A pesar de las treguas firmadas entre Francia y España, Enrique II aprovechó la subida al pontificado de Paulo IV, enemigo de la Monarquía católica, para expulsar a todos los españoles de Italia. Pues con el apoyo de Paulo IV, Enrique II envió “un poderoso ejército a Italia bajo el mando del duque de Guisa”. Tenía como objetivo tomar Nápoles.
Enrique II y Paulo IV tenían un acuerdo secreto que era que la expulsión de los españoles de Italia sería recompensada con la cesión de Nápoles y de Milán a dos de los hijos del rey.
Para justificar la ruptura de las treguas, Enrique II utilizo el falso motivo de la guerra del Papa contra España, de hecho no podía aceptar que se atacase al Papa.
Pues, Felipe II como solía hacerlo, se baso en la opinión de algunos teólogos y una vez que uno de los teólogos, Melchor Cano le dio el visto bueno, ordeno al duque de Alba “a que procediera manu militari contra el Papa”, defendiéndose contra el señor temporal enemigo de España, que quería privar al rey del reino de Nápoles que sus antepasados le habían dejado.
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