La Leyenda Negra

Cuando se habla o escribe sobre la Inquisición no es raro que se den todo tipo de explicaciones previas: basta echar un vistazo a lo que se publica para apreciar las distancias que suelen ponerse entre aquella lejana sociedad que la vio nacer y la actual. Esta actitud es consecuencia indirecta de las opiniones y juicios de valor que la gente normal y corriente expresa cuando se trata de opinar sobre el santo oficio. En esta situación no es fácil moverse con comodidad porque el caudal de sentimientos viscerales deja poco margen para el raciocinio. Los prejuicios y precauciones disminuyen cuando los que hablan son historiadores especializados. Cualquier profesional sabe de sobra que la Inquisición nacida en tiempo de los reyes católicos responde a unos parámetros intelectuales totalmente distintos de los nuestros. Se deben buscar explicaciones razonadas de por qué las cosas ocurrieron de tal manera.

De lo que se trata, por tanto, es de entender las circunstancias que hicieron posible la aparición y el desarrollo del Santo Oficio. No es tarea fácil debido a que en cada recodo del camino nos salen al paso ideas y conceptos que se formaron al calor de una polémica doctrinal y política en la que siempre hubo un componente de propaganda muy importante; es necesario recordar que durante siglos existió toda una literatura anti inquisitorial que respondía a diferentes estrategias de hostigamiento, y que esas estrategias tenían una finalidad claramente política: la erosión de la monarquía de los Habsburgo o de los Borbones. Todo aquel bagaje propagandístico se resume y condena en la famosa leyenda negra.

Esta leyenda oscurece el tema fundamental para el que fue creada la Inquisición. No nació como un tribunal eclesiástico, sino como un tribunal real, de modo que sus procedimientos se enmarcaron en los usos judiciales de la época; y esos usos eran, por lo general, bastante drásticos. Piénsese por ejemplo que el procedimiento habitualmente usado por la hermandad consistía en procesar a los reos mediante un juicio sumarísimo en el que apenas había garantías para el procesado; en bastantes ocasiones, el método de ejecución consistía en asaetear al condenado en campo abierto, con la finalidad de que su muerte fuese un aviso sobrecogedor para potenciales delincuentes. También la Inquisición tuvo una faceta ejemplarizante e intimidatoria, pero ese rasgo era compartido con los restantes ámbitos de la administración de justicia de la época[1].

Lo cierto es que la Inquisición española provocó muchas menos victimas que otros tribunales europeos similares. Eso es indudable, pese a todas las leyendas negras acumuladas. También es cierto que los católicos franceses mataron mas protestantes en una sola noche, la de San Bartolomé, que el Santo Oficio en tres siglos y que los alemanes quemaron mas brujas en un año que la Inquisición en toda su historia. Pero la máquina de intolerancia, sospecha, terror y delación accionada por Torquemada entorpeció la vida intelectual española de forma trágica. Duró más en la memoria que en el tiempo[2].

Alejandro García Moreno-Arrones


[1] Cesar Olivera Serrano: “La Inquisición de los Reyes Católicos”. Instituto de estudios gallegos padre Sarmiento. PP. 175-205.

[2] Web http://www.mundohistoria.org/blog/articulos_web/tomas-torquemada


Posted

in

by