One response to “La muerte de Benito Pérez Galdós”
Dr. MANUEL HERRERA HERNÁNDEZ
EL ADIOS A GALDOS DESDE SU TIERRA
Por Dr. Manuel Herrera Hernández (*)
Hace ochenta y ocho años España contempló sobrecogida la marcha definitiva de Galdós tras una larga agonía. Se conocía que su salud no era buena desde 1900. En 1905 sufrió una hemiplejía y desde entonces definitivamente tuvo que escribir con lápiz. Más tarde fue operado de cataratas, en 1911 del ojo izquierdo y en 1912 del ojo derecho, por el prestigioso oftalmólogo Prof. Manuel Márquez pero la mala evolución le llevaría a la ceguera total en 1913.
En 1914 se estreno « Marianela » en el Teatro Español en Madrid. Este éxito continuó con la gira que Margarita Xirgu realizó por toda España recibiendo Galdós constantes homenajes. Pero el curso de su enfermedad no era satisfactorio por lo que tuvo que guardar cama al regresar.
El día que se inauguró su estatua en el Retiro de Madrid, el 19 de enero de 1919, ya se presentía el fatal desenlace y fue preciso conducirle a su domicilio y subirle en un sillón a su dormitorio.
En Las Palmas los periódicos La Provincia y Diario de Las Palmas, en Tenerife La Prensa y en La Palma el Diario de Avisos publicaban las noticias que el telégrafo transmitía sobre el estado de salud de Pérez Galdós. También por sus familiares de Las Palmas se tenían otras noticias sobre la enfermedad que se comentaba en el Gabinete Literario, en el Círculo Mercantil y en la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Hacía largo tiempo que en esta ciudad se pasaba entre alternativas de esperanza y de desaliento durante toda la enfermedad.
A partir del día 20 de diciembre su estado clínico empeoró. En la noche del día 29 tuvo una hemorragia digestiva grave y la respiración era disneica. Desde entonces disminuyó la lucidez mental y aumentó la somnolencia y la palidez. No hablaba con nadie, únicamente cantaba, a veces, canciones infantiles aprendidas en su tierra natal canaria y con frecuencia llamaba a su madre. También en su obnubilación recordaba sus paseos infantiles por las calles de Triana y del barrio de Vegueta. Junto a estos recuerdos infantiles surgía su carácter de escritor infatigable. En los días anteriores a su muerte, en esos momentos en que aparece una ligera lucidez, se oyó decir en algunas ocasiones a Galdós que quería ir al despacho. «Tengo mucho que trabajar, mucho… mucho», se le oía como un susurro.
El doctor Marañón, que era médico de cabecera, la recetó por última vez el día 3 de enero a las 7 de la tarde y se continuó con las inyecciones de alcanfor. La vida de Galdós se extinguía y estaba completamente insensible. Así permaneció durante varias horas. A las tres y veinticinco de la madrugada exhaló un profundo suspiro falleciendo. Su aspecto denotaba haber padecido una grave enfermedad, estaba muy demacrado, con barba blanca de muchos días. Galdós murió en el chalet que su sobrino José Hurtado de Mendoza poseía en Madrid, en la calle Hilarión Eslava número 7. La familia avisó inmediatamente al ministro de la Gobernación, al ministro de Instrucción Pública y al Alcalde de Madrid y se telegrafió la noticia de su muerte a los alcaldes de Las Palmas y Santander.
El mismo día 4 empezó a recibirse de provincias numerosos telegramas de pésame a la familia. El alcalde de Santander telegrafió que « es deseo del Ayuntamiento de Santander la adquisición del palacete de San Quintín para establecer el Museo Galdosiano » . En aquella biblioteca estaban la mayoría de los manuscritos y originales de Galdós.
En Las Palmas el telégrafo comunicó la triste noticia del fallecimiento de Don Benito. La noticia de su muerte se extendió rápidamente. El impacto emocional fue imponente. Con su muerte Las Palmas, toda Canarias, perdió uno de sus más preclaros hijos. Pero Benito Pérez Galdós no era sólo un insigne hijo de Las Palmas. Era la figura cumbre de la novela española junto con Miguel de Cervantes. Su nombre y su obra imperecedera estarán eternamente en la memoria de su tierra canaria. En todas las Sociedades y edificios públicos de Las Palmas ondeó la bandera a media asta en señal de luto y el Teatro-Circo Cuyás suspendió la representación teatral anunciada. Millares de telegramas se enviaron a la familia de Don Benito en Madrid expresándoles el más sentido pésame.
El alcalde accidental de Las Palmas, Francisco Sánchez telegrafió al representante del Ayuntamiento de Las Palmas en Madrid que la « Ciudad reclama el cadáver » y que Leopoldo Matos « ponga una corona de flores con dedicatoria que diga: Al ilustre Galdós, Las Palmas, su ciudad natal ».
El presidente del Cabildo Insular dirigió un expresivo telegrama de pésame a su familia, y otros a la representación en Cortes por Gran Canaria para que depositaran una corona en nombre de dicha Corporación y llevaran en el entierro la representación del Cabildo.
El delegado del Gobierno no fue hasta el día 5, lunes, por la tarde a expresar el pésame al alcalde, y en su representación a la ciudad, no pudiendo realizarlo porque el Ayuntamiento tenía las puertas cerradas.
Josefina de la Torre, que era una adolescente, publicó en Las Palmas el poema « A Don Benito, el día en que se murió ». Los principales periódicos nacionales y también europeos sobre todo francesa e inglesa, dedican el día 4 de enero artículos lamentando la desaparición del patriarca de las letras españolas. “La Provincia” telegrafió a la familia de don Benito dándole el pésame por el fallecimiento y, asimismo, al senador por Canarias don Luis Redonet para su representación en el acto del entierro.
Este mismo día 4 el ministro de Instrucción Pública, Natalio Rivas, comunicó a la familia de Galdós que el Gobierno había acordado publicar en la Gaceta un Real Decreto sobre la conducción del cadáver y entierro de Don Benito Pérez Galdós.
En Las Palmas en la Real Sociedad de Amigos del País de Gran Canaria el día 4 el Director accidental Don José Feo y Ramos propuso y se acordó trasladarse la corporación en pleno a la casa de la familia de Perez Galdós, donde hizo presente su pésame a su sobrino Ambrosio Hurtado de Mendoza. Se acordó también celebrar una sesión necrologica y encargar al distinguido canario Juan Alvarado Sanz, ex ministro de Gracia y Justicia, representara a la Sociedad en el entierro y colocara una corona sobre su féretro.
También las juntas Directivas del Gabinete Literario y de la Sociedad Fomento y Turismo acordaron telegrafiar a Madrid dando el pésame a la familia, la adquisición de una corona y adherirse a todos los actos que se celebren como homenaje que se rindieron al ilustre finado.
En el Ayuntamiento de Las Palmas en el Pleno del 7 de enero se leyó por el Secretario los telegramas que de Corporaciones y particulares, de estas Islas y de la Península, y de la colonia canaria en Cuba, dando el pésame a la Ciudad de Las Palmas por la muerte de Don Benito Pérez Galdós. Y se adoptó el acuerdo de encargar al notable escultor Victorio Macho los bustos, en mármol, de los esclarecidos canarios Benito Pérez Galdós y Fernando León y Castillo para colocarlos en el Salón de Sesiones del Ayuntamiento.
Así despidió su tierra natal al insigne escritor Don Benito Pérez Galdós. Pero su espíritu vivirá eternamente no sólo en el mundo de la cultura, que goza con sus páginas inmortales, sino también en este pueblo que le admira.
(*) MANUEL HERRERA HERNÁNDEZ
es Asociado Fundador de la Asociación Canaria de Amigos de Galdós
4 de Enero de 2008
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EL ADIOS A GALDOS DESDE SU TIERRA
Por Dr. Manuel Herrera Hernández (*)
Hace ochenta y ocho años España contempló sobrecogida la marcha definitiva de Galdós tras una larga agonía. Se conocía que su salud no era buena desde 1900. En 1905 sufrió una hemiplejía y desde entonces definitivamente tuvo que escribir con lápiz. Más tarde fue operado de cataratas, en 1911 del ojo izquierdo y en 1912 del ojo derecho, por el prestigioso oftalmólogo Prof. Manuel Márquez pero la mala evolución le llevaría a la ceguera total en 1913.
En 1914 se estreno « Marianela » en el Teatro Español en Madrid. Este éxito continuó con la gira que Margarita Xirgu realizó por toda España recibiendo Galdós constantes homenajes. Pero el curso de su enfermedad no era satisfactorio por lo que tuvo que guardar cama al regresar.
El día que se inauguró su estatua en el Retiro de Madrid, el 19 de enero de 1919, ya se presentía el fatal desenlace y fue preciso conducirle a su domicilio y subirle en un sillón a su dormitorio.
En Las Palmas los periódicos La Provincia y Diario de Las Palmas, en Tenerife La Prensa y en La Palma el Diario de Avisos publicaban las noticias que el telégrafo transmitía sobre el estado de salud de Pérez Galdós. También por sus familiares de Las Palmas se tenían otras noticias sobre la enfermedad que se comentaba en el Gabinete Literario, en el Círculo Mercantil y en la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Hacía largo tiempo que en esta ciudad se pasaba entre alternativas de esperanza y de desaliento durante toda la enfermedad.
A partir del día 20 de diciembre su estado clínico empeoró. En la noche del día 29 tuvo una hemorragia digestiva grave y la respiración era disneica. Desde entonces disminuyó la lucidez mental y aumentó la somnolencia y la palidez. No hablaba con nadie, únicamente cantaba, a veces, canciones infantiles aprendidas en su tierra natal canaria y con frecuencia llamaba a su madre. También en su obnubilación recordaba sus paseos infantiles por las calles de Triana y del barrio de Vegueta. Junto a estos recuerdos infantiles surgía su carácter de escritor infatigable. En los días anteriores a su muerte, en esos momentos en que aparece una ligera lucidez, se oyó decir en algunas ocasiones a Galdós que quería ir al despacho. «Tengo mucho que trabajar, mucho… mucho», se le oía como un susurro.
El doctor Marañón, que era médico de cabecera, la recetó por última vez el día 3 de enero a las 7 de la tarde y se continuó con las inyecciones de alcanfor. La vida de Galdós se extinguía y estaba completamente insensible. Así permaneció durante varias horas. A las tres y veinticinco de la madrugada exhaló un profundo suspiro falleciendo. Su aspecto denotaba haber padecido una grave enfermedad, estaba muy demacrado, con barba blanca de muchos días. Galdós murió en el chalet que su sobrino José Hurtado de Mendoza poseía en Madrid, en la calle Hilarión Eslava número 7. La familia avisó inmediatamente al ministro de la Gobernación, al ministro de Instrucción Pública y al Alcalde de Madrid y se telegrafió la noticia de su muerte a los alcaldes de Las Palmas y Santander.
El mismo día 4 empezó a recibirse de provincias numerosos telegramas de pésame a la familia. El alcalde de Santander telegrafió que « es deseo del Ayuntamiento de Santander la adquisición del palacete de San Quintín para establecer el Museo Galdosiano » . En aquella biblioteca estaban la mayoría de los manuscritos y originales de Galdós.
En Las Palmas el telégrafo comunicó la triste noticia del fallecimiento de Don Benito. La noticia de su muerte se extendió rápidamente. El impacto emocional fue imponente. Con su muerte Las Palmas, toda Canarias, perdió uno de sus más preclaros hijos. Pero Benito Pérez Galdós no era sólo un insigne hijo de Las Palmas. Era la figura cumbre de la novela española junto con Miguel de Cervantes. Su nombre y su obra imperecedera estarán eternamente en la memoria de su tierra canaria. En todas las Sociedades y edificios públicos de Las Palmas ondeó la bandera a media asta en señal de luto y el Teatro-Circo Cuyás suspendió la representación teatral anunciada. Millares de telegramas se enviaron a la familia de Don Benito en Madrid expresándoles el más sentido pésame.
El alcalde accidental de Las Palmas, Francisco Sánchez telegrafió al representante del Ayuntamiento de Las Palmas en Madrid que la « Ciudad reclama el cadáver » y que Leopoldo Matos « ponga una corona de flores con dedicatoria que diga: Al ilustre Galdós, Las Palmas, su ciudad natal ».
El presidente del Cabildo Insular dirigió un expresivo telegrama de pésame a su familia, y otros a la representación en Cortes por Gran Canaria para que depositaran una corona en nombre de dicha Corporación y llevaran en el entierro la representación del Cabildo.
El delegado del Gobierno no fue hasta el día 5, lunes, por la tarde a expresar el pésame al alcalde, y en su representación a la ciudad, no pudiendo realizarlo porque el Ayuntamiento tenía las puertas cerradas.
Josefina de la Torre, que era una adolescente, publicó en Las Palmas el poema « A Don Benito, el día en que se murió ». Los principales periódicos nacionales y también europeos sobre todo francesa e inglesa, dedican el día 4 de enero artículos lamentando la desaparición del patriarca de las letras españolas. “La Provincia” telegrafió a la familia de don Benito dándole el pésame por el fallecimiento y, asimismo, al senador por Canarias don Luis Redonet para su representación en el acto del entierro.
Este mismo día 4 el ministro de Instrucción Pública, Natalio Rivas, comunicó a la familia de Galdós que el Gobierno había acordado publicar en la Gaceta un Real Decreto sobre la conducción del cadáver y entierro de Don Benito Pérez Galdós.
En Las Palmas en la Real Sociedad de Amigos del País de Gran Canaria el día 4 el Director accidental Don José Feo y Ramos propuso y se acordó trasladarse la corporación en pleno a la casa de la familia de Perez Galdós, donde hizo presente su pésame a su sobrino Ambrosio Hurtado de Mendoza. Se acordó también celebrar una sesión necrologica y encargar al distinguido canario Juan Alvarado Sanz, ex ministro de Gracia y Justicia, representara a la Sociedad en el entierro y colocara una corona sobre su féretro.
También las juntas Directivas del Gabinete Literario y de la Sociedad Fomento y Turismo acordaron telegrafiar a Madrid dando el pésame a la familia, la adquisición de una corona y adherirse a todos los actos que se celebren como homenaje que se rindieron al ilustre finado.
En el Ayuntamiento de Las Palmas en el Pleno del 7 de enero se leyó por el Secretario los telegramas que de Corporaciones y particulares, de estas Islas y de la Península, y de la colonia canaria en Cuba, dando el pésame a la Ciudad de Las Palmas por la muerte de Don Benito Pérez Galdós. Y se adoptó el acuerdo de encargar al notable escultor Victorio Macho los bustos, en mármol, de los esclarecidos canarios Benito Pérez Galdós y Fernando León y Castillo para colocarlos en el Salón de Sesiones del Ayuntamiento.
Así despidió su tierra natal al insigne escritor Don Benito Pérez Galdós. Pero su espíritu vivirá eternamente no sólo en el mundo de la cultura, que goza con sus páginas inmortales, sino también en este pueblo que le admira.
(*) MANUEL HERRERA HERNÁNDEZ
es Asociado Fundador de la Asociación Canaria de Amigos de Galdós
4 de Enero de 2008