La piratería. Entre historia y leyenda.

Para entender y poder estudiar realmente la historia, y especialmente la historia a la que nos referimos en éste blog; envuelta en tiempos difíciles, de miedos y temores a los piratas y a todo lo que venía del mar; es conveniente atender también a la cultura popular a la hora de intentar comprender los hechos históricos.

La historiografía de la época a veces fue poco precisa a la hora de hacer constar todos los ataques y de atribuirlos con certeza al autor real de las fechorías. En éste sentido, a veces se ha llegado a confundir la historia de la leyenda y más todavía en éstos sucesos (ataques piratas) que infundan tanto temor a la polación.

Hay certeza de muchos lugares de la provincia que se convirtieron en rincones de reunión de piratas como lo fueron las ruinas de la pobla medieval de Ifach o la illeta de Altea, pero también se sabe que muchos de los relatos de piratas que se conocen son más bien leyendas que hechos históricos

En torno a ésto, desde ésta entrada se pretende que los visitantes aporten historias de piratas que se cuenten en los pueblos y las zonas de la provincia que unas centurias atrás fueron testigo de ataques e incursiones piratas; relatos que se sitúen entre la historia y la leyenda, ésta última tan característica de los piratas.

En Altea se conoce una historia que se sitúa entre la leyenda y la historia y es la de “La cova de la dona”:

“Cerca de Altea, en un lugar solitario llamado el Corral de Enrós, vivía un joven matrimonio. Vivían en aquel apartado lugar mientras les arreglaban una casa en el pueblo, y en las ocasiones en que el marido tenía que hacer algún viaje, la mujer se quedaba sola.

Una de las veces que él se hallaba ausente, desembarcó cerca de Altea una partida de piratas moriscos. Se acercaron a la costa aprovechando la niebla y la oscuridad de la noche, y parte de ellos se dirigieron al Corral de Enros. Forzaron la puerta de la morada, cargaron lo que les pareció de valor y se llevaron a la fuerza a la dueña, a la que nada le sirvieron suplicas ni gritos de socorro. Una vez a bordo, fue presentada al capitán de la nave y este admirado de sue hermosura, decidió ofrecérsela como regalo al rey de Argel. Dio orden a los marineros de que la respetaran a rajatabla diciendo también que le quitasen las ligaduras a fin y efecto de concederle una relativa libertad.

Apenas se habían separado de la costa cuando la guardia de la costa descubrió la presencia de las naves argelinas. En el castillo de Altea y en las torres de Capnegret, la Galera y el Mascarat se tocó a rebato. Los moros izaron las velas y remaron con todas sus fuerzas. Al poco tiempo el mar comenzó a agitarse y el cielo se oscureció amenazador. Se amainaron las velas, la tripulación se alborotó y la cautiva aprovechando la agitaciones abordo, se tiró al agua y consiguió escapar. Cuando pasó el peligro, volvió la calma y advirtieron la desaparición de la prisionera, era ya demasiado tarde para emprender su búsqueda.

La animosa joven nadó con toda su energía hacia la costa, pero su esfuerzo habría resultado inútil de no haberse encontrado una barquita que las olas habían arrebatado de la cubierta de una de las naves moriscas. Subida en tan frágil embarcación, sin timón y sin remos, se entregó a la voluntad del viento. Éste la impulsó en un principio hacia la costa argelina, donde la hubiese esperado la esclavitud; pero repentinamente cambió de dirección y la desgobernada navecilla se dirigió hacia la Serra Gelada. Corría el peligro de estrellarse contra las peñas; pero quiso la providencia que fuese a entrar por la abertura de una cueva.

Al cabo de unos días , unos pescadores encontraron en su interior el cuerpo inerte de la hermosa mujer. Creyendo que estaba muerta, algunos de ellos fueron a avisar a la justicia. Los que se quedaron velándola advirtieron que respiraba; la reanimaron como buenamente pudieron dándole agua e improvisaron después un lecho para ella. Cuando llegaban las autoridades, se había reanimado del todo.”


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