Cuenta la leyenda que en la ladera de el Puig Campana hubo un gigante llamado Roldán, era el dueño y señor de todo aquello y vivía en una cabaña que él mismo había construido. Tenía todo lo que un gigante de sus características podía querer… pero no era feliz, le faltaba el amor.
Cuentan que un día conoció a una bella jovencita de la que quedó enamorado. El amor fue mutuo y ambos vivieron su romance en la cabaña del gigante. Desde aquel día Roldán hacía todo lo posible por complacer a su amada dándole toda clase de caprichos y comodidades para que se sintiera cómoda y feliz.
Pero un día, Roldán volvía a su cabaña se cruzó con un extraño que le dijo que a su bella doncella le quedaban muy pocas horas de vida, justo las que quedaban para que el sol se pusiese por la ladera de la montaña. Al final del día su joven amada moriría sin remedio.
Roldán partió corriendo hacia su cabaña y comprobó como su amada poco a poco iba apagándose. Conforme pasaban las horas y el sol bajaba, ella se encontraba peor. Ante la impotencia, el coloso salió furioso a recriminarle al sol. Entonces recordó la frase del extraño “cuando se oculte el sol morirá” Enfurecido salió corriendo hacia la cumbre del Puig Campana y de un puntapié rompió un trozo de montaña dejando así pasar el sol unos minutos más. Bajó corriendo a por su amada para intentar alargar el máximo tiempo su vida, pero el sol no tardó en ponerse.
Roldán no pudo dejarla por lo que se dirigió como un sonámbulo hacia el mar en busca de la luna con la esperanza de que su luz la salvase. Al no funcionar, la enterró en el nuevo islote y se quedó junto a ella el resto de sus días, “se abrazó a ella para con su cuerpo seguirla amparando y protegiendo por toda la eternidad”
Cuentan, que el trozo de roca que salió disparado del puntapié que Roldán le dio a la montaña del Puig Campana fue a parar al mar de Benidorm.