El 15 de noviembre de 1549, desde Bruselas, envía Carlos V un conjunto de advertencias con respecto al método y cuidado que se debe tener durante el crecimiento de su nieto. Se encomienda a Francisco de Medrano que se encargue del vestuario y alimentación, siguiendo las observaciones que reciba de Leonor de Mascareñas, y se acredita a Luis Sarmiento para controlar los pagos y formalizar las correspondientes rendiciones de cuentas.
No parece que su intervención tenga como objetivo la formación de una casa, a pesar de que hay comprobantes que le atribuyen determinada servidumbre: Franciso Osorio, limosnero; Gaspar Muriel, despensero mayor de la mesa; Fernando Ortiz de Bibanco, veedor de los gastos; Fernán Álvarez Osorio, encargado de la plata y la ropa: Jorge Suárez y Juan López, reposteros de camas; Juan de la Peña y Pedro Hurtado, reposteros de estrado; Juan Bernaldo, aposentador; tres pajes llamdos don Benito, don Antonio y don Alonso de Teves; dos cocineros, un brasero, un portero, una lavandera y una esclava llamada Antona, incluyendo, claro está, a la arraigada Leonor de Mascareñas.
La extensa lista de criados y que doña Juana se hubiese instalado en Toro con su sobrino, me hace suponer que este contingente dependía de la casa de la infanta, aun cuando en sus quehaceres atendieran al servicio de Carlos de Austria.