No es nada nuevo para muchas personas de mi tiempo, conocer desde lejos al impostor, al mentiroso, al político… pues todos ellos guardan una gran similitud en su comportamiento, supuesto que su pretensión es el aprovechamiento de todo lo ajeno sin importarles otras cuestiones que no sean las de provocar su propio beneficio.
Otros diréis que comienzo dando muy fuerte, que todos estamos expuestos ante una tesitura como la enunciada, y es cierto, pero no todos accedemos de manera voluntaria y sin obligaciones a ejercer cargos políticos que nos sitúen ante el umbral de la disposición de fondos públicos, de información privilegiada con la que podamos llegar a prevaricar, a apropiarnos indebidamente de recursos que solamente pertenecen a la sociedad, así es que la diferencia resulta bastante evidente.
Y viene a cuento esta entrada en mi blog al colgar, una vez más, una carta publicada en los medios de comunicación social, denunciando el comportamiento despreciativo que hacen nuestras autoridades autonómicas al ningunearnos las ayudas a las que les obliga la Ley de Dependencia. Ni el Molt Honorable, algo menos honorable en los últimos tiempos al haber sido imputado por cohecho en la trama <<Gurtel>> sin haber presentado pruebas irrefutables de su inocencia, ni tampoco el Conseller de Benestar Social, bajo sospecha de favorecer empresas familiares dedicadas al lucrativo negocio que genera la dependencia, han sido capaces de convencernos con todas las triquiñuelas que esgrimen para no conceder, a la inmensa mayoría de valencianos con diversidad funcional severa, las prestaciones que legalmente les corresponden.
Claro está que ellos me vienen más a mano por ser quienes tienen la obligación de rendirnos cuentas de la administración de nuestros recursos, en lugar de desviarlos a faraónicos eventos que en nada favorecen a nuestra comunidad, como son las competiciones privadas de las American Cups, las F-1, las Volvo Ocean Race. Eso es intolerable, como intolerable es permanecer impasibles ante el engaño continuado que nos hacen y que nos obligan a sospechar de su honorabilidad.
Me causa honda preocupación el echo de no tener en quien confiar, me refiero a la clase política en general, puesto que mirando a un lado y al otro no vislumbro nada que me haga mantener las esperanzas de que un día todo cambie, aun cuando estoy convencido que tendremos algunos <<rara avis>>, persona o cosa conceptuada como singular excepción de una regla cualquiera, dispuestos a ejercer con intachable pulcritud su ejercicio público, pero… ¿acaso les dejarán alguna vez acceder estando rodeados de tanto sátrapa?
Por lo pronto solo estamos acostumbrados a escuchar o leer noticias en las que unos les dicen a los otros ¡¡Y tú más!! pero ninguno de ellos los denuncian ante los tribunales ordinarios fuera de la protección de sus cobardes atrincheramientos preventivos.
Fuente: Diversitat Funcional