El esquema económico smithiano parte de la afirmación categórica de que la fuente de la riqueza se halla en el trabajo: “el trabajo anual de cada nación es el fondo del que se deriva todo el suministro de cosas necesarias y convenientes para la vida que la nación consume anualmente”. De esta afirmación se desprende que aumentando la productividad laboral, aumentaremos también la riqueza. Por otro lado, Adam Smith piensa que la división del trabajo es la causante del aumento de la productividad. Así pues, concluye que es la división del trabajo lo que hace crecer la economía de un país.
¿Cómo surge dicha división? “Esta división del trabajo, que tantas ventajas trae a la sociedad, no es en su origen efecto de una premeditación humana que prevea y se proponga, como fin intencional, aquella general opulencia que la división dicha ocasiona: es como una consecuencia necesaria, aunque lenta y gradual, de cierta propensión genial del hombre que tiene por objeto una utilidad menos extensiva. La propensión es de negociar, cambiar o permutar una cosa por otra. (…) Como la mayor parte de los buenos oficios que de otros recibimos, y de que necesitamos, los obtenemos por contrato o por compra, esta misma disposición permutativa es la causa original de la división del trabajo”.
El economista escocés pone un ejemplo muy ilustrativo de cómo la división del trabajo conlleva necesariamente el aumento de la productividad. Es el famoso ejemplo de la fábrica de alfileres: “En el estado en que hoy día se halla este oficio no sólo es un artefacto particular la obra entera o total de un alfiler, sino que incluye cierto número de ramos, de los cuales cada uno constituye un oficio distinto y peculiar. Uno tira el metal o alambre, otro lo endereza, otro lo corta, el cuarto lo afila, el quinto lo prepara para ponerle la cabeza; y el formar ésta requiere dos o tres distintas operaciones; el colocarla es otra operación particular; es distinto oficio el blanquear todo el alfiler; y muy diferente, también, el de colocarlos ordenadamente en los papeles. Con que el importante negocio de hacer un alfiler viene a dividirse en dieciocho o más operaciones distintas, las cuales en unas ocasiones se forjan por distintas manos y en otras una mano sola forma tres o cuatro diferentes. (…) Estas personas podrían hacer cada día más de cuarenta y ocho mil alfileres, (…) pero si éstos hubieran trabajado separada e independientemente, (…) ninguno ciertamente hubiera podido llegar a fabricar veinte alfileres al día, y acaso ni aún uno solo”.
A continuación, explica detalladamente por qué dicha división incrementa la productividad laboral. Tres son las razones que nos da: la primera es que, con la especialización laboral, el trabajador adquiere una mayor destreza en su labor particular gracias a la repetición continua de la misma cada día. En segundo lugar, se ahorra el tiempo empleado anteriormente en pasar de una actividad a otra, tiempo que, lógicamente, servirá para seguir produciendo. Y en tercer y último lugar, Smith piensa que la división y especialización laboral lleva a los trabajadores a inventar máquinas: “Una gran parte de las máquinas empleadas en aquellas manufacturas en que se halla muy subdividido el trabajo fueron en su origen inventos de algún artesano, que embebido siempre en una simple operación hizo conspirar todas sus ideas en busca del método y medio más fácil de hacerla y perfeccionarla.” Y el uso de máquinas, como es de todos sabido, permite reducir el tiempo de elaboración de un producto.
No obstante, la división del trabajo lleva implícito un grave perjuicio para las personas a las que afecta. A saber: el operario que realiza una misma tarea de forma monótona y continua durante toda la jornada y día tras día va a ver empobrecida su vida moral, pues deja de usar muchas de sus capacidades mentales. Aquí vemos la otra faceta de Smith, la de filósofo moralista. Para contrarrestar este daño, da una gran importancia a la educación, de la cual habrá de encargarse el Estado.
La división del trabajo tiene varias limitaciones, las cuales, en atención a lo ya dicho, restringirán también el crecimiento económico. Una de esas limitaciones es el grado de estandarización del producto a elaborar: a mayor estandarización, mayor será la posibilidad de división laboral. Otra es la estabilidad de la demanda del producto y la certidumbre de dicha estabilidad a medio y largo plazo. Sólo teniendo la garantía de que el producto fabricado va a ser vendido asume alguien razonable la inversión que conlleva la división y especialización del proceso productivo. La disposición de capital, por tanto, es un condicionante de primer orden en la división del trabajo. Ésta requiere de un importante capital previamente acumulado para hacer frente a los costes que la división del trabajo lleva parejos (adquisición de maquinaria y herramientas especializadas, básicamente).
El otro gran limitador, junto al capital, de la división del trabajo es el tamaño del mercado: “Así como la facultad de cambiar motiva la división del trabajo, la amplitud de esta división se halla limitada por la extensión del mercado. Cuando éste es muy pequeño, nadie se anima a dedicarse por entero a una ocupación, por falta de capacidad para cambiar el sobrante del producto de su trabajo, en exceso del consumo propio, por la parte que necesita de los resultados de la labor de otros”. El comercio libre y abierto (en oposición al restringido por barreras políticas, como las que suponen los aranceles altos) favorecerá, por tanto, la división del trabajo y, en definitiva, la riqueza del país.