Las campañas militares contra el Reino de Granada, se iniciaron en 1455, tras su aprobación en las Cortes de Cuéllar y Córdoba.
La guerra que el rey quería, era una guerra de desgaste más que de conquista, una guerra de larga duración, en la que no había grandes victorias ni gran botín. Para Enrique, lo importante era destruir los cultivos y campos del Reino de Granada como forma de presionar a los musulmanes, pero esta táctica, contraria al espíritu caballeresco, provocó el descontento de los nobles. A pesar de este descontento, el rey no abandonaría la guerra y año tras año, se repitieron las campañas, manteniéndose fiel a su idea y gastando los tesoros del reino en una guerra de desgaste, pues no quería arriesgar la vida de los suyos y les prohibió entran en luchas contra los musulmanes. 1458.
Las campañas finalizaron en 1458, cuando el rey granadino pidió la paz, se comprometía a pagar parias en concepto de vasallaje, y a la entrega anual de seiscientos cautivos cristianos. Así terminó la campaña contra Granada, en la que Castilla, además de estas parias, consiguió ocupar las plazas de Jimena, Archidona y Gibraltar.
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