En tiempos de Sixto V vemos aparecer una lucha muy difícil entre la Corona y la Santa Sede con respecto a la cuestión del control de los obispos. Durante el pontificado de Sixto V, se obligará a los obispos a acudir ante el papa para dar cuenta de la “situación de su diócesis” y de la actividad que desarrollan.
Todo eso corresponde precisamente a una tradición cristiana que se hacía antiguamente: “la visita a Roma que los obispos deben realizar periódicamente en señal de obediencia al Papa y de comunión con la Iglesia”. Es lo que se llamaba visitatio ad limina apostolorum.
Esta obligación de acudir ante el papa, Sixto V la establece en la constitución Romanus Pontifex firmada en 1585. Una vez que el obispo hadado cuenta de la situación de su diócesis, la Congregación para la Interpretación del Concilio hará algunas recomendaciones al obispo.
Con todo eso, el Papa reafirma “la autoridad absoluta del Pontífice sobre la Iglesia” e incluso sobre los obispos.
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