«¿Y qué decir sobre Din? A pesar de mis intenciones, su recuerdo se fue apagando poco a poco. Aprendí a alejarlo de mis pensamientos, a borrar el recuerdo de nuestras conversaciones, a calmar el ardiente deseo de revivir cada momento pasado a su lado, y a olvidar el efecto que su voz provocaba en mis oídos, que sus manos provocaban en mi piel, que su amor provocaba en mi corazón. No quería que el recuerdo de Din se convirtiese en un tormento para mis sueños o que invadiese mi corazón. Se había ido, y yo poco a poco lo iba dejando partir. O más bien, poco a poco me liberaba de él.
De tanto en tanto, sin embargo, pensaba en cruzar el océano para reencontrarme con él.» (404)
Belinda Starling, La encuadernadora de libros prohibidos.