HARVEY observó que las válvulas de la vena impiden que la sangre avance en otro sentido que no sea hacia el corazón, y procuró demostrar matemáticamente —a la manera de GALILEO— la realidad de la circulación cerrada. Midió la capacidad del corazón y encontró que la cantidad de sangre empujada en el cuerpo por cada sístole es de dos onzas. El corazón palpita setenta y dos veces por minuto, de modo que por hora arroja dentro del sistema 2 x 60 x 72, es decir, 8.640 onzas, que es el triple del peso del cuerpo humano. ¿De dónde viene y a dónde va toda esa sangre? Evidentemente el alimento es incapaz de suministrar tal cantidad de líquido sanguíneo. Se impone así la conclusión de que la sangre recorre siempre la misma ruta para volver a su punto de partida y que continúa su interminable circulación hasta la muerte.
El pequeño tratado de Harvey Sobre el Movimiento del Corazón y la Sangre publicado en 1628 señala el fin de concepto estático del organismo y el nacimiento de una nueva ciencia: la fisiología. Se inicia entonces una larga y tenaz lucha contra la audaz teoría, a la cual faltaba , en verdad , una ultima y decisiva prueba, que dio en 1661 el italiano Marcelo Malpighi. Este demostró que la sangre es impulsada de las arterias a la venas a través de un sistema microscópico de vasos capilares y así preparo con su descubrimiento el reconocimiento general de la teoría de Harvey.
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