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Los argentinos inventaron el sexo y los escoceses el glamour

Hablaba de la seducción que durante cierta época había provocado en algunos escritores e intelectuales el deporte del boxeo. Dije que para éstos el boxeo tenía glamour. La falta de acuerdo me arrastró a sospechar que quizá no coincidíamos en el sentido de glamour. Tenía por sabido que tener glamour es sinónimo de irradiar o poser encanto en grandes dosis, pero quizá no era tanto así.

Olvidé el asunto, pero unos días después la palabra me asaltó como un croché directo al mentón. Me encanta bucear por los fondos semánticos, abrir lo que guardan las palabras, advertir los cambios de sentido, sus ensanches y sus recortes. Aburro con esto. Acudí a la RAE y quedé bastante desencantado con la definición. Al parecer, el poco glamour de los académicos ha condicionado la descripción del término en el DRAE, más parca por superficial que por prudente.

Dice la RAE que glamour es un “encanto sensual que fascina”. Como un detective fascinado, decidí investigar: Fueron los escoceses. Ellos tienen la culpa.

Resulta que glamour y gramática una vez estuvieron unidas, como los continentes. En la antigüedad, para los escoceses tener grammar era hablar con una buena dicción. Tenían grammar  las personas que transmitían el conocimiento, que encantaban con su forma de pronunciar; vamos, como los actores de la Royal. Grammar estaba relacionado con los sabios, con los magos, también con la brujería. El término viajó hasta la corte inglesa, pero por el camino le dieron un poco de glam up. La crisálida grammar se transformó en mariposa glamour, que actualmente se define como “poseer un aire de irresistible encanto, que atrae, excita, sobre todo cuando es de una gran fascinación engañosa para los sentidos”. Indudablemente, esta deficinión británica tiene más glamour que la española. Por una vez, los británicos hacen de fogosos latinos y los españoles de circunspectos anglosajones.