La película Lutero (Eric Till, 2003) narra de la vida del monje agustino y teólogo alemán Martín Lutero (1483-1546), iniciador de la Reforma Protestante. La recreación de su vida, desde que decide consagrar su vida a la oración y el estudio de las Sagradas Escrituras movido por su angustia existencial hasta que consolida su Iglesia reformada gracias al apoyo de numerosos príncipes alemanes, es también la recreación de un periodo de la Historia alemana que marca un antes y un después.
Hay que decir que el eje del pensamiento religioso de Lutero, que no es sino la justificación por la fe y la predestinación, no centra, sin embargo, el mensaje transmitido por el director del film en lo que a la doctrina luterana se refiere. La complejidad de estos conceptos y la nula cercanía de los mismos a las preocupaciones del hombre medio actual llevan a dar prioridad a la denuncia que Lutero hace de las corruptelas de la Iglesia romana y también a resaltar el libre examen de la Palabra de Dios y el sacerdocio universal, ideas ambas que pueden encajar y encajan con el individualismo y el racionalismo imperantes en el pensamiento contemporáneo.
Por otro lado, el Lutero que se nos muestra es un joven idealista que lucha contra las injusticias de su tiempo y que, finalmente, consigue cambiar aquello que se propone. No vemos, en cambio, al Lutero maduro que, una vez tiene al poder de su lado y su proyecto religioso parece asentarse en firme, pone su mente y su pluma al servicio de los príncipes y de un sistema inmovilista del cual ellos son sus principales beneficiados. Su teoría sobre el derecho de resistencia es una clara muestra de ello.
En definitiva, la visión que de Lutero y de la Reforma nos muestra esta película yo la califico de parcial. Y si es cierto, como puede leerse en la red, que su grabación fue financiada por la Iglesia Luterana, queda claro a lo que esto responde.
De todos modos, resulta bastante entretenida…