Al final de su reinado, justo antes de su muerte, no le faltaban las preocupaciones a Felipe II. En efecto, estaba en guerra, en el mar, intentando responder a las agresiones de Isabel de Inglaterra por medio de un desembarco en la tierra irlandesa, poco afortunado.
Mientras tanto, también, Felipe II tuvo en consideración y satisfecho el deseo del papa de la época, Clemente VIII, último papa del reinado de Felipe II, que había hecho peticiones. En efecto, estaba “deseoso de otra Liga Santa” para intentar refrenar el Turco en la frontera con Hungría, que mandaba o mejor dicho ordenaba que les diera a su legado, Camilo Borghese, la suma total de 700.000 ducados.
Pero también, no hay que olvidar que la misión del archiduque Alberto era de declarar otra vez la guerra a Francia, contra Enrique IV, lo que desembocaría en una fuerte ofensiva en la frontera norte.
En pocas palabras, la guerra estaba “abierta en tres frentes: en el mar, en el norte de Francia y en la frontera con Holanda.”
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