La consulta expresa un
rechazo a los políticos
profesionales..
MÁS INFORMACIÓN: ‘Post festum, pestum’
MONTSERRAT Nebrera
PROFESORA DE DERECHO CONSTITUCIONAL (uic)
La principal enfermedad que sufre la democracia en España es su secuestro por los partidos políticos. Ya lo van notando los electores, que manifiestan como pueden su saturación de tanta discusión estéril (el sudado «pues mira que tú…» de cada adversario). La partitocrácia ofende la Constitución, que entiende los partidos como canal fundamental, pero no único, de la representación política y que los exige una estructura y un funcionamiento democráticos de los cuales todos sin excepción no disponen. Y como que llenarse la boca de Constitución está bien solamente si la mano izquierda, la derecha y el corazón también le son leales, la gente, que no es tonta aunque en parte esté adormecida, ha acabado por darse cuentan.
Pero, junto a la democracia indirecta que monopolizan los partidos, también hay la denominada democracia directa, y el referéndum es uno de los sedes principales ejemplos. Su patología es de origen: es especialmente usado por las fuerzas políticas menos democráticas, por el amplio margen de manipulación que permite la misma pregunta que se formula y por el hecho constatado que, excepto en Francia, con una cultura política más profunda y extensa que otras, este tipo de consultas habitualmente son ganadas por quienes las efectúa.
Pese a la patología natural del referéndum, los pescadores en aguas turbias y todos aquellos sinceramente afectados de cansancio cívico de pronto encuentran su paradójica oportunidad en aquel instrumento que Franco usaba por darse «baños de autoridad» (consulta, plebiscito y referéndum no son el mismo, pero ¿qué le importa a la gente?), Felipe González por disfrazar su desvergonzado (y comprensible) cambio de opinión sobre la OTAN, y Zapatero por hacernos creer que España estaba por una Europa que los franceses se encargaron de abortar, afortunadamente.
El alcalde de Arenys de Munt dice que es una consulta particular, pero va de micrófono en micrófono, en calidad de autoridad, explicándola. El cierto es que las cosas son el que parecen y entre todos (medios, partidos de aquí y de allá) hemos hecho que parezca un referéndum (o consulta o plebiscito, la distinción la hacen los que más dispuestos están a arremeter contra la Constitución…). Sobre todo porque los partidos, no lo suficiente contentos de tener secuestrada la participación indirecta, también vuelan aprovechar la fiestecita. Pues nada, a asumir la responsabilidad: la moción perdida por ERC al Prado, la modernidad de Xavier Trias, que sabe como es de inviable una cosa parecida en Barcelona, Anna Simó tildando de «tavernària» la bronca que recibió Puigcercós, los de más allá afirmando que la pregunta es ilegal. Y más claro no lo han podido decir los organizadores de la cosa: fuera políticos profesionales! Y el miedo irá invadiendo todas las formaciones políticas, sin ninguna excepción. ¿Dirán que la gente no hable? No servirá de nada. Si no fuera porque generará dolor, esperaría solamente con interés y no con preocupación qué será el desenlace.