Las innovaciones tecnológicas surgidas a raíz de las investigaciones científicas por parte de eruditos que no han abandonado el sendero habitual marcado por las instituciones académicas han conducido al progreso social, una idea heredera de la Ilustración tal y como lo plantea el determinismo tecnológico. Según este paradigma, el progreso científico ha conducido al progreso tecnológico, y éste al progreso económico, lo que ha producido una mejora social en la vida de los seres humanos.
Póngase el ejemplo de la aviación para ilustrar esta visión triunfalista de la ciencia y la tecnología. Fue indispensable la labor de los pioneros en este ámbito, a saber, los hermanos Wright, cuyos inventos han sido tomados como modelos para construir nuevos aviones como los conocemos a día de hoy.
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La aviación se convertiría en la industria más importante de nuestro tiempo y, a su vez, reactivaría el turismo del que tanto depende. El sector terciario se ha beneficiado enormemente de los desarrollos científicos y tecnológicos puesto que los aeropuertos acaparan más aviones que han evolucionado tanto en términos técnicos como funcionales. Y así llegaríamos a tiempos de la Tercera Revolución Industrial, donde en esos mismos espacios concurrirían trabajadores, directivos, etc. (a los que se le exigen una alta cualificación), y de miles de viajeros, que buscan desplazarse lejos de su entorno cotidiano.
Al final, ha sido indiscutible el brutal impacto socioeconómico y social de los factores científico – técnicos: la intensiva tecnocientificación de la producción industrial ha incrementado el PIB de determinados países y los diseños prácticos de la ciencia han hecho mejorar el bienestar y seguridad de las personas (comemos alimentos de mejor calidad, nos vestimos con prendas de vestir más duraderas, nuestros hogares están construidos con materiales más resilientes, tenemos más recursos técnicos para luchar contra las enfermedades, etc.).
Ahora bien, la historia de la humanidad nos demuestra que la ciencia y la tecnología está, en innumerables ocasiones, al servicio de intereses políticos y militares. Por tanto, no es neutral ni positiva, tal y como dijo Melvin Kranzberg. De hecho, los inventos no solo hacen aumentar el poder cognitivo de las personas, sino también sus capacidades físicas (uso de armas para matar personas, animales, etc.). En otras ocasiones, son los grupos sociales relevantes de gran poder quienes toman decisiones sin que se de la posibilidad de intervención por parte de los usuarios. De modo que la tecnología puede formar parte de un entramado socio – militar, quedando monopolizada única y exclusivamente por expertos tecnocientíficos que operan en la lógica de la carrera espacial. Fue éste el caso más evidente con el lanzamiento de satélites por parte de las dos potencias mundiales Estados Unidos (SCORE y Vanguard) y URSS (Sputnik y Vosjod 2). Esta visión pesimista de la ciencia y la tecnología también involucra proyectos de investigación científica como la que condujo a la construcción de bombas atómicas y las fatalidades asociadas a la misma en el contexto de las confrontaciones de la Guerra Fría (detonación de Ivy Mike en el año 1952 por parte de Estados Unidos en la isla Elugelab).