Que la villa de Alicante lograse la consideración de ciudad en 1490 fue, entre otros motivos, por la importancia de su puerto. Durante los siglos XVI y XVII, en el sudeste de España la actividad mercantil se centraba en las provincias de Alicante y Cartagena. El comercio marítimo fue muy importante para la economía de estos núcleos urbanos, siendo Alicante el puerto de salida para el comercio castellano.
Hasta el siglo XV las instalaciones del puerto alicantino fueron muy pobres. La forma de trabajar era a través de barcazas que recogían la mercancía de los navíos que echaban anclas lejos de la costa. Posteriormente se llevó a cabo una leve ampliación pero insuficiente para las necesidades del puerto. El empujón final llegaría con Felipe II quien dio orden de construir un muelle buscando dar cobijo a los barcos.
La actividad que se realizaba era tanto de importación como de exportación. En cuanto a la primera destaca la llegada de trigo (especialmente italiano y del sur de Francia), salazones del norte de Europa (consumidos por las clases humildes), esparto, lana, seda y productos tintóreos. Los productos que mayoritariamente se exportaban eran el aceite (de procedencia andaluza y mallorquina), cereales como la cebada, sal y vino.
Desde Alicante llegaban barcos hasta Italia (Livorno, Génova y Venecia), a Francia (Marsella y Bretaña), y en menor medida a Londres, Ámsterdam y Hamburgo. Hasta el siglo XVI el trasiego fue constante pero este se vio ralentizado por un conflicto diplomático con Venecia en 1618 y una serie de guerras con Holanda, Inglaterra y el ataque francés al puerto de Alicante en 1644.
Si nos fijamos en las actas notariales de la época, podemos ver un importante grupo de Génova y Milán asentado durante muchos años en Alicante. Los apellidos Ansaldo, Musiteli, Nicolini o Isola entre otros son repetidos una y otra vez relacionados con el comercio de esparto, lana, seda, pólvora o la importación de pescado. No será hasta 1604 cuando Felipe III permita a los ingleses asentarse en el comercio alicantino.
Queda latente como el colectivo comercial estaba formado mayoritariamente por extranjeros. Durante los primeros pasos del reinado de Felipe IV, contando con el conde duque de Olivares como valido, se observó con estupor que el comercio de especias en el puerto de Alicante era manejado por los ingleses. Para poner fin a esta situación, la Junta de Comercio optó por crear una compañía para recuperar el control mercantil. Se logró crear la Flota del Mar Mediterráneo en 1630 en Cartagena contando con una importante presencia alicantina y que se encargó de defender el tráfico marítimo hasta Italia. En 1785 la importancia del puerto alicantino quedó demostrada con la creación de un Consulado del Mar propio, independiente del de Valencia.
Pero contrariamente a lo que se podía esperar, la decisión de apartar a ingleses y holandeses del control del comercio de Alicante no fue bien visto por los alicantinos. De hecho se produjeron críticas por parte de diputados y procuradores de la ciudad. La presencia inglesa en el puerto levantino generaba un camino de doble sentido ya que desde Alicante se exportaba almendra, anís, jabón y pasas entre otros productos gracias a los ingleses y por otro lado llegaban especias y textiles los cuales después Alicante se ocupada de distribuir por Mallorca, Castilla y Valencia. Esto proporcionaba el cobro de derechos aduaneros y una cantidad enorme de dinero. Se estima que la actividad de los navíos ingleses en el puerto de Alicante generaba unas ganancias de 32.000 ducados a repartir entre rentas reales y Generalitat y otros 18.000 ducados a las sisas municipales. Estas cantidades pasaron a una cuarta parte tras quedar relegados los ingleses del comercio en Alicante.