El puto ladrillo de los cojones

Buen título para un artículo, ¿verdad? A ver si atrae a más lectores 🙂

¿Me dejará alguien algún comentario diciendo que “le han ofendido mis palabras”?

Durante el último año me he cruzado con varios arquitectos que se han tenido que reconvertir. Y no me refiero a “arquitectos de aplicaciones” o “arquitectos de la información”, sino a arquitectos “de verdad”, de ladrillo y cemento.

El primer contacto fue en junio del año pasado, cuando un arquitecto que hacía páginas web me hizo una consulta. Sí, le contesté, pero también le expuse mi opinión sobre “un arquitecto haciendo páginas web”. ¿Quieres intrusismo? Pues entonces tengamos todos intrusismo. Pero desgraciadamente no es así, como expuse en Sin tetas no hay paraíso, la situación es bastante desigual entre unos profesionales y otros: unos están “protegidos”, mientras que a otros se les echa a los pies de los caballos, perdón, del paro, porque claro, si luego cualquiera, haya estudiado lo que sea, puede hacer tu trabajo, pues es normal que haya paro entre los informáticos, aunque sea un sector en expansión.

Como digo, durante el último año me he cruzado con varios arquitectos, ingenieros de obras públicas y otras profesiones similares que están apuntados a mi curso iDESWEB, Introducción al desarrollo web. Me parece excelente, yo no le cierro las puertas a nadie, el curso está hecho para todo el mundo. Pero espero que mi curso no se convierta en “caldo de cultivo del intrusismo”.

Hace dos días recibí un correo electrónico con una duda. La resolví y le pregunté a la persona de dónde me escribía, por qué estaba haciendo el curso y a qué se dedicaba. Su respuesta fue:

Le escribo desde Sevilla,  estudie Arquitectura Técnica en la Universidad de Sevilla, ahora compagino trabajar en el diseño gráfico con el grado de ingeniería en tecnologías de la información por la UNED y gracias a su curso también aprendiendo a programar páginas web y creo que esta combinación me permitirá un buen camino, porque entenderá que los ladrillos me iban a llevar ya no lejos de Sevilla, si no más bien lejos de Europa.

Sí, el ladrillo le podría llevar a China, donde parece que se está cocinando la burbuja más grande de la historia.

La situación es muy, muy triste. Estudiar varios años, dedicar varios años de tu vida a prepararte para algo que luego no te va a servir para nada debe ser muy triste. Así que, aunque muchos practiquen el intrusismo y me parezca muy mal, tienen en parte mi simpatía, ya que no les queda más remedio.

Los que no tienen para nada mi simpatía son los que “gobernaban el barco” y han dejado que esto ocurriera. La corrupción es una nimiedad comparada con todo el mal que han causado debido a su ineptitud, o quizás debido a su gran aptitud y actitud para favorecer a unos pocos, como a la banca, a las promotoras y a las constructoras.

La promesa de un acceso a un vivienda digna fue una falacia. Una mayor oferta no condujo a una bajada de precios como ocurre en otros sectores, sino a todo lo contrario, condujo a una escalada de vértigo de los precios. Y muchos ahora se están quedando en “la puta calle”.

La promesa de un crecimiento económico fue una mentira. El crecimiento estaba sustentado en endeudarse hasta las cejas, y ahora, y los próximos cincuenta años, lo tendremos que pagar.

Y se veía venir, desde hacía mucho tiempo, pero nadie quería ser el primero en ponerle “el cascabel al gato”. Así que todos miraron hacia otro lado.

A nivel de la educación universitaria se tendría que haber organizado correctamente la oferta de estudios. Se tendría que haber pensado a cinco, diez, quince o veinte años como mínimo. ¿Qué necesita España dentro de veinte años? ¿Más arquitectos? Pues no, las cosas tienen un límite, el infinito sólo existe en las matemáticas y parece ser que el tamaño del universo también es infinito (no está claro), pero ya está, no hay nada más que sea infinito. Bueno, sí, una cosa, la estupidez de algunas personas….

Parece que la solución para salir de la crisis es volver a sus orígenes, al ladrillo. Proyectos como Eurovegas, en el que se prometen 50.000 puestos de trabajo (cada vez dan una cifra distinta, hace poco el presidente de la Comunidad de Madrid prometía 250.000 empleos) se presentan como la salvación, ¿pero qué son 50.000 o 250.000 puestos de trabajo frente a 5.000.000 de parados? Además, yo he estado en Las Vegas, y lo que no se permite en otros sitios de Estados Unidos porque es ilegal (y está mal visto por la mayor parte de la sociedad), como beber por la calle o fumar en espacios públicos cerrados, allí es totalmente legal. Aquí en España, los que “gobiernan el barco” un día aseguran que no se cambiará la ley, pero al día siguiente manifiestan que “serán flexibles”.

¡Viva el puto ladrillo de los cojones!

Profesor del Departamento de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad de Alicante (España). Interesado en el desarrollo y la accesibilidad web.

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