quo Vadis”; o a la joven Audrey Hepburn y a Gregory Peck recorriendo en Vespa la ciudad en “Vacaciones en Roma”; o a Charltón Heston ganando la carrera de cuadrigas en el Circo Máximo en “Ben Hur”; o a la bella Elizabeth Taylor interpretando su papel de Cleopatra. Todas estas películas fueron posibles gracias a una idea surgida en los años treinta, durante el régimen fascista de Mussolini, por un intento de competir con los estudios de Hollywood.

El 26 de enero se coloca la primera piedra y, tras quince meses de obras, los estudios son inaugurados el 28 de abril de 1937.  En este mismo año se rodarían 19 películas, y en los siguientes varios cientos de filmes más. Durante estos primeros años los estudios vieron pasar a muchos de los grandes nombres del cine italiano: Luchino Visconti, Roberto Rossellini y Vittorio de Sica. En 1943 fue bombardeada por los nazis.

Sin embargo la guerra sólo afecta de refilón a Cinecittà. El cine sirve para hacer olvidar las tragedias y la miseria, y en los estudios se sigue trabajando sin descanso. Sin embargo, la filmación no es fácil en la posguerra, pues lo daños y los robos han sido muchos; el Neorrealismo de Roberto Rossellini, Luchino Visconti y Victorio De Sica prefiere rodar en exteriores antes que en estudio.

Para encontrar una película importante rodada en Cinecittà habrá que esperar a 1948, cuando Blasetti dirige Fabiola, pequeña producción casera sobre la Roma antigua. Es la señal de un nuevo amanecer; Cinecittà vuelve a ser una garantía de éxito. De los estudios salen películas como Humberto D de De Sica, Bellísima de Visconti, o la conocida La Dolce vita de Federico Fellini.

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Cuenta la voz popular que la historia de esta escena de la película sucedió así: en el verano de 1957, Anita Ekberg, acompañada de un fotógrafo, paseaba descalza junto a la Fontana di Trevi. Al lastimarse un pie, lo metió dentro del agua de la fuente para lavárselo y el fotógrafo inmortalizó la escena. Un año después, esta foto terminó en la mesa de Federico Fellini. Desde este momento nació la escena-mito de la película italiana más famosa de los 60: La dolce vita.

quo vadis

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Durante las décadas de los años 50 y 60 se rodaron en los estudios de Cinecittá los grandes clásicos del cine ambientados en el Imperio Romano, como Quo VadisBen Hur (1959) y Cleopatra (1963) , siendo este período la edad de oro de los estudios. (1949).

En el verano de 1999, Cincecittà abrió al público sus puertas creando Cinecittá Village. Se trata de una gran instalación compuesta por fragmentos de la historia del cine, con escenografías de Escipión el Africano, Vacaciones en Roma, El Padrino, Medea, combinadas con cafés y restaurantes, donde se cena a la luz de las velas, se oye música en directo y se baila. Y, además, un mesón inspirado en la Roma de S.P.Q.R., maquetas y reproducciones, y un cine que proyecta los films rodados en Cinecittá.

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Arrivedercci Roma

Dicen que lanza una moneda a la Fontana di Trevi regresará a Roma en algún otro momento de su vida. La verdad es que la ciudad lo merece. Por mucho que se recorran sus calles y plazas, se visiten sus museos, o se disfrute de su cocina, sus gentes y ambientes populares, siempre quedará algo que saborear de la capital de Italia.

Por si acaso, nosotros hemos lanzando nuestra moneda. Hasta pronto, Roma

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La Ciudad de la Fe

El Vaticano es el estado soberano más pequeño del mundo. Abarca 44 hectáreas dentro de los límites de la ciudad de Roma, a la derecha del río Tíber. Comprende la plaza y la basílica de San Pedro, los museos, los jardines y el palacio (residencia del Papa y de la Curia desde 1337). Fue construido sobre la falda de la colina del mismo nombre.

El Estado de la Ciudad del Vaticano se constituyó tras la desaparición de los Estados Pontificios, que suscitó la prolongada “cuestión romana”, con la firma de los acuerdos de Letrán, para garantizar a la Santa Sede la absoluta independencia a través de una personalidad jurídica propia, ratificados en 1947 y concluidos en el acuerdo-concordato con Italia en 1987.

Esta ciudad Estado a pesar de ser pequeña es autosuficiente. Dispone de numerosas instituciones culturales; entre ellas destacan los museos, la importante biblioteca y los archivos del Vaticano. Además cuenta con distintos órganos de información como la Oficina de prensa, creada después del Concilio Vaticano II; el periódico de la Santa Sede “L´osservatore romano”, la agencia internacional de prensa Fides; Radio Vaticano, que emite en 33 lenguas y el centro de televisión que produce y distribuye programas religiosos. Igualmente podemos encontrar una oficina postal, talleres de restauración,  un helipuerto y una estación de tren para el transporte de mercancías.

Una de las mayores curiosidades es un pequeño cuerpo militar conocido como la  Guardia Suiza. Los soldados, que provienen de varios cantones suizos, deben ser católicos y medir al menos 174 centímetros de alto. Deben permanecer, al menos, dos años al servicio del Vaticano. El cuerpo se creó el 21 de enero de 1506, cuando Julio II bendijo a la tropa de 150 soldados helvéticos pasados a su servicio. Los guardias visten todavía el uniforme con los colores de los Médici: azul, amarillo y rojo, que según la tradición fue diseñado por Miguel Ángel.

Una visita al Vaticano

El viajero que quiera visitar la basílica de San Pedro y no forme parte de un tour organizado puede tomar el autobús que, en un cuarto de hora, le llevará desde la Estación Termini a Via della Conciliazione. El medio es rápido y barato, y el encuentro con el mayor templo de la cristiandad tiene lugar en un escenario que, por mucho que se haya visto en televisión, conserva toda su solemnidad.

basilica san pedro

La basílica de San Pedro

La suntuosa basílica de San Pedro es la más importante del mundo católico y atrae a peregrinos y turistas de todo el mundo. Esta basílica es el testimonio del paso de los siglos. Comenzó siendo un monumento conmemorativo cuando el emperador Constantino construyó un santuario en honor a San Pedro sobre el lugar en el que fue crucificado. Durante varios siglos, la basílica originaria paleocristiana estuvo sometida a la fluctuante riqueza cristiana y a los saqueos. A mediados del siglo XV el Papa Nicolás V ordenó su restauración. Pero los trabajos no comenzaron hasta 1503, cuando el Papa Julio II eligió al arquitecto Bramante para la construcción de una nueva basílica. Antes de consagrar la basílica pasaron otros 123 años durante los cuales intervinieron numerosos arquitectos y artistas: Bramante, Miguel Ángel, Carlo Maderno y Bernini, que diseñó la impresionante plaza ovalada, flanqueada por columnas, que se abre delante de la iglesia. ( Imagen: wikipedia)

En el interior, a la derecha, está la famosísima Pietà de Miguel Angel (1499). Destacan también una estatua de bronce de San Pedro, el impresionante baldacchino de Bernini, con 20 metros de altura -también conocido como altar mayor-, los monumentos a Urbano VIII y Alejandro VII, y el sagrario en forma de templo.

Capilla Sixtina y Museos Vaticanos

adan

Como es imposible verlo todo en una visita, recomendamos escoger alguno de los recorridos sugeridos, que recogen una selección de lo más sobresaliente: la Colección Egipcia del Museo Gregoriano; la Colección de Escultura Romana del Museo Chiaromonti; la Escultura Clásica del Museo Pio Clementito, en la que destaca el Apollo de Belvedere y el grupo de Laocoonte y sus hijos estrangulados por culebras; la Colección de Arte Griego, Romano y Etrusco del Museo Gregoriano-Etrucos.

Hay cuatro salas pintadas por Rafael entre 1508 y 1525, de la que destacaremos la  primera, cuya  inspiración es la metafísica y de la que sobresale la famosa Escuela de Atenas, en la que los filósofos y poetas griegos son retratos de la mayoría de sus contemporáneos. Desde aquí se pasa a la Capilla Sixtina.

Miguel Ángel pintó el techo de la Capilla Sixtina entre 1508 y 1512. Fueron miles de horas en cuclillas,  trabajando en los andamios, mientras Julio II lo seguía desde abajo. El techo cuenta la historia de La Creación, en la que un Dios vestido de rosa separa la luz de las tinieblas, las tierras de los mares, y a continuación crea el sol, la luna y a Adán y Eva. Los últimos cuatro frescos representan el nacimiento de pecado original y la historia de Noé. En la última pared de la capilla está el Juicio final de Miguel Angel; lo empezó en 1534, cuando ya estaba algo enfermo y se mostraba bastante pesimista respecto a su muerte. (Imagen: wikipedia)

Castel Sant `Angelo

El Castel Sant`Angelo fue fundamental en la historia del papado y de la defensa de la ciudad hasta 1886, año en que se convirtió en museo. Literal e históricamente es un laberinto. Este magnífico monumento situado a la orilla del Tiber en frente del Pons Aelius (actual puente de Sant’Angelo) se encuentra a muy poca de la Ciudad del Vaticano. [Imagen: Reme y Santi]

Fue construido entre 117-138 dC por orden del emperador Adriano para que fuese su mausoleo. En la actualidad se entra por el pasillo original, por el que discurrió la procesión funeraria, que enlaza con una de las rampas medievales añadidas cuando la tumba se convirtió en fortaleza. A través de la rampa se accede al patio en el que está la estatua de Montelupo que representa al arcángel Miguel envainando una espada. Tanto la estatua como el nombre del monumento conmemoran la leyenda según la cual, al final de la epidemia de peste del 590, se vio un ángel sobre Roma.

Desde el patio, cuya fachada diseñó Miguel Ángel en 1514, se pasa a la Sala di Apollo, exquisitamente adornada con frescos; en el suelo hay ventanas iluminadas por las que se ven los corredores subterráneos que conducen a lo que fue la prisión papal. El papa Clemente VII estuvo siete meses en el Castello en 1527 como consecuencia del saqueo de Roma, y decidió tras el asedio que los papas necesitaban estancias más suntuosas. De la biblioteca se pasa al tesoro papal, estancia revestida de madera que se cree que fue donde estuvo la tumba de Adriano.

Hoy día, el castillo es el Museo Nacional del Castel Sant’Angelo y es realmente interesante realizar la visita nocturna de este monumento. Podrás adentrarte unos metros por un pasadizo voladizo que llevaba directamente a la ciudad del Vaticano y realizar fotografías de la Basílica de San Pedro iluminada. [Imagen: Reme y Santi]

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San Pedro: un viaje al corazón del universo cristiano

En su constante discurrir por los caminos, los peregrinos, movidos por unos ideales espirituales comunes, rompían las fronteras artificiales de los hombres, constituyendo una única nación, la de los creyentes. El cristianismo tuvo desde la época del Imperio Romano santuarios especialmente venerados: Jerusalén, Roma, Tours, etc., En la Edad Media, Santiago de Compostela, fue el lugar privilegiado hacia el cual se dirigieron numerosos fieles.

De estos lugares sagrados tres rutas eran consideradas imprescindibles para que un cristiano pudiera conseguir las bendiciones y las indulgencias necesarias para alcanzar el perdón: Roma, Jerusalén y Compostela. El primer camino conducía hasta la sepultura de San Pedro en Roma; el símbolo distintivo de los peregrinos era una cruz y se les denominaba romeros; la segunda ruta se dirigía hacia el sepulcro de Cristo en Jerusalén y a los que transitaban esta vía se les llamaba palmeros porque los caminantes llevaban una palma. Finalmente, existía un tercer camino que conducía hasta los restos mortales del Apóstol Santiago enterrado en Compostela. A estos viandantes les fue dado el nombre de peregrinos, y pasaron a tener como símbolo una concha.

Cervantes fue un hombre piadoso, de religiosidad sincera y sin asomos de inconformismo. A su personaje Tomás Rodaja lo declara “penitenciario” cuando viaja a la Ciudad Eterna; y, a  Persiles y Sigismunda, protagonistas de la obra Los Trabajos de Persiles y Sigismunda, peregrinan hasta Roma para que soliciten la indulgencia del Papa para así poder unirse en matrimonio, debido a que son primos carnales.

Los Trabajos de Persiles y Sigismunda fue una obra publicada póstumamente en Madrid en 1617. Es una especie de novela bizantina de aventuras que nos cuenta las peregrinaciones de sus protagonistas, que dependen exclusivamente de lo fortuito y del azar. Gran parte de sus peripecias transcurren en exóticos países, que Cervantes sólo conocía a través de relatos fantásticos y por la consulta de cartas geográficas. Además, los personajes cruzarán España para terminar sus peripecias en Roma, donde se unirán felizmente en matrimonio.

Estos  bellísimos príncipes, que viajan aparentando ser hermanos y bajo los nombres supuestos de Periandro y Auristela, forman parte de una trama retorcida y complicada que, en ocasiones, queda en suspenso cuando un recién llegado cuenta su fantástica y maravillosa historia.

Cervantes abandona en su última producción el punto de vista realista y deja volar su imaginación para crear una bella ficción novelesca, en la que los héroes vencen y la vida es descrita con los más sugestivos colores. Probablemente, nuestro autor pretendía simbolizar la historia de la humanidad con una clara idea contrarreformista.

De este viaje de peregrinación nos cuenta Cervantes: “Pedían los tiernos años de Auristela, y los más tiernos de Constanza, con los entreverados de Ricla, coches, estruendo y aparato para el largo viaje en que se ponían; pero la devoción de Auristela, que había prometido de ir a pie hasta Roma desde la parte do llegase en tierra firme, llevó tras sí las demás devociones, y todos de un parecer, así varones como hembras, votaron el viaje a pie, añadiendo, si fuese necesario, mendigar de puerta en puerta…” Sigismunda, se muestra como una mujer inquieta que, guiada por un anhelo puro, buscará en su viaje una realización espiritual. Y su meta es Roma.

Es en Roma donde se encuentra la tumba de San Pedro, el primero de los apóstoles, y las de numerosos mártires de la Iglesia. Desde la gran renovación de Europa bajo los carolingios, la fascinación por la ciudad de San Pedro había hecho concurrir a ella a la mayoría de los poderosos de todos los reinos cristianos, no sólo atraídos por la enorme supervivencia cultural que atesoraba, sino por la autoridad espiritual que emanaba del pontífice y de los cuerpos de tantos santos que allí reposaban.

Ya en el siglo II, el presbítero Gayo cifraba la grandeza de Roma en el hecho de poseer -en la colina del Vaticano y en la vía Ostiense, respectivamente- los “trofeos” de los apóstoles Pedro y Pablo. Razones filológicas indican que “trofeo” significa cuerpo mismo de los mártires. Las excavaciones, iniciadas en 1939 por mandato de Pío XII, han conducido al descubrimiento de un sepulcro situado bajo el centro de la cúpula de la basílica de San Pedro del Vaticano. En el siglo I, aquel lugar quedaba junto a la vía Cornelio y cerca del circo de Nerón, donde Pedro debió padecer martirio. Allí mismo, Constantino, pese a las ingratas condiciones del terreno, mandó construir una basílica.

(Imagen: Grabado de la edición de 1805: Persiles y Sigismunda en peregrinación a Roma [www.h-net.org])

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Un recorrido por siglos de historia

Cuando un viajero llega a Roma se encuentra con la difícil tarea de seleccionar los lugares de mayor interés. Todo dependerá de los días que se dispongan para visitar la ciudad. Si sólo se dispone de uno, y tal vez una noche para pasear por la historia, será bueno dejarse llevar por la magia del Tiber y someterse al juicio de la Boca de la Verdad.

Nosotros hemos seleccionado siete visitas que se pueden realizar en la ciudad, dejándonos llevar por el azar. Os invitamos a conocerlos…

Fontana di Trevi

Incluso sin Anita Ekberg, famosa por la escena de la Dolce Vita en la que se sumerge en sus turbulentas aguas, esta fuente de las fuentes es una visita obligada para cualquier visitante a Roma (y cualquiera que pretenda volver, tiene que tirar una moneda al fondo). La diseñó Nicoló Salvi en 1762 y representa a Neptuno flanqueado por dos inmensos caballos, que surgen de un acantilado artificial. Los corceles simbolizan las dos facetas del mar: la calma y la tempestad. La fuente contrasta bellamente con el ordenado estilo del Palazzo Poli a cuya fachada está adosada la misma. En los relieves superiores se describe el hallazgo del manantial que alimenta el antiguo canal romano que llega hasta la fontana.

(Imagen: Reme y Santi)

catacumbaCatacumbas de San Calixto

En la antigua Roma, cuando el Cristianismo era todavía poco numeroso, estaba prohibido enterrar a los muertos dentro de los confines de la ciudad. Las catacumbas de San Calixto, situadas cerca de la Via Appia Antica, son una de las más visitadas. Se cree que hay un total de 20 Km de galerías subterráneas, en cuatro niveles, llenas de nichos escavados en la roca, en los que se colocaban los cuerpos para que descansaran sobre piedra. Las visitas guiadas, en distintos idiomas hacen un recorrido de aproximadamente 1 Km.

(Imagen: www.catacombe.roma.it/es/)

Basílica de San Pablo

Levantada en el lugar en que ejecutaron a San Pablo (año 67), esta basílica, obra de Poletti, data de 1874 debido a que el edificio original se incendió en 1823. Sólo se conservaron el crucero, las puertas de bronce, un bonito cirio pascual, y los claustros ricamente decorados con columnas de mosaico.

(Imagen: Reme y Santi)

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Piazza del Popolo

En los siglos XVIII y XIX esta plaza era lo primero que se veía al llegar a Roma porque los carruajes entraban por la Porta del Popolo. También era el lugar de ejecución de los criminales, a los que se machacaba la cabeza con un martillo, hasta que llegó “la más civilizada” guillotina en el siglo XIX. Los Jardines del Pincio, desde donde se disfruta de extraordinarias vistas del centro histórico y del Vaticano, dominan la plaza por el Este. Las dos iglesias aparentemente iguales que hay en el extremo de la Via del Corso son de finales del XVII.

(Imagen: Reme y Santi)

piazza spagnaPiazza di Spagna

El entramado de estrechas calles alrededor de la Piazza di Spagna forma una de las zonas más exclusivas de Roma. Este enclave atrae a muchos turistas y lugareños a las elegantes tiendas de Via Condotti, a la propia plaza y a los cautivadores cafés cercanos. En el siglo XVIII la zona estaba llena de hoteles para aristócratas en gira por Europa, y para artistas, escritores y compositores interesados en la historia y cultura de la ciudad.

La Piazza di Spagna, como otros lugares de la ciudad, va unida a la leyenda y a la historia. En 1598 se produjo un desbordamiento del Tiber que sumergió a gran parte de la villa. En la plaza, cuando por fin se retiraron las aguas del río, quedó embarrancada una barca que fue tomada como modelo por Pietro y Gian Lorenzo Bernini cuando el Papa Urbano VIII decidió la construcción de la escalinata que sube a la iglesia de Trinita dei Monti. En la base de la escalinata debía haber una fuente y los hermanos Bernini tuvieron la original idea de darle la forma de aquella barca.

También la escalinata y la iglesia, que con la barcaza forma una única y espectacular escenografía, tiene su propia historia. La primera fue realizada por Francesco de Sanctis por orden del papa Inocencio XIII. La segunda surgió por volunta del rey Luis XII.

(Imagen: www.chronica.it)

Piazza Navona

El atardecer de un día de verano es el momento más hermoso para visitar la Piazza Navona. Los contornos de las colosales esculturas de la «Fuente de los Ríos» se diluyen en un arcaico color rojizo. Los últimos rayos del sol iluminan este inimaginable escenario engastado en el corazón de Roma. Es uno de los centros más animados de la ciudad donde sus lujosos cafés constituyen un punto de encuentro entre los viajeros y las familias romanas. La plaza adquiere tonos pastel al atardecer y constituye un auténtico placer para los sentidos. En la zona peatonal que rodea las tres fuentes barrocas siempre hay algún tipo de actividad diseñada especialmente para el visitante. El barroco también esta representado en muchas iglesias del lugar. Es la Roma más sincera, la ciudad secreta que convive desde siempre con el peso de la gloria pasada.

La Fuente de los Ríos: cuenta con cuatro estatuas que simbolizan el Nilo, el Ganges, el Danubio y el Río de la Plata.

(Imagen: Reme y Santi)

ostia anticaOstia Antica

Fundada por los romanos en el siglo IV a.C. en la desembocadura del Tiber, fue el principal puerto de la antigua Roma. Habitada por comerciantes y pescadores, supuso un enclave estratégico importante tanto desde el punto de vista comercial como de defensa hasta el siglo IV d.C.

Ostia Antica es la ciudad romana mejor conservada después de Pompeya y Herculano. Su estructura de parque es un refrescante cambio después del caos de Roma, y la recomendación para el viajero es que recorra sus calles sin prisa para así poder disfrutar de la tranquilidad. Resérvate varias horas para explorar las excavaciones, muy interesantes y no excesivamente extensas, y te harás una idea clara de cómo era la vida cotidiana en una ciudad de la antigua Roma.

Las ruinas discurren a ambos lados de la calzada principal, Decumanus Maximus, que con 1 Km. de longitud unía la Porta Romana y la Porta Marina, que entonces era ya mar abierto. Justo a la derecha de la Porta romana estaban las Termas de Neptuno. Un poco más adelante esta el Anfiteatro, impresionante y con capacidad para 2.700 personas.

Llama la atención, entre los edificios semiderruidos, una antigua «tabernae» romana; algo así como una tienda. En este caso, se trata de un comercio de “comidas preparadas”, donde todavía se mantiene en pie parte del mostrador.

(Imagen 1: www.ostia-antica.org)

(Imagen 2: Reme y Santi)

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Todos los caminos llevan a Roma

El domingo pasado ordenando los cajones del escritorio me encontré con una postal de Ana, una amiga viajera, que decía: “Chicos, estoy en Roma y he lanzado una moneda mágica a la Fontana di Trevi por vosotros. Esta ciudad es increíble, tenéis que venir. Os va a encantar. Ana.” Una semana después Santi y yo subíamos a un avión desde Madrid con destino a Roma. Ciertamente, la moneda era mágica.

Ana es una mujer intrépida, decidida y con gran corazón. No teme viajar y es capaz de emprender arriesgadas aventuras sin miedo alguno. Transmite su entusiasmo al expresarse y con él contagia esta ilusión a todos sus amigos. Cuando regresa de sus viajes siempre nos dice: “Cuando preparéis la maleta guardar un poco de ropa, dinero suficiente, buena información del lugar y, sobre todo, colmar el equipaje de ilusión… ¡Ah! Y dejaros llevar por la intuición“.

Aterrizamos sobre las diez de la mañana en el aeropuerto Leonardo da Vinci, conocido por todos como Fiumicino. Roma, además, posee otro aeropuerto en Via Appia Nuova: el Ciampino, aunque todos los vuelos desde hacia España salen desde Fiumicino.

Lo cierto es que nuestro viaje a la Ciudad Eterna estuvo colmado de agradables sorpresas. La primera nos esperaba en la terminal del aeropuerto, donde nos esperaba un chofer italiano, elegantemente ataviado, que nos condujo con celeridad hacia el hotel en un lujoso Mercedes negro. ¡Y nosotros que esperábamos un micro-bus, como todo el mundo! Aquí la Agencia de Viajes se portó como nunca.

Pero, si decidís viajar desde el aeropuerto a la Ciudad por vuestra cuenta no hay problema. Desde Fiumicino se puede llegar a Roma en transporte público: taxi, tren y autobús esperan a las puertas de la terminal internacional.

En coche se llega a Roma por la autopista Roma-Fiumicino (20 kilómetros sin peaje). Si no hay demasiado tráfico se tarda 30 minutos en llegar a Roma Sur y una hora en llegar a Roma Norte, según el chofer.

Dentro del aeropuerto hay una estación de ferrocarril; desde aquí parten (como mínimo cada hora) trenes directos a Estación Termini y a Estación Tiburtina. Es importante recordar que los billetes de tren deben ser convalidados antes de partir en las máquinas situadas en las estaciones.

[Imágenes. Mapa Lacio (www.informagiovani-italia.com); plano Roma (www.romaitalia.info)]

Como moverse por la ciudad

En Roma el tráfico es caótico todo el año. La única excepción es durante el mes de agosto cuando, suspendidas las actividades cotidianas, la ciudad se abandona a la quietud estival. Por ello es aconsejable moverse con transporte público.

El sistema de transportes públicos es gestionado por la ATAC (Compañía de Tranvías y Autobuses Municipales); y por los Ferrovie dello Stato. La ciudad está recorrida por una red de líneas de metro, tranvías, autobuses y trenes que unen seis estaciones de intercambio: Termini, Trastevere, Ostiense, Tuscolana, Flaminio y Tiburtina. Los billetes para los medios de transporte se pueden adquirir en los bares, estancos, quioscos de periódicos, en máquinas expendedoras en las estaciones del metro y en las terminales de los autobuses. Existen distintos tipos de bonos para poder subir al transporte público.

Viajeros, si os queréis mover en metro, Roma posee dos líneas que permiten llegar en poco tiempo a las zonas del centro: la línea A (naranja) y la línea B (azul) que se cruzan en Termini. Podéis conseguir el plano en cualquier estación o en las oficinas de información turística.

El tren también es una buena opción para moverse por la periferia de la ciudad. La línea ferroviaria metropolitana, en la que es válido el billete urbano, tiene 7 ramificaciones gestionadas por los Ferrovie dello Stato y tres líneas gestionadas por el CoTral. Los horarios de las líneas de ferrocarril varían dependiendo del día de la semana y del período del año. Los horarios y los recorridos pueden solicitarse en ventanillas de información de las estaciones.

Sin embargo, no hay que olvidar que en Roma el medio de transporte mejor es la Vespa. Quién no recuerda esa bella imagen del film «Vacaciones en Roma» en la que Audrey Hepburn y Gregory Peck recorren la ciudad sobre dos ruedas.

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El transporte de Cervantes

Desconocemos cómo viajó Cervantes a Italia, ni que medio de transporte utilizó. Pero podemos deducir, a través de su obra, cómo se viajaba a Roma y a otras ciudades de la península itálica en el siglo XVI.

En «Los trabajos de Persiles y Sigismunda», unos peregrinos siguen una ruta terrestre que, desde Valencia, recorre toda la costa mediterránea hasta llegar a la Ciudad Santa. En el capítulo XXXIX de «El Quijote», se cita una ruta comercial desde Alicante hasta Génova. En «El Licenciado Vidriera», nos cuenta un viaje del capitán don Diego de Valdivia y su criado Tomas Rodaja en galera desde Cartagena costeando hasta Italia.

Sea como fuere, lo cierto es que nuestro personaje hubo de emplear en llegar a Roma mucho más tiempo del que hoy se necesita, gracias a la aviación comercial. No obstante, en la actualidad también podemos recrearnos en los viajes marítimos hacia Italia disfrutando en algunos de los atractivos cruceros que, desde España, cruzan el Mediterráneo hacia Italia.

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De la Loba al Imperio

El nacimiento y el crecimiento de Roma no son imaginables sin el Tíber, que siempre ha constituido el motivo generador del urbanismo de la ciudad. Junto al río surgieron en la Edad del Bronce los primeros asentamientos, seguidos por una aldea de cabañas sobre la colina del Palatino, que precede la tradicional fecha de fundación de la ciudad: el 21 de abril del año 753 a.C.  (Imagen: Reme y Santi)

En el siglo IV a C. Roma fue rodeada de muros y dotada de un espacio con función del centro de intercambios, el foro, después del saneamiento de la zona pantanosa entre colinas. Allí encontraron su lugar el centro del poder político, la Regia y los más importantes santuarios. Los desórdenes internos y las continuas guerras determinaron un estancamiento urbanístico, que sólo se resolvió con la reconstrucción realizada después del incendio causado por los galos (390 a.C.), cuando fue realizada una muralla más amplia, llamada “serviana”, y fueron renovados casi todos los edificios del foro.

Con la expansión del territorio controlado por Roma, la fisonomía urbana adquirió su carácter definitivo: la victoria sobre Cartago (202 a.C.) la elevó al rango de capital del Mediterráneo. Siguió una época de renovación urbanística de una grandiosidad inédita: gigantescos almacenes, nuevas instalaciones portuarias, vastos mercados, espléndidas basílicas, edificios de espectáculos. El sistema de alcantarillado, la red viaria y la hídrica fueron ampliados con realizaciones imponentes. La celebración de un poder cada vez más personal llevó a la invención del arco de triunfo y al desarrollo del retrato individual.

Con la dictadura de Sila el desarrollo urbanístico se convirtió en un asunto de estado y la construcción monumental asumió definitivamente ese carácter ritual que transformó templos, plazas y columnatas en escenografías para las manifestaciones de poder.

El proceso iniciado por César, que trasformaría la antigua ciudad de la aristocracia en una inmensa y moderna metrópoli, capaz de cumplir con su papel de caput mundi, es irresistible gracias a la sutil intuición política de Augusto. Atento al valor simbólico de las acciones, Augusto vivió en el Palatino, en una morada modesta, pero insertada entre el templo de Apolo y la cabaña de Rómulo.

El incendio que en el año 64, bajo el Imperio de Nerón, destruyó buena parte de la ciudad, permitió una radical renovación. Correspondió a los Flavios impulsar una política de “restitución”, con imponentes obras públicas como el Coliseo. Con Trajano el imperio alcanzó su máxima extensión y Roma se convirtió en la ciudad más grande y populosa del mundo. Fue quien realizó el último y más grandioso de los foros imperiales y los mercados adyacentes.

foro romano

Foro Romano (vista de conjunto)

El Foro Romano (Forum Romanum, aunque los romanos se referían a él comúnmente como Forum Magnum o simplemente Forum) era la zona central en torno a la que se desarrolló la antigua Roma y en la que tenían lugar el comercio, los negocios, la prostitución, la religión y la administración de justicia. En él se situaba el hogar comunal. Series de restos de pavimento muestran que sedimentos erosionados desde las colinas circundantes ya estaban elevando el nivel del foro en la primera época de la república. Originalmente había sido un terreno pantanoso, que fue drenado por los Tarquinios con la Cloaca Máxima. Su pavimento travertino definitivo, que aún puede verse, data del reinado de César Augusto.

Actualmente es famoso por sus restos, que muestran elocuentemente el uso de los espacios urbanos durante el Imperio Romano, siendo visitado a diario por numeroso público de toda índole. Imagen: Wikipedia


Palatino:

Pegada al Foro esta colina verde y tranquila conserva los restos de los palacios del siglo I d.C. que los emperadores romanos mandaban construir para habitarlos ellos mismos. No se puede garantizar la visita, porque con frecuencia cierran al público distintos lugares sin previo aviso, pero las vistas panorámicas del Foro desde los Orti Fornesiani (Jardines Farnese), proyectados por el cardenal Alessandro Farnese en el XVI, son magníficas. Bajo los jardines se extiende un largo túnel mandado construir por Nerón que conserva algunos de los bajorrelieves de estuco, que lo decoraban. El emperador lo concibió como paseo para las épocas de calor, pero algunos investigadores creen que conducía a su inmenso palacio situado en un lugar desde el que se veía el emplazamiento que hoy ocupa el Coliseo. También merece la pena visitar los baños de Septimio Severo, los murales de la Casa de Livia, restos de una aldea de cabañas del siglo VIII a.C. y los intrincados diseños del suelo de la Domus Flavio y la Domus Augustana.  (Imagen: Reme y Santi)


El Coliseo

El anfiteatro Flavio, más conocido como Coliseo, fue fundado en el 75 d.C. por Vespasiano, mide alrededor de 22.000 metros cuadrados. Tenía capacidad para más de 45.000 espectadores, quienes accedían con entradas regaladas en muchas ocasiones por las familias influyentes de Roma.

Al observar el Coliseo, el viajero experimenta gran admiración por el esplendor del monumento, pero también siente horror por el recuerdo de masacres ofrecidas a los romanos como el más divertido de los espectáculos, ya que, lo que más gustaba a los habitantes de Roma, era ver correr en la arena la sangre de los animales y más todavía la de los hombres. Las victimas eran condenados a muerte, prisioneros de guerra o desesperados que bajaban a la arena para jugar su última carta y ,quizás ,hacerse ricos y famosos.

En la actualidad, cuando el viajero visita el Coliseo se encuentra con un espectáculo totalmente diferente y mucho más divertido que el ofrecido por nuestros antepasados romanos: los turistas, que con su cámara en mano quieren inmortalizar su reencuentro con la historia. (Imágenes: Reme y Santi)

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Roma: Reina de las ciudades y Señora del mundo

 

“A cada paso un palacio, una ruina, un jardín, un desierto, una casita, un establo, una columnata… y todo tan cerca que se podría dibujar en una hoja pequeña de papel.”(J. W. Goethe, Viaje por Italia)


Las circunstancias por las cuales el viajero proyecta su periplo hacia tierras desconocidas son variadas y diversas. La partida repentina de Cervantes hacia la Ciudad Eterna forma parte de los enigmas y misterios que rodean a nuestro autor. Posiblemente ese altercado con Antonio Sigura fue uno de los motivos por los cuales Cervantes viajara a Roma, “reina de las ciudades y señora del mundo”, tal y como el autor la definió en una de sus Novelas Ejemplares. Sin embargo, al analizar su biografía podríamos considerar también, que lo que motivo su viaje no fue sólo la huida de la justicia, sino más bien el intentar satisfacer una inquietud intelectual, moral y tal vez caballeresca. La formación académica del autor del Quijote no fue universitaria, pero ello no quiere decir que Cervantes no fuera un escritor culto. El estudio atento de sus obras ha demostrado que conocía a fondo lo más importante de las doctrinas renacentistas y a los autores, italianos y españoles, más importantes de su tiempo. Aparte de que su ideología se halla en todo de acuerdo con la del siglo XVI, basta tener en cuenta las constantes alusiones a Aristóteles, Platón, Horacio, Ariosto, etc., así como a los escritores españoles contemporáneos, para poder afirmar que, aunque no fuese un sabio erudito, tampoco ignoraba lo esencial del pensamiento humanístico.

Y tal vez fue esta inquietud intelectual o, posiblemente, la necesidad de demostrar su hidalguía, (atestiguada mediante un informe emitido en Roma, sobre su limpieza de sangre) las que propiciaron que el autor entrara en contacto con esta ciudad destinada desde su origen a la grandeza.

Loba capitolina

El origen de Roma ha sido objeto de investigación, especulación y controversia desde el primer escrito de carácter histórico. Ya en el siglo V a.C. ciertos historiadores griegos incluyeron a Roma entre las fundaciones del héroe Eneas que huyó a Italia tras el saqueo de Troya. Eneas, sólo fue, de hecho, uno de los míticos aventureros de los que se dijo que erraron por el Mediterráneo occidental y fundaron asentamientos a lo largo de sus costas. Es difícil saber si algunas de estas leyendas corresponden a una realidad histórica, pero fueron muy populares entre los griegos y, con el tiempo, arraigaron también en Roma. (Imagen: es.museicapitolini.org)

Los romanos no produjeron relatos históricos hasta alrededor del 200 a.C., fecha a la que corresponde la primera historia de Roma, escrita por el senador Quinto Fabio Píctor. Este autor consultó probablemente archivos sacerdotales, documentos de las principales familias aristocráticas y relatos de los historiadores griegos; estas fuentes, junto con los datos obtenidos de la tradición popular oral, monumentos y vestigios fueron la base de su relato histórico sobre la Roma primitiva. Atribuyó la fundación de la ciudad a Rómulo que según la tradición fue abandonado junto a su hermano Remo, a orillas del Tiber. Los niños se salvaron al ser amamantados por una loba y más tarde fueron rescatados por unos pastores, con los que pasaron su infancia en las colinas que dominaban la orilla izquierda del río. Fue aquí donde más tarde fundó Rómulo la ciudad que llevó su nombre, después de haber matado a su hermano en una disputa.

Esta fusión artificial entre el relato popular y la conjetura fue transcurriendo por el tiempo, hasta que Virgilio, Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso le dieron su forma definitiva. Los elementos históricos de la leyenda son difíciles de discernir. Como se ha dicho, la parte que hace referencia a los troyanos es casi con absoluta seguridad pura ficción, aunque algunos especialistas ven en ella un vago recuerdo de los contactos entre el mundo micénico y la Península Itálica. El destacado papel de Lavinium y Alba Longa refleja, sin embargo, la importancia que estos lugares tuvieron como centros religiosos en los períodos iniciales.

En la actualidad Roma sigue siendo una ciudad colmada de leyendas y misterios. El viajero podrá adentrarse en sus recoletas plazuelas, perderse entre sus calles y encontrarse con monumentos, museos e iglesias sin apenas desplazarse. En cada rincón de la villa el forastero se encuentra con un lugar pintoresco: balcones adornados con coloridos tiestos de flores, espectaculares fuentes impasibles al tiempo, terrazas que invitan al visitante a degustar un “cappuccino”…Todo el conjunto forma un armonioso festival de luz, de color y de sabor que invita al viajero a gozar de todos sus sentidos.

(Imagen: Piazza Farnese. Reme y Santi)

Es una Roma de lujo cultural pero también bulliciosa y activa. Sus muros, sus calles, sus esquinas han visto fluir el esplendor y la decadencia. Roma es el techo más importante en el que se ha representado la historia y las pasiones del mundo.

La mañana es el mejor momento para encontrar abierto lo que nos interese visitar. La mayoría de iglesias y museos cierran a medio día y algunos vuelven a abrir a las cuatro o las cinco. En verano al medio día hace muchísimo calor para hacer visitas, por esa razón es bueno aprovechar ese rato para degustar una tranquila comida en algún pintoresco lugar o sencillamente descansar aplaciblemente en una terraza para recuperar fuerzas.

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El Licenciado Vidriera (el periplo italiano)

La novela ejemplar El licenciado vidriera cuenta las aventuras y vicisitudes de Tomás Rodaja, que después de estudiar leyes en Salamanca y recorrer Europa como soldado, regresa a la ciudad del Tormes. Al beber un filtro amoroso se trastorna su razón hasta tal punto de hacerle creer que se ha convertido en un ser de vidrio, y que puede romperse al más leve contacto. A partir de este momento dirá la verdad a todo aquel que se le acerque, pero su locura aviva de tal suerte su ingenio que se hace famoso por su agudeza. Cuando consigue curar su enfermedad, nadie le presta atención, y decide alistarse en los Tercios de Flandes donde dejó fama en su muerte de prudente y valentísimo soldado.

La primera parte de la novela es muy interesante por la descripción del viaje de Tomás Rodaja por Italia, páginas en las que Cervantes recogió muchos de los recuerdos de su vida de soldado. Así lo relata nuestro autor:

Despidióse Tomás del capitán de allí a dos días, y en cinco llegó a Florencia, habiendo visto primero a Luca, ciudad pequeña, pero muy bien hecha, y en la que, mejor que en otras partes de Italia, son bien vistos y agasajados los españoles. Contentóle Florencia en estremo, así por su agradable asiento como por su limpieza, sumptuosos edificios, fresco río y apacibles calles. Estuvo en ella cuatro días, y luego se partió a Roma, reina de las ciudades y señora del mundo. Visitó sus templos, adoró sus reliquias y admiró su grandeza; y, así como por las uñas del león se viene en conocimiento de su grandeza y ferocidad, así él sacó la de Roma por sus despedazados mármoles, medias y enteras estatuas, por sus rotos arcos y derribadas termas, por sus magníficos pórticos y anfiteatros grandes; por su famoso y santo río, que siempre llena sus márgenes de agua y las beatifica con las infinitas reliquias de cuerpos de mártires que en ellas tuvieron sepultura; por sus puentes, que parece que se están mirando unas a otras, que con sólo el nombre cobran autoridad sobre todas las de las otras ciudades del mundo: la vía Apia, la Flaminia, la Julia, con otras deste jaez. Pues no le admiraba menos la división de sus montes dentro de sí misma: el Celio, el Quirinal y el Vaticano, con los otros cuatro, cuyos nombres manifiestan la grandeza y majestad romana. Notó también la autoridad del Colegio de los Cardenales, la majestad del Sumo Pontífice, el concurso y variedad de gentes y naciones. Todo lo miró, y notó y puso en su punto. Y, habiendo andado la estación de las siete iglesias, y confesádose con un penitenciario, y besado el pie a Su Santidad, lleno de agnusdeis y cuentas, determinó irse a Nápoles; y, por ser tiempo de mutación, malo y dañoso para todos los que en él entran o salen de Roma, como hayan caminado por tierra, se fue por mar a Nápoles, donde a la admiración que traía de haber visto a Roma añadió la que le causó ver a Nápoles, ciudad, a su parecer y al de todos cuantos la han visto, la mejor de Europa y aun de todo el mundo.(Novelas Ejemplares, “El Licenciado Vidriera”)

Mi nombre es Tomás, Tomás Rodaja, para servir a vuestras mercedes, seguidores de este blog. Muchas aventuras viví por tierras castellanas y andaluzas antes de partir junto al Capitán D. Diego de Valdivia hacia Italia. Gran curiosidad tenía yo, antes de tomar el bebedizo que me causó la locura, por ver esta península que con forma de bota escondía grandes tesoros. Y allí fue, concretamente en la ciudad de Roma en el invierno de 1569, cuando coincidí con un tal Miguel de Cervantes que huía de su tierra por haber sido mandado prender al herir en duelo a un tal Antonio Sigura.

Desconozco los verdaderos motivos por los que Miguel viajó a Roma, pero lo que sí parece cierto es que quizás llegara recomendado por uno de sus parientes lejanos, tal vez el cardenal Gaspar de Cervantes y Gaete, para entrar al servicio del joven cardenal Giulio Acquaviva en 1570. Formando parte del séquito de Su Ilustrísima, recorrió las ciudades de Palermo, Milán, Florencia, Venecia, Parma y Ferrara.

Imagen Medieval del Coliseo y alrededores [www.tripatlas.com]