Condes de Santa Eulalia.

Cuenta la leyenda, que en las inmediaciones del Alto Vinalopó (Alicante), un aldea que en la actualidad no viven más de tres o cuatro familias, en las inmediaciones de los Prados de Santa Eulalia, esperaban a finales del siglo XIX la llegada de doña María Avial Peñas y su marido, el Vizconde de Alzira. Nadie podía adivinar por entonces lo que aquella joven mujer supondría en el futuro.

La Vizcondesa de Alzira había sido dotada en matrimonio por su padre a la de edad de 18 años que tenía en el momento del enlace matrimonial.

La pareja aportó el dinero suficiente para la creación de una empresa, que explotaría la propiedad del Conde de Alcudia. Un imperio de prosperidad estaba a punto de nacer: alrededor de las productivas tierras se construyeron diversidad de edificios para la vida social como viviendas para los colonos y todo ello rodeado de jardines, estanques, fuentes y estatuas.

Pero cabe destacar, que lo que gobernaba por su grandeza y exquisitez arquitectónica era el extraño palacio del Conde de  Santa Eulalia.

Los Vizcondes de Alzira y el Conde de Alcudia se vieron inmersos en una cadena tejida con eslabones de amor y odio. Don Mariano de Bertodano se ganó el desprecio de su esposa, la vizcondesa doña María, que miraba con buenos ojos al conde don Antonio de Padua. Las desavenencias conyugales acabaron explotando. Él se fue y ella se quedó con la compañía amorosa del conde, pasando de ser la Vizcondesa de Alzira a ser más conocida como La Condesa. La sociedad empresarial se disolvió y los amantes quedaron a cargo de la colonia.

La hacienda prosperaba. El teatro Cervantes, la licorería y el casinete, como llamaban al casino que regentaba la vizcondesa, inundaban las noches de ocio y convertían aquel lugar apartado de todo en un enclave de fiesta y diversión muy famoso en los alrededores.

Dicen que la vizcondesa andaba despechada porque el conde era un mujeriego y se consolaba entregándose al juego y al desenfreno en las noches de la Colonia de Santa Eulalia. Un día el conde se enteró durante uno de sus viajes a Barcelona de que su amante estaba al tanto de sus escarceos y, para vengarse, había transformado el casino en un burdel. Don Antonio de Padua regresó de inmediato para comprobar qué estaba pasando en el casino. Allí se vio seducido de nuevo por los encantos de doña María y, enfebrecido, apostó y perdió todo su dinero en aquella casa del placer. Arruinado y borracho, salió al jardín y tropezó en la fuente que se situaba  delante del palacio, donde halló la muerte, pues se ahogó al caer con medio cuerpo, torso y cabeza, dentro del agua.

Cuenta que cada vez que una mujer de apariencias similares a la condesa hace acto de presencia en aquel lugar, el Conde vuelve de su destierro del más allá y hace acto de presencia, pero esto no acaba aquí pues es curioso y significativo que todas las familias que han llegado a vivir en este lugar han quedado separadas de una u otra forma.

MC Ediciones Passeig Sant Gervasi, 16-20 08022 – BARCELONA. Disponible en:

http://www.masalladelaciencia.es/reportajes/lugares-encantados/237-los-fantasmas-del-palacete-de-santa-eulalia


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