Condenado como vimos en el anterior post a la reclusión domiciliaria, se traslado a su villa en Arcetri, ya aquejado de ceguera (se cree que por la constante visión hacia el sol) y de artritis, aun tuvo fuerzas de completar la última y más importante de sus obras: los “Discorsi e dimostrazioni matematiche intorno à due nueve scienze“, publicado en Leiden por Luis Elzevir en 1638. En ella, partiendo de la discusión sobre la estructura y la resistencia de los materiales, Galileo sentó las bases físicas y matemáticas para un análisis del movimiento, que le permitió demostrar las leyes de caída de los graves en el vacío y elaborar una teoría completa del disparo de proyectiles. La obra estaba destinada a convertirse en la piedra angular de la ciencia de la mecánica construida por los científicos de la siguiente generación, con Newton a la cabeza.
Los últimos años los paso rodeado de sus dos discipulos Viviani y Torricelli, con los que pudo debatir sobre ciencia hasta su muerte en 8 de enero de 1642, asi termina una de las vidas más interesantes y activas de este periodo, a la altura de otro gran genio como Erasmo de Roterdam.
La tumba de Galileo Galilei, se puede visitar en la Santa Croce de Florencia, pudiendo darle un último adios, cualquier vistante que pase por esta mágica ciudad.