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Las aventuras del manuscrito de Mendel

No cabe duda de que el artículo de Gregor Johan Mendel “Experimentos sobre hibridación de plantas (Versuche über Plflanzen-Hybriden), publicado en 1866 en las Actas de la Sociedad de Historia Natural de Brno, es uno de los más importantes de la Biología, sienta las bases del descubrimiento del gen y origina la ciencia de la Genética. Mendel era un monje agustino (como Martín Lutero y Fray Luis de León) en la abadía de Brno, de la que llegó a ser superior. Menos conocida es la historia política, nacionalista y económica tras este conocido artículo.

Verhandlungen des naturforschenden Vereins Brünn, que es como se llamaba la sociedad científica originalmente en alemán, supuestamente custodiaba el manuscrito de Mendel, es decir, los documentos que envió el monje a la sociedad para su publicación. No debían de estar muy organizados, porque milagrosamente, en 1910 fueron rescatados de la papelera de la biblioteca de la Sociedad por el profesor y biógrafo de Mendel Hugo Iltis, que lo restituyó a los archivos de la sociedad. Iltis fundó el Museo de Mendel en 1932, y fue su conservador hasta 1939, cuando se trasladó a Estados Unidos huyendo de la invasión nazi.

La ciudad de Brünn, o Brno, estaba situada por entonces en una zona multicultural, habitada por comunidades de habla alemana y checa. En la versión checa de la historia, tras la invasión de la Checoslovaquia por el ejército nazi en 1939, la Universidad Masaryk de Brno fue anexionada a la universidad alemana, y fueron nombrados responsables de los distintos departamentos profesores pro-alemanes. Oswald Richter, de la Universidad Tecnológica Alemana de Brno, fue nombrado director del departamento de Fisiología Vegetal de Masaryk, y máximo responsable del archivo de la Sociedad de Historia Natural. Se dice que Ritcher, también un estudioso de Mendel, llevaba el manuscrito constantemente en su maletín. Huyó de Brno cuando el ejército soviético se aproximaba, y no se volvió a saber del manuscrito de Mendel. Richter se instaló en Hannover, donde siguió su carrera hasta su muerte en 1955. De la desaparición del manuscrito se hicieron eco las autoridades académicas checas en un artículo en Nature de 1947 por el Dr. Jaboslav KHženeck.

Mendel nació en Heinzendorf bei Odrau, un pequeño pueblo de la región de Silesia, de habla alemana por ese tiempo, en el imperio austricaco. Ahora es la ciudad checa de Hynčice. Mendel hablaba alemán como lengua materna, y el artículo estaba escrito en alemán, idioma científico del momento, y lengua franca del imperio. Cuando acabó la segunda guerra mundial, la comunidad de habla alemana abandonó Checoslovaquia para instalarse en Alemania y Austria, como hicieron los descendientes de las hermanas de Mendel, Veronica y Theresia.

En 1988 Erich Richter, un descendiente de Mendel y también monje agustino conocido como Padre Clemens, que vivía en Stuttgart (Alemania), comunicó a los miembros de su familia que había recibido el manuscrito de Mendel de otro monje de Praga, para que lo restituyera a la familia de Mendel. En el año 2001, ocho miembros de la familia de Mendel formaron una sociedad para preservar el documento como un tesoro nacional alemán, y se depositó en una caja de seguridad de un banco en Darmstadt (Alemania).

Para complicar más el asunto, y contradiciendo la versión checa, surge una versión austriaca. La vicaría general de los Agustinos en Viena estimó que el manuscrito les pertenecía. Alegaron que tras su publicación, fue devuelto a su autor y que había estado custodiado en la abadía de Brno (o Brünn) desde la muerte de Mendel en 1884. Durante la inestabilidad política tras la segunda guerra mundial (la orden fue disuelta en Checoslovaquia en 1950 por el estado comunista), el manuscrito estuvo en poder de varios monjes hasta que es enviado al Padre Clemens para su custodia, no para que lo devolviera a la familia. Ante esta reclamación, el padre Clemens se decide a entregar el manuscrito a la Vicaría de Viena. Sin embargo, el Ministerio de Ciencia, Investigación y Arte de la región de Baden‐Württemberg impide su salida del país, alegando que es un tesoro cultural alemán.

Entonces empezó un conflicto diplomático y legal donde están implicados tres países (Alemania, Austria y la República Checa), los parientes de Mendel y la Orden Agustina. Una vez que se determinó judicialmente que el manuscrito pertenecía a la abadía de Brno, se abandonó la idea de considerar el manuscrito un legado alemán, y la mayoría de los miembros de la familia de Mendel opinó que el manuscrito debería pertener a los agustinos. En el año 2012 fue devuelto definitivamente a la abadía de Brno, donde no hay ya monjes pero sí un museo dedicado a Mendel en las instalaciones del convento.

Sexo, identidad sexual y deporte

Ahora que estamos de nuevo con juegos olímpicos, aunque sean de invierno, es bueno recordar los problemas que ha acarreado la separación de las disciplinas deportivas en sexos. Hemos aprendido que biológicamente existen dos sexos en humanos, el hombre y la mujer, y aunque puede haber preferencias sexuales diferentes en uno u otro sentido, ser hombre o mujer es algo biológicamente certero. Pero no es así en numerosos casos de intersexualidad, puesto que desde el punto de vista biológico se puede hablar de hasta tres tipos de sexos: el cromosómico, el gonadal y el fenotípico.

El síndrome de insensibilidad completa a los andrógenos (SIA, o de femenización testicular) está causado por una mutación en un gen del cromosoma X, que codifica del receptor de las hormonas andrógenas, es decir, de la testosterona y sus derivados. La presencia de dos cromosomas XY causa normalmente que las gónadas se desarrollen como testículos, pero una persona con SIA no tiene estos receptores, por lo que se desarrollan conductos  y órganos sexuales externos femeninos, aunque los testículos permanecen en el interior del abdomen. Estas personas son cromosómicamente hombres (XY), pero al nacer aparecen como mujeres y son criadas como tal. De adultas no menstrúan y son estériles, ya que no tienen ovarios, aunque se desarrollan como mujeres con algunas variaciones.

María José Martínez Patiño es una plusmarquista española en carreras de vallas que asistió a los Juegos Mundiales Universitarios de Atletismo de 1985 en Kobe (Japón). Lamentablemente olvidó su “certificado de femeneidad”, el resultado de la prueba cromosómica que rutinariamente las federeaciones deportivas realizaban a las atletas para evitar que hombres participaran como mujeres, a pesar de que no ha habido nunca pruebas de que eso pasara alguna vez. Así que se le pidió que pasara la prueba de nuevo. María José estaba tranquila, ya había sido positivo el análisis en los campeonatos mundiales de Helsinki en 1983, y ella sabía que era una mujer. Sin embargo, se le comunicó que los resultados eran anormales y se le sugirió que finjiera una lesión y se retirara de los juegos.

¿Cómo fue posible que ocurriera este embrollo? La prueba que se realizaba entonces consistía en detectar el llamado corpúsculo de Barr en células del epitelio bucal de las atletas. Las mujeres tienen dos cromosomas X, y durante su desarrollo uno de ellos se inactiva, quedando enrollado definitivamente en una estructura compacta, fácil de teñir y detectar al miscroscopio. Los hombres solo tienen un cromosoma X, no inactivan ninguno y por ello no presentan el corspúsculo de Barr. Sin embargo, esta prueba no es muy fiable y puede fallar por diversos motivos, tal y como el caso de Martínez Patiño demostró.

Tras la Universiada de Kobe empezó una pesadilla para Martínez Patiño. Siguió compitiendo, a pesar de que la Federación de Atletismo española estaba al tanto de sus análisis de Kobe. Esta Federación le retiró la licencia en 1986 por tener cromosomas masculinos, y empezó un largo proceso médico y judicial. En 1988, la Federación Interacional de Atletismo la rehabilitó, admitiendo que la presencia de cromomas XY en sus células no le otorgaba ningún beneficio en la competición sobre otras mujeres.

El caso de Martínez Patiño no ha sido el único que ha demostrado que las pruebas de sexo realizadas en los eventos deportivos no son fiables ni pueden demostrar nada; además hay que tener en cuenta que hay pocas pruebas de que realmente alguna vez un hombre haya intentado hacerse pasar como mujer para participar. Tras intentar aplicar otra serie de pruebas también poco concluyentes para determinar el sexo, el Comité Olímpico Internacional decidió abandonar este tipo de procedimientos en el año 2000. Otras muchas federaciones deportivas han hecho lo mismo. María José Martínez Patiño ganó la carrera; ahora es profesora de la Universidad de Vigo y en 2005 contó su historia con sus propias palabras en la revista Lancet.

En la naturaleza no hay líneas divisiorias ni fronteras claras entre, por ejemplo, una especie y otra. Tampoco las hay entre un sexo y otro. Si tienen tiempo, vean este documental autobiógrafico de Phoebe Hart, mujer con AIS, condición que comparte con algunos miembros de su familia. Es una profunda reflexión de lo que somos y de lo que queremos ser.

http://www.youtube.com/watch?v=qCAoVCRIy9s