Mar de mierda
MARUJA TORRES 16/08/2009
La parte buena de la sentencia, valenciana y azarosa (de agua de azar que tuvieron que darme; pues de azahar no tuvo nada: estaba cantada desde las profundas simas de la amistad entre juez y parte), sobre el extraño caso del señor Camps, es que Terra Mítica gana mucho en facilidades para entretener más allá de toda sospecha al respetable pero no respetado contribuyente.
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“Ahora podremos llamar Terra Mítica a la Comunidad Valenciana”
En el apartado La Furia del Tritón, que en tiempos normales promete ya de por sí “vértigo, mitología y dos refrescantes chapuzones”, podríamos incluir un baño de mierda. Si la palabra mierda le parece demasiado fuerte al respetable pero no respetado, siempre podemos llamarla –en consideración, además, de que frecuentan el asunto respetables y no respetados nenes– caca, popó y número dos. Claro que una mierda es una mierda es una mierda y es una mierda, queramos o no.
¡Vértigo! De nuevo un montón de posibilidades. Educar a los ciudadanos, desde pequeñitos, en esa sensación que producen determinadas sentencias, empezando por la que considera que una niña no fue violada porque no se la metieron hasta el fondo, y terminando por la que decide que no resulta delictivo cobrar en especies de entidades corruptas. Porque ya saben lo que dijo el clásico, irónicamente: empiezas matando a tu madre y acabas por no ir a misa. Eso produce vértigo, asomarse a un tribunal. Hay que ensayar antes en Terra Mítica, que es como de ahora en adelante podremos denominar a la Comunidad Valenciana, cuyo funcionamiento oficial, militante y votante al parecer se basa en las más estrictas reglamentaciones del más crudo Show Business.
¿Y qué mejor, en cuanto a mitologías, que mostrar al Superviviente, perfectamente trajeado, en un holograma que cubra la Terra misma? Yo aún pediría más, y es que la réplica en plan Lara Croft del presidente mártir cantara esa copla que a mí me vuelve demente: “Tengo unas ganas locas, locas… Tengo unas ganas locas, locas…”.
Al penetrar en el territorio Cataratas del Nilo, cuyos saltos se reproducen en miniatura porque ni siquiera en Valencia han podido alicatarlas a semejante tamaño, hay que decir que, en la actualidad, los visitantes pueden realizar el aventurado trayecto tendidos en un ataúd biplaza. ¡Cuán evocador! Imaginen lo que sería esa excursión si el convoy de sarcófagos para parejas fuera precedido por un modelo capaz asimismo para dúos –aunque fabricado con materias más nobles, y las correspondientes trabillas italianas–, en cuyo interior se encontraran reproducciones –pues ellos tienen tanto, tanto trabajo siempre, salvando a los españoles mientras se ponen a salvo– de don Mariano y don Francisco, cogiditos de la mano y dando ejemplo de su inmarcesible amistad. De la Rúa podría ir andando, a su lado, enfocándoles un ventilador. Se alteraría un poco la caca, pero en eso hemos estado siempre, ¿no?
La atracción ‘Barbarroja’ con el consabido pasacalles de piratas– yo la dejaría como está, por obvia. Además, quien más quien menos les ha tomado cariño a los bandoleros del mar –Somalia aparte– desde que Johnny Depp nos ha enseñado a todos y todas a llevar el rímel con garbo en cualquier cubierta, en cualquier estribor o babor. No, Barbarroja no me parece suficiente.
Sin embargo, no nos desanimemos. Ni siquiera pensando, con pesar, que por mucho que se recurra al Supremo y hasta al Constitucional, el mal de la sentencia ya ha sido perpetrado: Terra Mítica, es decir, la Comunidad Valenciana, parece ser ya lo que parece. El paraíso de los impunes que, además, son horteras.
Quizá la atracción que rinde homenaje al difunto gran mago Houdini, estrella de finales del siglo XIX y de principios del XX, haga justicia. Pues si Houdini pudo escaquearse de la camisa de fuerza, del corsé metálico, y resistió la parada de pulsaciones –ahí don Mariano sí que dejó de latir durante más tiempo que don Francisco–, y se zafó del baúl con cerrojo… Hubo un truco final, la celda de la tortura, al que no sobrevivió.
Ah, se me olvidaba. En el apartado Mar de los Mierdazos debería garantizarse a la gente que, en caso de que se les estropee el traje, serán obsequiados por las autoridades con un traje nuevo, hecho a medida de cada jeta.