La evolución de la artillería y sus consecuencias en la fortificación. La monarquía española.
La evolución que sufrieron las armas de fuego a finales del siglo XV supuso un gran impacto para el hombre de la época. De pronto, siguiendo un sencillo “ritual” que terminaba por encender una mecha, un hombre podía poner en marcha un artilugio que podía causar la muerte de muchos otros y grandes destrozos, hasta entonces, inimaginables.
La ferocidad que alcanzaron los instrumentos de artillería llevó a los grandes técnicos del arte de la fortificación a modificar las estructuras de sus construcciones. Se empezó a disminuir la altura de las fortalezas, se inventó el baluarte con el propósito de que con sus ángulos fuera más vulnerable la trayectória de los proyectiles, se desecharon los torreones circulares medievales para dar paso a nuevas técnicas constructivas que absorbieran los impactos de los proyectiles sin derrumbarse. Además, la fortificación emepezó a adquirir un carácter no solo defensivo, sino también ofensivo.
La monarquía española fue una de las más avanzadas en la incorporación de la nueva ciencia de fortificación; concrétamente, fue en tiempos de Carlos V cuando se definió la fortificaión abaluartada de mano de los grandes arquitectos italianos y se pasó de la fortificación medieval a la fortificación moderna.
A pesar de ésto, el los inicios del reinado de Carlos I, los “agermanats” manifestaron al monarca el malestar que los ataques e incursiones piratas causaban en tierras valencianas y prácticamente en todo el levante mediterráneo.
Quiza fue que el emperador no tuvo tiempo ni de relfexionar ni de poner los medios suficientes, pero no fue sino, tras muchos años de agresiones y cuando el emperador iba ya a renunciar al trono, cuando se trazó un plan de fortificación de la costa de mano del duque de Maqueda, virrey de Valencia, que terminaría aplicándose, de forma tardía, ya en tiempos de don Felipe II.
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