Oposición de Felipe II a las visitas ad limina establecidas por Sixto V

El cumplimiento de la visita ad limina es muy desigual al principio, no todos los obispos acuden a Roma. En particular, los de la Monarquía Hispánica no la cumplían, y al entender lo problemático que era el asunto, el nuncio pide al Papa convocar directamente a los obispos sin pasar por el Rey, sin esperar la aprobación del Rey. Además, los consejeros de la Monarquía, el secretario Idiáquez insisten mucho en el hecho de que los obispos tienen 4 años para hacer la visita, y que tienen todo el tiempo pero en realidad no dicen todo ya que son 4 años a partir de la fecha de consagración del obispo.

Esta nueva medida no es para nada del gusto de Felipe II y ya que el nuncio insiste mucho para que los obispos se vayan a Roma, el Rey tendrá que declarar abiertamente su oposición. Pues va a pedir a su embajador en Roma que pide al Papa el derecho para los obispos de la Península Ibérica de no ir a Roma. Por eso evoca el inconveniente que era una ausencia tan larga de los obispos en sus diócesis respectivas.

Pero el Papa se niega y pide al nuncio incitar al viaje a los obispos que seguirán sin ir a Roma. De hecho, en junio de 1587, el nuncio quiere llegar a un acuerdo con Felipe II para que deja ir cada año a tres o cuatro obispos de os que quieren ir. Pero el Papa solo quiere “que cada uno reconozca su obligación y la reverencia que se debe a esta Santa Sede”.

Al fin y al cabo, en diciembre de 1587, Felipe II decide “dejar en libertad a los obispos”.


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