A la muerte de Paulo IV, el Papa que había trastornado la quietud y el sosiego en la Cristiandad, se nota todo el protagonismo de Felipe II. En efecto, Felipe II va a pedir a su embajador en Roma y también al “partido hispano dentro de la curia” que fuese elegido un Papa que fuese favorable y que favorezca la reanudación del Concilio. El que fue elegido para este cargo fue Pío IV.
Pero todavía Felipe II tenía que arreglar un problema o sea si seria un nuevo Concilio o si sería la continuación del Concilio de Trento. Y como para rendir homenaje a su padre optó por la continuación del Concilio tridentino.
Sin embargo, la convocatoria que había realizado el Papa Pío IV no correspondía precisamente a sus deseos pero “como al fin se volvió a elegir Trento, el Rey dio ordenes a los obispos y teólogos de sus dominios que acudieran a la cita”.
Al final, el Concilio permitió asegurar la fuerza y la seguridad del mundo católico y Felipe II será “el campeón del catolicismo europeo” ya que será siempre conforme a sus ideas y principios.
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