Francisco Jiménez de Cisneros nace en Torrelaguna (Madrid), en el año 1436, y muere en Roa (Burgos), en 1517. Realizó sus primeros estudios en Roa y Alcalá de Henares y en Salamanca finalizando los mismos con el grado de bachiller en derecho. El 22 de Enero de 1471 es nombrado por el Papa Paulo II arcipreste de Toledo con el desagrado del Arzobispo de Toledo D. Alfonso Carrillo. Siente inquietud interior y en 1484, se hace franciscano. Contra sus propósitos orientados a la vida de retiro se vé ascendido a las dignidades eclesiásticas. En la primavera de 1494 Vicario Provincial de los franciscanos de Castilla, el 20 de Febrero de 1495 Arzobispo de Toledo por decisión de la reina Isabel I de Castilla, siendo cuestionado dicho nombramiento por las dignidades de la Iglesia . Seguidamente prepara un programa de renovación de la Iglesia, e incluso para toda la provincia de Toledo. Con objeto de llevarla a cabo obtiene amplias facultades del papa Alejandro VI, y reúne Sínodos diocesanos en Alcalá en 1497 y en Talavera en 1498, promulgando nuevas Constituciones inspiradas por criterios pastorales a, sí mismo dictó prácticas para la cura de almas precursoras de las leyes tridentinas que regulan la vida pastoral.
Al propio tiempo dirigía y promovía la reforma de los religiosos españoles, principalmente de su Orden Franciscana. El Papa Alejandro VI le encomendó el 5 de Julio de 1495 la visita y reforma de los religiosos de su diócesis, el 26 de Diciembre lo constituía visitador y reformador de las Ordenes Mendicantes en España. Se preocupó especialmente de la reorganización y fortalecimiento interno de las Congregaciones de Regular Observancia, de la superación del conventualismo y de la dotación económica y adecuada dirección espiritual de los monasterios femeninos reformados, los cuales por disposición de Alejandro VI, debería depender en delante de la parte reformada de su respectiva Orden. Su esfuerzo renovador se dirigió principalmente a las casas religiosas castellanas pero llegó también a los religiosos aragoneses.
Desde noviembre de 1499, siguiendo consignas de los Reyes, dirigió personalmente una campaña de evangelización de los moros granadinos. El método seguido para presionar a los moros a aceptar el bautismo – dádivas, castigos, amenazas, etc. -, entonces muy corriente y hasta justificado teóricamente, y, especialmente, su eficacia inmediata, provocaron tumultos y levantamientos en Granada y en las Alpujarras. Cisneros, que vivió muy de cerca los sucesos, relata en sus cartas esta experiencia misional que él creía comparable a la de la primitiva Iglesia. Las conversiones se produjeron a miles, llegando la fama hasta el papa, que felicitó a Cisneros. Pero estas experiencias eran para Cisneros fugaces. Cada vez iba alejándose más de la vida pastoral directa. Alboreaba el siglo XVI con dolorosos presagios ; guerras en Andalucía y en la frontera pirenaica, enfermedad y muerte de su regia penitente Doña Isabel, con los inevitables cambios en el panorama político castellano. Desaparecida la reina Isabel, Cisneros siguió apoyando al regente D. Fernando Tras discusiones y divergencias entre D. Fernando y Felipe I, se llegaba por mediación de Cisneros, a la Concordia de Salamanca de 24 de septiembre de 1505, agravándose todavía más el ya tenso ambiente castellano.