«Cada día de la vida es el irrepetible acorde de una música que se ríe de la muerte. El peligroso Miguel se ha pasado de vivo y los dueños de El Salvador deciden comprar un asesino para que la vida se vaya con la música a otra parte.
El asesino trae un puñal escondido bajo la camisa. Miguel está sentado, hablando a los estudiantes en la Universidad. Les está diciendo que los jóvenes tienen que ocupar el lugar de los tatitas, y que es preciso que actúen, que se jueguen, que hagan cosas, sin cacarear como las gallinas cada vez que ponen un huevo. El asesino se abre paso lentamente entre el público y se va corriendo hasta ubicarse a espaldas de Miguel. Pero en el instante en que alza el filo, una mujer pega un tremendo alarido y Miguel se tira al suelo y evita la puñalada.
Y así ocurre el duodécimo nacimiento de Miguel Mármol, a los setenta años de edad.» (268)
1975, San Salvador
Eduardo Galeano, Memoria del fuego, III. El siglo del viento.