Los nombres de la lengua

Los nombres de la lengua

 

Esa conciencia de que hablaban la lengua de España se manifiesta en los nombres que los sefardíes repartidos por todas las partes de la geografía, han dado a su propio idioma: español, españolit, español ladino, franco español, romance español, o sefardí, sefaradí, lesón, sefaradim,  o lingua sefaradit.

 

Los sefardíes tenían muy clara la procedencia hispánica de su idioma, no es menos cierto que lo mantuvieron y conservaron no tanto por ser un recuerdo de España, aquella de la que habían sido expulsados de su seno, como porque la sentían como un rasgo propio y distintivo, que los caracterizaba frente a los pueblos que los  rodeaban. De ahí que diesen a su lengua denominaciones derivadas de su propia condición de judíos: judesmo o simplemente judió o jidió. La identificación de judío con la lengua española queda bien ejemplificada en multitud de anécdotas, como aquella de un sefardí oriental que, al oír hablar castellano a un sacerdote español, exclamó “¡un cura judío!”.

 

 

                                                                 Periódico sefardí Salom

 

Así pues, los sefardíes tenían conciencia de que lo que hablaban venía de España, pero sobre todo de que era suyo, patrimonio inalienable de su pueblo. Esta vinculación casi sentimental con la propia lengua se pone de manifiesto en el nombre que daban los sefardíes de Marruecos a su dialecto: haketía, que es un término afectivo y cariñoso en su lengua.

 

  • El ladino

 

 

El término deriva del español latino y se aplicaba en la Edad Media a un moro o a un judío que hablaba romance o lengua de los cristianos. Aunque a veces se ha llamado así al habla de los sefardíes, y de esta forma se la denomina actualmente en el Estado de Israel. En realidad el ladino es una lengua-calco del hebreo, que se utilizaba para trasladar a palabras españolas los textos litúrgicos escritos originalmente en la lengua santa.

 

Se trata pues, de una lengua artificial que en un principio se creó con finalidad pedagógica: el hebreo dejado de hablarse ya en la Edad Media y la mayoría de los fieles eran incapaces de captar el sentido de los textos religiosos, por lo que se recurrió a ponerlos en palabras castellanas para que el texto así ladinado sirviese de guión a estudiantes, fieles y cantores de sinagogales; a raíz de este uso, el ladino entró también en la liturgia. Perno no fue verdadera lengua de comunicación en la vida cotidiana.

 

No es el ladino la única lengua de este tipo, sino que forma parte del grupo de lo que se ha dado en llamar hagiolenguas, es decir, “lenguas santas”, calco, utilizadas para verter textos religiosos en lenguas sagradas en la lengua vernácula. Por otra parte, esta hagiolenguas calco no son exclusivas de los judías, hay también en el islamopersa, el judeoalemán, judeoitaliano o judeogriego.

 

 

El ladino o judeocristiano calco muestra con respecto al texto-fuente hebreo un total literalismo, que se manifiesta en:

 

a) En el aspecto sintáctico hay ciertas relaciones con las contracciones sintácticas del hebreo. Tampoco existe tiempo presente en su función, la cumple el participio activo, donde encontramos formas de participio sin apocopar como comientes o apocopadas como temién (que teme) con valor de presente.

 

b) En la morfología: por ejemplo, se utiliza la palabra vidas en plural, porque su sinónimo hebreo hayim, “vida”, tiene la terminación –im de plural.

 

c) En la derivación lexicológica: se crean, por calco del hebreo, palabras como acuñadear (de cuñado) para expresar el cumplimiento de la ley del levirato, por la cual un hombre ha de casarse con su cuñada si ésta queda viuda.

 

d) En la semántica: por ejemplo, la palabra paz con el mismo campo semántico que en hebreo, donde salom significa “paz”, como “plenitud” o “estado de salud”.

 

e) En la elección de palabras castellanas más o menos homófonas de las hebreas que se traducen.

 

 De tal literalismo resulta una lengua totalmente artificial, muchas veces ininteligible si no se tiene delante el texto hebreo que sirve de fuente al pasaje ladinado.

 

Se ignora en qué momento comenzaron a realizarse traducciones ladinadas, pero se supone que su origen se remonta a la Edad Media peninsular. Aunque no se han conservado manuscritos medievales en ladino, la tradición de ladinamientos  de le Edad Media se refleja en los primeros libros religiosos impresos, ya en el exilio, durante el siglo XVI. En ellos, los editores hacen a veces alusión a una tradición antigua a la cual se ciñen, así lo indican por ejemplo, lo de la Biblia de Ferrara:

 

“fue forçado seguir el lenguaje de los antiguos Hebreos españoles usaron… y los ladinos tan antiguos y sentnciosos  y entre los Hebreos ya convertido en naturaleza.”

 

En suma, lo sefardíes llamaban habitualmente a su lengua de comunicación judesmo o español, distinguiéndola del ladino o lengua de calco,  aunque este término se haya introducido modernamente como sinónimo de judesmo; y judeoespañol es un cultismo tardío. Según palabras de B. Uziel:

 

“No es que últimamente que llaman al idioma sefardita ladino. Ladinar ande nosotros es sólo “hacer la traducción española de la Biblia”. Nosotros mesmos, el pueblo, llaman a nuestro idioma simplicemente español. Los entelectuales lo llamaban más tarde judeoespañol; ma mi agüelo, y los de su generación, la llamaban judesmo, que quiere decir “lingua judía” era “hablar el español”.

 

 

 

 


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