“Horizontes perdidos”, es una película basada en la novela escrita por James Hilton en el año 1933. La considero el mejor ejemplo de utopía, aunque en este caso no está relacionada con la ciencia y la tecnología, sino con las prácticas espirituales que llevan a cabo los sabios lamas en paz.
Esta película nos describe un refugio idílico para los budistas en tiempos de conflicto, una sociedad pacífica y perfecta circunscrita a una pequeña región del mundo. Shangri – La es un valle místico y armonioso, en el que el aire está purificado, libre de contaminación, y que está guiado dulcemente desde una lamasería cuyos integrantes no hacen uso de métodos ni procedimientos científicos para acumular sus saberes. Ubicado en el extremo occidental de las Montañas Kunlun, es una tierra sagrada repleta de sabiduría. Digamos que el conocimiento producido no es un recurso orientado a la resolución de problemas sociales, pues en aquel lugar reina para siempre la paz y la armonía. El conocimiento consiste en un conjunto integrado de experiencias, valores y “saber hacer” puesto dentro de un contexto relativo a una organización concreta. A saber, de un monasterio tibetano ubicado en un lugar utópico y paradisiaco de los Himalayas.
Se trata de un conocimiento espiritual, de esencia elevada, escondido, pero que sigue siendo accesible al común de los mortales (los pasajeros extranjeros que tienen un accidente de avión en un lugar perdido del Tibet). No se trata de un conocimiento que opera bajo la lógica del capital financiero e informacional. Como dije, se encuentra desprendido de la tecnología. No busca tampoco explicar y comprender los fenómenos de la naturaleza, sino que en él reside la clave de la paz, la armonía, la eternidad y la ausencia de enfermedad (las personas en Shangri – La son casi inmortales, viven en una felicidad permanente durante cientos de años más que el resto de los seres humanos y envejecen muy lentamente.
En definitiva, se trata de un conocimiento que no comparte las características de la ciencia, pues no es universal para el conjunto de la sociedad (Shangri – La es un oasis aislado del exterior, ajeno a un mundo que está en vísperas de la Primera Guerra Mundial). Los hallazgos dentro del monasterio contienen un valor subjetivo, no es válido en todas las partes del mundo, no es racional, ni verificable por medio de la experiencia, y no es provisional, sino eterno.