«Sería el tiempo mejor empleado. En vez de este desperdicio. Tendrían que tumbarse todos juntos en la cama y quedarse allí, no hacer ya nada más. Debería decírselo a toda familia que pasa, que pase por aquel parque. Tan miserable y frágil como la suya. El domingo lo hacían de vez en cuando. Se quedaban en la cama todos juntos bajo las mismas sábanas. Tal vez fuera ése el paraíso. El tiempo eterno.» (187)
Margaret Mazzantini, Nadie se salva solo.