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El autor y sus orígenes

”]biografiasyvidas.com]Francisco de Goya y Lucientes nació en Fuendetodos, el 30 de marzo de 1746 y muere en Burdeos, Francia, el 15 de abril de 1828. Vive, pues, entre dos siglos, el XVIII y el XIX, hecho importante para su obra, impregnada de influencias de un barroco tardío, romanticismo y neoclasicismo.
Nace en el seno de una familia de mediana posición social de Zaragoza, que se ve obligada a trasladarse al pueblecito de Fuendetodos, a cuarenta kilómetros al sur de la capital. Su padre, maestro dorador, era un artesano de cierto prestigio y que gozó de cierta notoriedad en la vida artística de la ciudad, a mediados del siglo XVIII. Sin duda el oficio de su padre contribuyó a la formación artística de Francisco de Goya. Es importante resaltar para la mejor comprensión del personaje, que podrá siempre moverse en las distintas clases sociales, ya que su padre procedía de una familia a caballo entre el pueblo y la burguesía. Su abuelo paterno era notario real, con la categoría social que esto implicaba, sin embargo el bisabuelo de su padre no tenía derecho distintivo de Don. Goya podía, no obstante, tener aspiraciones, porque por parte de su madre los Lucientes tenían antecedentes hidalgos, labradores de la pequeña nobleza. Finalmente decir que casó con Josefa Bayeu, hija y hermana de pintores, Francisco, Fray Manuel y Ramón de orígenes infanzones. Tuvieron ocho hijos, de los cuáles seis murieron al nacer o siendo muy niños.
LA PINTURA DE GOYA.

ANTECEDENTES La pintura española decimonónica, exceptuando la figura de Goya (que alcanzó a vivir el primer tercio del siglo casi por entero), posee un discreto tono general en el que contrastan momentos brillantes y personales con otros vulgares y gregarios. En los inicios de ese siglo se advierte una participación de las ideas neoclásicas, dependientes en general de la influencia Francia.
En el segundo tercio se constata la existencia de una nueva pintura romántica. Aunque ninguna de las premisas que configuran este estilo se dan en España, solamente ciertas manifestaciones del paisaje reflejan el espíritu del romanticismo.
El realismo tampoco se dio en su momento, pues se practicó con notorio retraso cuando en Francia se encontraba ya en recesión.
Lo mismo ocurrió con el impresionismo, que en su época fundamental, 1870- 1890, fue completamente ignorado en España. Enorme éxito y repercusión conoció tuvo en nuestro país la pintura histórica, practicada con gran entusiasmo e intensidad pero con desigual fortuna. En este estilo, escasos son los artistas que consiguieron realizar obras verdaderamente meritorias y librar con luz propia.

GOYA vino a revitalizar el decadente panorama de la pintura española desde la segunda mitad del siglo XVIII. Es testigo de una época crítica, en la que se produjeron grandes cambios de carácter político, social, religioso y cultural, dejando en sus pinturas un mensaje que señala la desaparición de un mundo y el comienzo de otro.
Haber vivido ochenta y dos años entre dos siglos plenos de intensas circunstancias convierten a Goya en un ser lúcido y excepcional. Su manera de pintar cambiará el rumbo artístico de los tiempos venideros.
Se sabe que, hacia 1760, era discípulo de José Luzán y Martínez, pintor casi exclusivamente religioso. Fue su maestro y de él aprendió los rudimentos esenciales de la profesión. La pintura que se hacía en España, en general, era predominantemente religiosa, ya que gran parte de las iglesias del siglo XVIII, se remodelaron o construyeron en este período, no faltando, por tanto, encargos importantes.
Goya intervino en su juventud, pintando en numerosas iglesias de Aragón. Goya será pronto consciente de la necesidad de ampliar sus conocimientos, viajando a Italia, contacto artístico, por aquel entonces, imprescindible. Todo ello le sirvió para conocer la profesión artística y las tendencias de los pintores de la corte de Carlos III, que eran la mayoria extranjeros, como Mengs y Tiépolo.
Se presentó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid con la intención de obtener la beca que le permitiese realizar tan ansiado viaje. Hizo la prueba dos veces, no siendo admitido en ninguna. De todos modos, Goya realizó este viaje por sus propios medios, a los veintitrés años.
Permanece dos años en Roma formándose en las tendencias de los pintores de su época, entre el espíritu barroco y el neoclasicismo. En 1771 participa en el concurso de pintura de la Academia de Parma (”Aníbal vencedor contempla por primera vez Italia desde los Alpes”). Asi que su estancia italiana fue corta pero muy productiva.
En 1772 año trabajó en Zaragoza, donde recibió sus primeros encargos dentro de una temática religiosa y un estilo totalmente académico. Pinta al fresco La Gloria o Adoración del Nombre de Dios en la bóveda del Coreto de la Virgen en la basílica del Pilar de Zaragoza.
En su tierra permaneció al menos tres años (1771-1773). Posteriormente regresaría a Madrid para contraer matrimonio con Josefa Bayeu en Julio de 1773 y el matrimonio residirá en Zaragoza de 1772 a 1774. En estos años pinta al óleo sobre el muro en la iglesia de la cartuja de Aula Dei (Zaragoza) un ciclo sobre la Vida de la Virgen.
En 1775, se instala definitivamente en Madrid llamado por su cuñado Francisco Bayeu y por Mengs, Primer Pintor de Cámara de Carlos III. Entonces inicia sus trabajos en la Real Fábrica de Tapices, comenzando su carrera como retratista.
En Julio de 1780, fue nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. En octubre de ese mismo año va a Zaragoza con su cuñado Francisco Bayeu y con Ramón (hermano de éste) para pintar en el Pilar la letanía Regina Martyrum en la cúpula junto a la capilla de San Joaquín.
El encargo parece, por los documentos, que se le hizo a Bayeu “El Grande” como responsable general de la decoración pictórica de todo el entorno de la Santa Capilla. En febrero de 1781 sigue trabajando en la cúpula, pero surgen fuertes diferencias con Francisco Bayeu a quien parece ser que se dirige el Cabildo del Pilar para que inspeccione y corrija las faltas que encuentran los canónigos en la cúpula. Las duras críticas a su forma de pintar, con brochazos, hacen que se sienta maltratado e incomprendido. Es necesaria la mediación del P. Salcedo, prior de Aula Dei, donde Goya había pintado antes, para superar el enfrentamiento de Goya con su cuñado y la Junta de Fábrica del Pilar. Finalmente el conflicto acaba con la realización de nuevos bocetos para las pechinas de la cúpula. En mayo Goya termina de pintar Regina Martyrum y parte para Madrid, lleno de amargura, privando al Pilar de más frescos admirables .
El 14 de julio del mismo año escribe a su amigo de bancos de las Escuelas Pías, Martin Zapater, dolido de las cuestiones surgidas entre el artista y el Cabildo del Pilar.
Muy pronto recibirá importantes encargos, como el retrato del conde de Floridablanca y el del infante D. Luis, realizados en 1783. Numerosos nobles le brindaron su amistad y le introdujeron en un ambiente social cada vez más rico en cultura y medios económicos.
Tras la muerte de Carlos III, el advenimiento al trono de Carlos IV en 1788 supuso para Goya la consecución de nuevas mejoras en su condición social y artística, así en 1789 fue nombrado pintor de cámara, una de sus más altas aspiraciones. Sin embargo, pocos años después, en 1793, cuando contaba cuarenta y siete años, una grave enfermedad que se prolongó a lo largo de diez meses, puso en peligro su vida y le originó una profunda sordera, circunstancia que condicionó notablemente su carácter y temperamento.
Goya no aceptó con normalidad la desgracia de su sordera y se rebeló ante ella de forma violenta, sufriendo mutaciones en su genio que le convirtieron en un ser desconfiado y huraño.
Apreciado en la corte y en los medios intelectuales, no se sometió al fácil halago que le brindaba su entorno, sino que se enfrentó a trabajos cada vez más comprometidos que ampliaban los límites de su talento.
En 1798 realizó la serie grabada de Los caprichos, donde su fantasía, imaginación y sentido crítico alcanzaron unos niveles de expresión no superados en el arte español. Este mismo año pintó también los frescos de San Antonio de la Florida y poco después se suceden dos obras maestras como los retratos de La Familia de Carlos IV y de Godoy (1801).
A partir de 1808, la historia de España estará sembrada de tristes acontecimientos con la invasión de las tropas francesas. Se precipitaron un cumulo de acontecimientos que incidirán significativamente en la persona y en la obra de Goya.
Los tímidos esfuerzos de renovación que se habían emprendido en España durante el proceso de la restauración se quedaban cortos ante la modernidad de las ideas que traían los invasores. Por tanto, un buen número de intelectuales (entre los que se encontraba Goya) vieron con agrado y simpatía los aires nuevos de progreso y cambio; en definitiva, unos nuevos valores, que abrían una nueva época para España.
Esta actitud y el haber sido pintor de cámara durante cinco años de José Bonaparte, le valió la calificación de afrancesado. Goya sus amigos ilustrados atacan los defectos y corrupciones que pueden ver en la iglesia española, pero son igualmente celosos en su defensa, que pueden dar luz al pueblo. Él era, como tantos españoles, creyente pero no practicante.
Los primeros biógrafos de Goya, los franceses Laurent Matheron y Charles Yriarte lo presentan como un descreído frondista, aunque Goya si pudo contagiarse en sus años de madurez en Madrid del “mal del siglo”.
En parte por la influencia de su amistad con los afrancesados Menendez, Jovellanos y Moratín, que estan en contra de las practicas inquisitoriales de la iglesia. No obstante, pinta cuadros de estilística y temática religiosa como la ultima comunion de San José de Calasanz (Iglesia de San Antón de Madrid). Este es el cuadro religioso más importante en la pintura española del siglo XIX, equiparable con Rembrandt.
Flagelantes inquisidores, frailes glotones, monjas que cuelgan los hábitos, se contraponen al que muere mártir en los desastres con las inscripciones y o con el que lee la la Gaceta a los analfabetos en una de las Pinturas Negras con que decoró su casa hacia 1820-23.

EL GOYA RETRATISTA El Goya retratista es, sin embargo, el que nos impone al reflexionar sobre su pintura.
En 1923, August L. Mayer eleva el número de retratos goyescos a 460. De ellos 95 de personajes reales, 228 de personas conocidas y 77 de desconocidos. Es el género más renovado por Goya. Consigue imponer sus sentimientos hacia el modelo, crea comunicación con los retratados llegándose a pensar que los conocemos.
Con pintura plana, sus pinceladas gestuales quedan libres, dejándonos sólo con los datos lumínicos y el borrón que desemboca en el impresionismo.
Berruete en 1916 relaciona a Goya con los retratistas ingleses. Una razón que puede explicar este fenómeno, es el hecho de que durante su convalecencia en 1792-1793 en casa del coleccionista gaditano D. Sebastián Martínez, se le diera a conocer a Goya grabados de los retratos ingleses.

Esto pudo establecer en él semejanzas más allá de la contemporaneidad de las cosas externas o el ambiente de la época. Este espíritu del tiempo reforzado por las cualidades externas, es lo que hace que ciertos retratos, como el del “Conde de Fernán Núñez” se asemejen a los ingleses. Pero si lo viéramos junto a retratos de Reynolds, de Gainsborugh o de Lawrence, pronto lo distinguiríamos como español y además, goyesco; ya que los otros tienen su base en Van Dyck.

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