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Pronunciación griega: los ejemplos de R. Irigoyen y C.M. Aguirre

Lo dejaba caer hace poco el prolífico y siempre original Ramón Irigoyen en el didáctico prólogo de su edición bilingüe del Prometeo encadenado, al hablar de la necesidad de leer en voz alta los clásicos:

La filología clásica, que tantas maravillas científicas nos ha ofrecido, sólo ha cometido dos errores graves: imponer en las aulas la pronunciación erasmiana del griego en detrimento de la pronunciación del griego moderno y, con todas las excepciones que se quieran, aparcar para los días de su próxima reencarnación el estudio del español que, en principio, conlleva una buena asimilación del verso y de la prosa de nuestra lengua.

El porqué del error, lo explica Carlos M. Aguirre, profesor del IES Azuqueca de Henares en una reciente colaboración enviada al portal Culturaclasica.com. En este artículo se señalan algunas de las las ventajas e inconvenientes de ambos sistemas de aprendizaje, al tiempo que se cuestiona el miope filohelenismo de nuestra tradicional filología clásica:

Al enseñar griego clásico con pronunciaciones reconstruidas estamos, sin darnos cuenta, despreciando la unidad cultural y espiritual del pueblo helénico. Es incomprensible que para la Filología Clásica el amor al helenismo parezca acabar en el siglo IV a.C. Cuando usamos la pronunciación histórica estamos enseñando a nuestros alumnos a amar a Grecia desde el primer verso de la Ilíada hasta el último de Οδυσσέας Ελύτης, desde la primera piedra blanca de la Ἀκρόπολις hasta el último mosaico arruinado de Ἁγία Σοφία, desde el primer rayo de sol sobre los olivos chipriotas hasta el último grano de arena en las playas de Homero…

Y es que cuando se conoce de cerca al pueblo griego y se convive con él, como hicieron Irigoyen y Aguirre, se recorre un camino del que ya no hay vuelta atrás. Es cuestión de coherencia.