Cuenta la historia que Nicolás Perich, Alcaide y defensor del Castillo de Santa Bárbara, murió defendiéndolo, oponiéndose a la voluntad de rendir la plaza ante Aragón pues él: “juró fidelitas (fidelidad) a su señor castellano”. Tan grande era la lealtad de este súbdito que, cuando cayó la muralla don Nicolás defendió, piedra a piedra, su honor. En mitad de esta pelea herirá a Don Berenguer, amigo de Jaime II, que viendo que su señor estaba batiéndose en duelo con el castellano, intervino apoyando a su soberano. Esta intervención le salvará la vida, pero como contrapartida tendrá el resultado de la muerte de Perich. Su cuerpo quedó tendido sobre la fría piedra del suelo, con la espada derecha empuñando su espada y la izquierda asiendo, fuertemente, las llaves de la fortaleza, negando, con tal hecho, la rendición. Tan grande fue la lealtad del alcaide que tuvieron que cortarle la muñeca para poder quitárselas, al igual que el resto del cuerpo que fue despedazado y entregado a los perros.
La historia siempre es más cruel que la triste realidad, y hoy por hoy, una mano cortada aferrando unas llaves es parte del escudo de la fortaleza de Santa Bárbara. Esto es la historia, o se supone, pues de aquí nacerán varios, mitos, leyendas o, para algunos dogmáticos: “irrealidades”. La primera de ellas dice que el día que la mano de piedra se abra y deje de sujetar los preciados “fierros”, la ciudad de Alicante será conquistada ante cualquier enemigo (la historia nos ha demostrado que esta fortaleza goza de fama de inexpugnable. Alicante nunca fue conquistada, ni por los Ingleses en la guerra de sucesión -1700-1713-, ni por Napoleón 1808-1812- cuando invadió la Península Ibérica junto con Lisboa y Cádiz son las únicas tres ciudades que se “salvaron” de la invasión francesa-). Parece que la maldición de Perich y el reconocimiento de lealtad por parte de sus asesinos, sirvieron para algo. Otra leyenda que nacerá de esta acción es, como no podía ser de otra manera, que, año tras año, el día que tal combate se llevó a cabo, vuelve a suceder. Dicen que en esa fecha, de madrugada (que es cuando sucedieron los hechos), podemos oír caballos, ruidos de espadas, injurias, gritos… todo el fragor de la batalla. Pero hay una tercera más romántica: Cuentan que cuando hay peligro para ésta ciudad, cuando un invasor se acerca, se puede oír y ver a Don Nicolás Perich, vestido como aquel triste día, dando órdenes a su ejército para defender la urbe. Cuentan que este alcaide leal y fiel, no sólo juró fidelidad a su Rey, sino también a la ciudad que tenía bajo sus pies. Cuentan que cuando juró dijo: “la defenderé con mi honor por siempre”, y eso es lo que sigue haciendo, pues la muerte, como siempre ocurre en las leyendas, puede ser vencida por la lealtad, la fidelidad y el honor.”