«Dice Walter Benjamín que ser feliz significa percibirse a uno mismo sin temor; quizá porque empecé a ser consciente de que nada importante tenía que perder y, por tanto, nada importante tenía que temer, empecé a gozar por entonces de una modesta forma de felicidad. Lo cierto es que la angustia se disolvió en cuanto aprendí sin querer a vivir distraídamente, apartándome de la carrera y sentándome a un lado de la pista a ver pasar por ella un frenesí bruscamente insensato o ajeno, mientras casi sin asombro comprendía que la única forma de alcanzar el preciado, remoto e indefinible galardón es precisamente no buscarlo, renunciar a ser un personaje trágico o épico y aceptar el gozo natural de ser sólo un personaje cómico, no un cardenal glorioso de honores y sedas, sino un humilde bufón de risa…» (254)
Javier Cercas, El vientre de la ballena.