Isabel la Católica (1475-1504) nació en Ávila el 22 de abril de 1451 como descendiente de Juan II de Trastámara e Isabel de Portugal. Desde pequeña estuvo al lado de su madre en el Castillo de Arévalo. A la vez que Isabel cumplía los 16 años, tuvieron lugar una serie de hechos en su familia que llevaron a que Isabel tuviera que ocupar el tono de Castilla a la muerte de su hermano Enrique IV. Para convertirse en reina, Isabel fue destinada a casarse con su primo segundo Fernando de Aragón, el cual era además rey de Sicilia. Este enlace suponía la concepción de la nación española bajo los reinos de Castilla y Aragón.
El matrimonio entre los reyes católicos fue consumado ante jueces, regidores y caballeros, que como era costumbre en esa ápoca dieron fe de la virginidad de la esposa. Según algunos autores como Lucio Marineo Sículo, a pesar ser este un matrimonio acordado, Isabel adoraba y amaba a su marido de tal manera que se mostraba celosa por si él tenía ojos para otra mujer; incluso se dice que llegó a despedir a las doncellas del reino que la importunaran en este sentido. Por ello, Isabel solía rodearse de damas de compañía de escasa belleza o con defectos físicos notables.
Según algunos cronistas Isabel era una mujer fuerte que no dejaba denotar dolor alguno e hizo gala de ello en su primer embarazo un año después de su matrimonio, del que nacerá la princesa Isabel. En cambio, lo que sí que le importunaba era que el parto fuera presenciado por testigos y parece ser que ella misma pidió que se le tapara la cara con un velo para ocultar su sufrimiento y vergüenza. Otros escritos afirman el aborto de un hijo varón que Isabel sintió especialmente y pretendió ocultar a su marido Fernando. Tras ocho años sin concebir un hijo, Isabel realizó un peregrinaje a San Juan de Ortega que pudo dar sus frutos ya que Isabel engendró a su futuro heredero Juan, quién presentó notables debilidades de salud por las que Isabel mostró su preocupación. Finalmente será su posterior hija Juana la postulante al trono y tendrá otras dos hijas más: María y Catalina.
La reina Isabel comenzó a ver resentida su salud y muchos postulan que se debió a los grandes sufrimientos que tuvo que vivir por la muerte de varios de sus hijos. En el año 1504 falleció a los 54 años de edad al parecer debido a síntomas febriles aunque algunos autores hablan de otro tipo de enfermedad mortal.
Isabel fue en definitiva una mujer femenina, que veló por el amor hacia su marido y sus hijos ya que ejerció su papel de madre con gran dignidad y acierto. Sin embargo Isabel era ante todo una reina que supo estar a la altura en todo momento y que profesó una gran fe religiosa. Incluso hoy en día nos resulta un tanto extraño pensar que una mujer pudiera tener tanto poder y protagonismo en la época moderna, dedicando su vida a la guerra y la justicia pero también a las artes y las ciencias a la vez que ejercía de puertas para adentro de madre, esposa mujer.