El alumbradismo pretendía surgir de las fuentes mismas de la vida cristiana, en las que creía haber descubierto la clave de la religiosidad verdadera, no consistente en las manifestaciones y posturas externas, sino en la docilidad interior la gracia y a la moción del Espíritu. Por ello aunque los alumbrados no atacaban de frente a la institución eclesiástica, ni se retraían del culto oficial, era claro que no tenían la menor simpatía a las formas recibidas de cristianismo, las cuales reprobaban como elementos de un sistema caduco y de menguada eficacia. El alumbradismo habría pasado como una tormenta de verano sobre el campo feraz de la religiosidad española si no hubieran inquietado sus alianzas con los partidarios de Erasmo y los cultos admiradores de Martín Lutero, que constituían una élite religiosa de objetivos afines, aunque sus postulados teóricos fueran muy diferentes. Los inquisidores y los teólogos no acertaban a distinguir lo específico en cada una de estas corrientes. fue un hecho patente antes de 1558.
El grupo principal de alumbradismo de Castilla radicaba en Guadalajara, y a él pertenecía la beata Isabel de la Cruz, terciaria franciscana de origen burgués, Pedro Ruiz de Alcaraz, casado y padre de muchos hijos, y María de Cazalla viuda, con larga descendencia de hijas solteras, y su hermano Juan fraile franciscano, el cual fue capellán de Cisneros.
También pertenecían a este movimiento las casa de Mendoza y Villena.
En Medina de Río Seco se encontraba el almirante de Castilla Fadrique Enríquez, a quien estaban vinculados los Apostólicos de Medina.
Específicamente alumbradas son aquellas proposiciones en las que se afirma que el amor de Dios en el alma es “ Dios mismo “ y que quines se dexan a él no tienen necesidad de otra cosa para salvarse.