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¿Y quién cuida al cuidador?…

El 80% de las personas mayores son cuidados por cuidadores familiares


Cuidar es un factor de riesgo

Cuidar de una persona con discapacidad (del origen que sea) es un factor de riesgo para innumerables patologías, fundamentalmente relacionadas con la esfera de la salud mental, además de las importantes consecuencias negativas que tiene en otros ámbitos de la vida (económicos, laborales, familiares, etc.). El médico de familia se encuentra en una situación privilegiada para detectar estas situaciones de riesgo, evaluar sus diferentes grados, y elaborar los planes de cuidados adecuados a cada situación. Para hacer una revisión de la problemática de los cuidadores y ayudar a entender que cuidar constituye un auténtico factor de riesgo, la Sociedad Española de Medicina Rural y Generalista (SEMERGEN), ha elaborado el libro “el cuidador familiar enfermo”.

En España, según la Encuesta sobre Deficiencias, Discapacidades y Estado de Salud, viven hoy más de 3, 5 millones de personas con alguna deficiencia o discapacidad (aproximadamente el 9% de la población total). De ellos casi dos tercios son personas mayores de 65 años. En la mayoría de los casos, más del 80% son cuidados por cuidadores familiares, quienes además se encargan de costear los gastos derivados de su atención. El gasto social en España, en relación con el PIB, es uno de los menores de la Europa desarrollada (sólo por delante de Irlanda), dedicando el 20% de éste, apenas 3.253 euros anuales por persona, frente al 36% de Suecia, que ocupa el primer lugar.

La redacción de la Ley de Autonomía Personal se han barajado cifras que oscilan entre los 6.000 y los 8.000 millones de euros como las cantidades necesarias para dotar de cobertura al Sistema Nacional de Dependencia. Las fórmulas de financiación, la competencia en la administración de los distintos servicios, y otras muchas cuestiones relacionadas con la eficiencia, la equidad y la solidaridad están ralentizando su definitiva redacción. Mientras tanto, los cuidadores de esos tres millones y medio de discapacitados siguen realizando su tarea.

Perfil del cuidador

El perfil del cuidador es una mujer entre 50 y 60 años, madre de familia y ama de casa, que reside con el enfermo y que dedica muchas horas al día a cuidar. En una cuarta parte de los casos es el cónyuge “sano”, con una media de edad de 70-80 años quien se ocupa del cuidado, pero en una situación muy difícil, con una salud frágil y una escasa capacidad de adaptación a los cambios y al aprendizaje de nuevas funciones.

Además, se observa que los cuidadores presentan más riesgo de ansiedad, depresión, y el índice de esfuerzos que realizan es más alto cuanto mayor es la dependencia física y el deterioro mental del paciente, menor el apoyo social y mayor el tiempo de cuidado.

La tarea de cuidar suele presentarse de improviso, no se ha planificado previamente ni la persona está especialmente preparada para llevarla a cabo. Es un momento de la vida personal y familiar al que es necesario adaptarse. Si no se toman las debidas precauciones, e incluso muchas veces habiéndolas tomado, puede producirse una situación de sobrecarga del cuidador que puede expresarse tanto por la aparición de síntomas físicos (cefaleas, lumbalgias, etc), como psíquicos (insomnio, ansiedad, depresión), o psicofamiliares (aislamiento social, alteración de la convivencia familiar, pérdida de empleo, problemas económicos).

Según SEMERGEN el impacto que la sobrecarga tiene en la vida del cuidador viene determinado por la propia percepción, no por la percepción de otros familiares. El síndrome del cuidador quemado (burnout) se produce cuando se llega a un punto en el que continuar con la tarea que se inició, la de administrar los cuidados que el paciente precisa en cada momento, no es ya una opción viable o saludable, ni para la persona cuidada ni para el cuidador. Los factores predictivos de sobrecarga, ser mujer, alteración de la conducta del enfermo, poco apoyo percibido (familiar y social), edad avanzada del cuidador Los cuidadores son un soporte imprescindible en nuestro sistema sanitario y de servicios sociales. Los cambios sociales recientes, junto con el envejecimiento de la población han conducido a una modificación en los sistemas de apoyo familiares, haciendo cada vez más difícil la tarea de cuidar a un familiar enfermo o incapacitado. Ésta es una cuestión de plena actualidad, como demuestra la reciente aprobación de la Ley de Dependencia. La tendencia debería ser por un lado garantizar los cuidados a las personas dependientes que los precisan, y por otro, reconocer la importante labor que realizan los cuidadores familiares, tal y como se afirma en el libro “El cuidador familiar enfermo”.


Detectar la sobrecarga, un paso decisivo para intervenir

Según los autores de la monografía, la detección de la sobrecarga del cuidador es el paso imprescindible para poder intervenir de forma eficaz, para ello hay varios instrumentos, como la Escala (una serie de preguntas) de sobrecarga del cuidador (CBI Zarit), de ansiedad y depresión de Goldberg, y otras.

En cuanto al tratamiento del cuidador pasa por los grupos de apoyo, el entrenamientos de habilidades (sobre el problema de salud que ha originado la incapacidad el paciente, y sobre el manejo de problemas que puedan surgir, tanto de alimentación, como aseo, estimulación…), los programas de respiro (posibilidad de compartir el cuidado del paciente con algún recurso domiciliario, institución o centro de día). Según los autores estos servicios de respiro están infrautilizados, en parte porque los cuidadores son reacios a “abandonar” a su familiar y en parte por la escasa disponibilidad de los mismos. La intervención en el cuidador enfermo pasa también por recordarles la importancia del respiro y el autocuidado, que sean capaces de identificar signos de alarma de una sobrecarga, tristeza, sentimientos de depresión o desesperanza, problemas de sueño, falta de concentración, aumento en el consumo de alcohol o de otras sustancias.

Y además de todo ello, las posibles mejoras, según los autores de la monografía, pasan por mejorar la formación de los profesionales, pero también por la implantación de nuevos recursos y servicios para pacientes dependientes y sus cuidadores.