«La cercanía del cuadragésimo cumpleaños añade ímpetu a cualquier proyecto. De repente la vida parece finita. Estás a mitad de camino, a media distancia del final. Tus amigos comienzan a quedarse calvos y se dedican a comparar escuelas secundarias; ese reborde de carne que reposa sobre el cinturón forma ya parte de ti; es demasiado tarde para aquellas cosas que habías pospuesto desde los veinte: correr una maratón en menos de tres horas, cambiar de profesión, construir una casa. Los cuarenta es una edad tan buena como cualquier otra para sentir pánico.» (19-20)
Nicholas Crane, Un sendero entre las nubes.