El segmento de los smartphones sigue creciendo sin parar, pero hay un problema que sigue generando muchos quebraderos de cabeza a los fabricantes y el resto de la industria: el de los robos de estos dispositivos.
No parece importar que los fabricantes hayan acudido a medidas como el célebre kill-switch o que las gamas de entrada sean cada vez más competitivas tanto en precio como en prestaciones: parece claro que robarte el móvil sigue siendo rentable. Y mucho.