Hoy nos dirigimos hacia el noreste de Islandia con nuestros compañeros de la U3A para cumplir uno de los días más largos e interesantes del programa.
El túnel de Hvalfjörður nos permitió acortar considerablemente la duración del trayecto. Con sus casi 6 km y a 165 m bajo el nivel del mar, es un buen ejemplo de la moderna ingeniería islandesa.
Salimos al otro lado del fiordo, en Bogarnes, y fuimos disfrutando del paisaje hasta Grábrók, donde la rectora de la Universidad Bifröst nos recibió con una cálida bienvenida a este centro especializado en educación digital y a distancia. Margrét Jónsdóttir Njarðvík, doctora en Filología española y autora del diccionario de islandés-español, nos contó los programas de su universidad y las posibilidades que ofrece esta universidad a quienes viven en lugares alejados o de difícil acceso, algo bastante frecuente en este país. También nos hizo reír con algunas de las diferencias entre españoles e islandeses, y nos conquistó a todos con su inteligencia y su simpatía.
En Reykholt visitamos el lugar donde vivió Snorri Sturlusson, historiador, político y poeta del siglo XIII que recopiló las sagas de la mitología nórdica. De la mano del escritor Óskar Gudmundsson, conocimos detalles de la vida de este personaje, y paseamos por los restos arqueológicos de su casa y su baño termal. Tras recorrer una exposición donde ampliamos nuestros conocimientos, mantuvimos un animado coloquio sobre este intelectual, referente de la historia de Islandia.
Seguimos camino, hipnotizados por los lagos y las cascadas que aparecían a cada paso, e hicimos un alto en Deildartunguhver para acercarnos hasta el balneario. El vapor que flotaba en el aire nada más bajar del autobús apenas nos dejaba vernos las caras, y el olor a huevo podrido era intenso; y es que no en vano es la fuente termal más potente de Europa. Como comentamos hace unos días, los islandeses aprovechan el vapor para uso agrícola, y aquí compramos algunas zanahorias y tomates.
Una hora después nos detuvimos en Hvalfjörd, cerca de una cascada del río Fossá, para disfrutar del típico picnic islandés que nos ofrecieron nuestros anfitriones. El hardkiskur es un pescado seco que se come con mantequilla, especialmente cuando se sale a caminar por la montaña porque es muy energético; el flatbraud o pan plano, con hanhikjöt, un jamón de cordero ahumado nos gustó mucho; el kindakaefa, paté de cordero, completó el menú. No se olvidaron del licor svarti daudi o peste negra para brindar: skál!
El tiempo nos acompañó durante todo el día, pero al final, la lluvia quiso hacer acto de presencia. Provistos de impermeable, no nos resistimos a recorrer las fallas que se han abierto por la separación de las placas tectónicas euroasiática y norteamericana, y que hacen que cada año Islandia sea casi dos centímetros más grande. El paseo mereció la pena.