Cortés y el Ejército de la Conquista

Los manuales de historia europeos, condenados a la simplificación, nos enseñan que el ejército de Cortés estaba formado por 508 soldados de a pie( más un centenar de hombres de la mar: maestres, pilotos, marineros); disponía también de dieciséis jinetes, montados en caballos o en jumentos, treinta y dos ballesteros, trece escopeteros/ arcabuceros; algunas piezas de artillería, entre ellas cuatro falconetes de hierro y una docena de pequeños cañones de bronce. Éstos eran los efectivos de los que hizo relación el propio Cortés cuando pasó revista a sus tropas en Cozumel, primera etapa de su epopeya mexicana. Los datos apenas se han discutido: las diferencias observadas son de poca importancia. Gómara, al escribir del alarde de efectivos de Guaniguanigo en Cuba, la víspera de la partida, habla de 550 españoles, de ellos 50 marineros, más 200 porteadores indios y gente de servicio. El propio Bernal Díaz del Castillo, nuestra principal fuente a propósito del alarde de Cozumel, en el que estuvo presente, precisa que no está seguro del número de ballesteros. ¿Hay, por lo tanto, que seguir al pie de la letra a Gómara cuando escribe:《Con tan poco caudal ganó tan grande reino […]. Nunca jamás capitán alguno hizo con tan pequeño ejército tales hazañas, ni alcanzó tantas victorias, ni sujetó tamaño imperio》? Gómara nos hace creer lo increíble: el México Central, poblado por alrededor de veinte millones de hombres, dotado de una organización estatal bastante elaborada, de un eficaz sistema fiscal—los recaudadores de impuestos eran omnipresentes—, capaz de movilizar varias decenas de millares de soldados, creador de una civilización refinada que, a pesar de la crueldad de algunas de sus prácticas, suscitó la admiración de los conquistadores y de Cortés más que de ningún otro, fue conquistado en unos pocos meses por unos centenares de hombres. La realidad, evidentemente, es muy otra, e infinitamente más compleja. La por ello, al contrario: la inteligencia de los conquistadores y el sentido político de su jefe fueron las claves del éxito.

Si se quiere comprender lo inconcebible hay que tener en cuenta la cronología, la importante baza que jugaron los intérpretes, y el arma suprema de Cortés, es decir, la explotación de las divisiones existentes en el mundo indígena, sin por ello descuidar el papel desempeñado por el armamento, el valor de los hombres y el genio estratégico y táctico del conquistador,

Una cronología sencilla
La conquista de México se desarrolló en varias etapas que pueden resumirse de la siguiente manera.

De febrero al 8 de agosto de 1519: los barcos navegan a lo largo de las costas de Yucatán, luego hasta las villas de San Juan de Ulúa y de la actual Veracruz, fundada por Cortés. En el transcurso de estos meses se libran algunos fuertes combates en los alrededores de Tabasco, pero los españoles consiguen superar sus pérdidas. Se incorporan a la expedición dos intérpretes cuyo papel va a ser capital: Jerónimo de Aguilar, un español que había estado durante ocho años prisionero de los indígenas y que conocía el maya yucateco, y una indígena de inteligencia excepcional, de origen nahua pero que había sido vendida como esclava a los mayas y que hablaba maya u náhuatl, Malintzin, convertida en doña Mariba tras su bautismo. Durante este periodo los españoles consiguieron liberar a las poblaciones totonacas, que vivían en la ribera del golfo de México, de la relativamente reciente dominación mexica o azteca, que soportaban muy mal. Cortés consiguió del cacique totonaca de Cempoala, el Cacique Gordo, doscientos tamemes o porteadores y cincuenta indios de guerra. Antes de penetrar tierra adentro, Cortés, de acuerdo con sus soldados, había dado al través sus naves, es decir, las había desarmado y hecho encallar para imposibilitar cualquier huida.

Del 8 de agosto al 23 de septiembre de 1519: el ejército de Cortés emprende la marcha con dirección a México. No cuenta entonces más que con poco más de 400 españoles, ya que las pérdidas totales desde la salida de Cuba han alcanzado la cifra de 35 (muertos en combate o a causa de heridas mortales o enfermedades); una guarnición de unos 60 hombres (más los marineros) se queda en Veracruz, bajo el mando de Juan de Escalante. La marcha es penosa: hay que subir puertos antes de entrar en las tierras frías, lejos de la tibieza del Golfo. Cortés ha decidido pasar por Tlaxcala, pues los totonacas le han dicho que los tlaxcaltecas son enemigos mortales de los mexicas. Sin embargo, Tlaxcala rechaza obstinadamente las ofertas de paz de Cortés. Del 2 al 5 de septiembre tienen lugar terribles batallas: millares de tlaxcaltecas lanzan varios ataques contra el ejército de Cortés; uno contra veinte o treinta, los españoles se creen perdidos pero terminan por ganar gracias a una organización táctica admirable, a la artillería, que abrió brechas profundas en la infantería tlaxcalteca, demasiado reagrupada, y por último, gracias a su caballería. Los españoles tuvieron muchos heridos, pero pocos muertos. En total, desde la partida de Cuba, habían perdido 155 hombres. Por suerte y 《gracias a Nuestro Señor》, el Consejo de los cuatro caciques de Tlaxcala decide firmar la paz. Cortés entra en Tlaxcala el 23 de septiembre.

Del 23 de semptiembre al 12 o 13 de octubre: los españoles descasan y curan sus heridas en Tlaxcala. Saben que han estado muy cerca del desastre, de la eliminación física total. ¿Cómo no iban a sentir, junto a la fascinación, la atracción irresistiblehacia ese mundo fabuloso que descubren día a día, una verdadera angustia, una suerte de terror existencial? Pero la suerte está de su parte: consiguen sellar una alianza con los tlaxcaltecas que será decisiva,a pesar de que los enviados de Moctezuma se esforzarán en impedir por todos los medios que ésta se realice, intentando hacer creer a los españoles que se trataba de una trampa y haciéndole a Cortés regalos suntuosos. Los tlaxcaltecas rechazaron firmemente destruir sus ídolos a pesar de la insistencia de Cortés; el religioso mercedario que acompañaba el ejército defendió su punto de vista:《No es justo que por fuerza les hagamos ser cristianos.》Con objeto de sellar la alianza y de tener descendencia de los españoles, a los que consideran unos guerreros extraordinarios, los tlaxcaltecas entregaron a varias hijas de los caciques a los españoles; Cortés las repartió entre sus capitanes (Pedro de Alvarado, Juan Velázquez de León, Gonzalo de Sandoval, Cristóbal de Olid, Alfonso de Ávila). Por último, los tlaxcaltecas ofrecieron a Cortés millares de indios de guerra para la conquista de México. Aceptó cinco o seis mil.

Del 12 o 13 de octubre al 8 de noviembre: los españoles cubren, con calculada lentitud, el recorrido Tlaxcala-México. Por consejo de Moctezuma, deciden pasar por Cholula, que está a sólo seis lenguas de Tlaxcala; los tlaxcaltecas, enemigos jurados de las gentes de Cholula, les alertan de que los caminos han sido bloqueados; esto, y la reserva con que les tratan las autoridades de Cholula, les hace observar la máxima prudencia. El 8 de octubre cometen una auténtica matanza entre los señores de la ciudad: mataron a 3,000 personas en dos horas. Cortés afirmará más tarde que actuó de esta forma porque doña Marina le había informado de que los caciques de Cholula, por instigación de Moctezuma, planeaban asesinar a los españoles. Más tarde, Bernal Díaz del Castillo se enfurecerá contra Bartolomé de Las Casas, según el cual los españoles cometieron semejante matanza sin ningún motivo, por simple diversión y no en defensa propia. En cualquier caso, es evidente que de esa manera Cortés se adelantó a los deseos de sus aliados tlaxcaltecas.

Moctezuma se resignó finalmente a recibir a los españoles en su capital, en la que entraron el 8 de noviembre de 1519. Entonces no se trataba aún de una conquista. No hubo ningún combate: los españoles fueron objeto de una fastuosa recepción, se les acomodó y alimentó muy bien, y se instalaron en la capital azteca.

Del 8 de noviembre de 1519 al 10 de mayo de 1520: los españoles pasan una larga temporada en México-Tenochititlan. Al día siguiente de su llegada sucede un episodio bastante controvertido, el del discurso de bienvenida de Moctezuma, cuyos términos, de confirmarse, habrían creer que el soberano azteca(el tlatoam) vio en los españoles a dioses y en Cortés a una reencarnación del dios Quetzalcóatl, lo que explicará la relativa pasividad del soberano y sus repetidos esfuerzos por conseguir atraerse el favor de los invasores. Sin embargo, el significado del discurso, si se pronunció realmente, lo que parece probable, sigue siendo incierto. La Segunda relación de Cortés y el relato de Gómara( escrito al dictado del conquistador) citan varios pasajes del discurso que hablan explícitamente del origen divino de los conquistadores y la identificación Cortés-Quetzalcóatl; el mismo Bernal Díaz del Castillo hace alusión a ello:《Y que verdaderamente debe de ser cierto que somos los que sus antecasores, muchos tiempos pasados, habían dicho que vendrían hombres de donde sale el sol a señorear aquestas tierras, y que debemos ser nosotros, pues tan valientemente peleamos.》 Los españoles son testigos de los grandes honores que se rinden a Moctezuma; visitan detenidamente México, los mercados, las plazas, los canales. La ciudad les deja tremendamente impresionados, como lo prueban las largas y entusiastas descripciones de los testigos (entre ellos Cortés y Berpero, tras una primera tentativa infructuosa, no han intentado suspender el culto, y se contentan con construir una iglesia por su cuenta. Descubren en el palacio el tesoro del soberano azteca, llamado tesoro de Axayácatl, padre de Moctezuma, cuya riqueza deja estupefacto a Bernal Díaz.

Según Cortés, fue al sexto día cuando los españoles decidieron hacer prisionero a Moctezuma. La tesis de que la detención se produjo el mismo día de la receptación, fundamentada en fuentes indígenas muy posteriores al acontecimiento, está desmentida por todos los testigos; además, es absurda, pues Cortés hubiera cometido un error muy burdo. Bernal Díaz asegura que la decisión de Cortés fue tomada seis días más tarde, ante la insistencia de los hombres de confianza del conquistadores, sus capitanes y doce soldados, entre ellos el propio Bernal: tomar al soberano como rehén garantizaría la seguridad de los españoles, muy pocos frentes a una multitud de indígenas en una ciudad que podía convertirse en una trampa, una 《ratonera》, dada su situación. Cortés no hace ningua alusión a esta versión, la más probable, ya que desde el segundo día varios conquistadores habían defendido ese punto de vista, pero ratifica la fecha (el sexto día) y, para intentar justificar ocurridos en Veracruz: su lugarteniente Juan de Escalante y seis españoles fueron asesinados allí por un destacamento mexica, probablemente bajo instigación de su soberano. Moctezuma se había defendido de la acusación, prometiendo además hacer castigar a los culpables, cuatro oficiales, que fueron efectivamente detenidos de la acusación, prometiendo delante del palacio. Mientras tenía lugar el suplicio se le pusieron los grilletes a Moctezuma.

La tensión subía en México, a pesar de las reuniones diarias entre Cortés, sus capitanes y el tlatoami, y de los juegos que compartían, además de las partidas de caza, aunque esto es más dudoso. Cortés obtuvo de Moctezuma información sobre el emplazamiento de las minas de oro y envió a algunos de sus hombres a explorar. Pero, según ciertos rumores, Cacamatzin, señor de Tezcoco y sobrino de Moctezuma, preparaba la rebelión: el encarcelamiento de su tío, en efecto, se prolongaba, los españoles se habían apropiado de una parte del tesoro real y habían fundido el oro para reducirlo a lingotes, mientras consolidaban su dominio sobre el país. Había llegado el momento de plantarles batalla y de terminar con la pasividad de Moctezuma.

Del 10 de mayo al 30 de junio de 1520: se desarrollaron varios episodios dramáticos. José Luis Martínez escribe: 《Cuando parecía que la conquista del imperio azteca se iba consolidando sin violencia mayor, el episodio de Narváez y la ausencia de Cortés de la ciudad de México van a dar un nuevo curso a la historia del enfrentamiento entre españoles e indígenas.》

En efecto, a comienzos de mayo, Cortés se entera de que un importante ejército español, llegado de Cuba, al mando de Pánfilo de Narváez, acaba de desembarcar en San Juan Ulúa. Las cifras varían pero se trata de la expedición más grande lanzada sobre México: de 800 a 1.400 hombres, de 80 a 90 caballos, de 100 a 150 ballesteros y escopeteros, una docena de piezas de artillería. Cortés se da cuenta inmediatamente de que Moctezuma, cuyos informadores atraviesan sin cesar el país, está perfectamente al corriente del desembarco; la noticia, como de costumbre, se la han pintado en tejidos de algodón. Cortés no tuerce el gesto ante Moctezuma, cree poder entenderse con los recién llegados ya que el oidor de Santo Domingo, Vázquez de Ayllón, acompaña a Narváez en calidad de mediador, pero cambia de tono rápidamente ya que Narváez reenvía inmediatamante a Vázquez de Ayllón; además, su aliado de Cempoala, el Cacique Gordo, embaucado por Narváez, deserta.

Cortés realiza entonces una extraordinaria operación de comando. Deja en México una importante guarnición al mando de Pedro de Alvarado, y parte el 10 de mayo con setenta hombres( entre ellos Bernal Díaz del Castillo), incorpora en Cholula a Juan Velázquez de León y a sus hombres, luego, cerca de Cempoala, tras una marcha forzada, a Gonzalo de Sandoval y los suyos. Dispone entonces de menos de trescientos hombres, una fuerza tres veces inferior a la de Narváez, pero se ha cuidado de enviar unos días antes a algunos hombres de confianza, bien provistos de oro para los artilleros de Narváez y algunos otros soldados que cree conocer bien. La noche del 27 de mayo, bajo la lluvia, las tropas de Cortés se apoderan de Narváez gracias a un número acrobático de Gonzalo de Sandoval que escala una torre, desarma a algunos jefes y luego logra la adhesión del ejército de Narváez a Hernán Cortés, el hombre que va a colmarlos de riquezas y honores. Éste se siente con motivos para creer que acaba de obtener una victoria decisiva, tanto es así que hace desarmar las naves de la flota de Narváez. Nunca ha dispuesto de un ejército tan importante.

Pero la rueda de la fortuna gira valozmente. Unos mensajeros llevan al conquistador una noticia fatal: Pedro de Alvarado y sus hombres están sitiados en México donde ha estallado una gran rebelión. Llegan datos más precisos: la rebelión se debe a la matanza perpetrada por Pedro Alvarado en el Templo Mayor., en la que han sido asesinados muchos de los principales dignatarios aztecas. Cortés vuelve a toda velocidad a Tlaxcala donde el 20 de junio para revista a su ejército: puede contar con 1.300 soldados, 96 caballos, 80 escopeteros y otros tantos ballesteros, 2.000 indios de guerra que le proporciona Tlaxcala. A la cabeza de una fuerza tan considerable, Cortés se siente confiado: la noticia de su victoria sobre Narváez a favor de la paz. El 24 de junio Cortés está de regreso en México con su ejército. Toca a llamada a sus capitanes, Juan Velázquez de León y Diego de Ordaz, a los que había enviado de reconocimiento.

La situación en México-Tenochtitlan, peor de lo que Cortés imaginaba, se agrava aún más tras la muerte de Moctezuma, ocurrida en circunstancias bastante oscuras. Los mexicas están decididos a vrencer o a morir, y, bajo la dirección de Cuitláhuac, el muevo tlatoani, combaten encarnizadamente y con un éxito creciente. Numerosos españoles mueren o son heridos. Cortés comprende que la retirada es la única posibilidad de salvación. La decide con mucho secreto. Es la Noche Triste, el 30 de junio. Pero, dada la alerta, la columna se ve furiosamente atacada en la calzada de Tlacopan; la retaguardia, con Pedro de Alvarado y Velázquez de León, se ve separada del grueso de la columna y pierde una parte de sus efectivos. Pedro de Alvarado se salva, gracias, quizá, a un salto que se hará legendario. Las pérdidas totales, minimizadas por Cortés (150 españoles, 45 caballos, 2.000 indios), y sin duda exageradas por Bernal Díaz del Castillo (870 españoles), han sido objeto de muy diferentes evaluaciones pero afectan a 400 o 600 españoles y alrededor de 4.000 indios, la mayoría tlaxcaltecas. La mayor parte del tesoro se ha perdido, tragado por las aguas de la laguna en el transcurso de la retirada. Pero Cortés y sus hombres tuvieron suficiente fuerza e inteligencia táctica para infligir en Otumba un duro golpe al ejército mexica, que creía poder acabar con ellos durante la persecución:¡Cervantes de Salazar llega hasta a pretender que fue 《la batalla más memorable》de la conquista.
Del 1 de julio de 1520 al 28 de abril de 1521, el ejército de Cortés puede descansar gracias a la ayuda y el auxilio de Tlaxcala; pese al temor de los españoles ante cuál pudiera ser su reacción, los talzxcaltecas rechazan el acuerdo propuesto por los aztecas y permanecen fieles a la alianza con Cortés. Para Bernardino Vázquez de Tapia se trató de un milagro: 《Y milagrosamente Nuestro Señor nos libró y llevó en salvo a Tlaxcala, a donde, y si los halláramos de guerra,según íbamos cansados y heridos no se escapara ninguno de nosotros; pero ellos como buenos guardaron la paz y amistad que a los principios asentaron con el marqués.》 El consenso a este respecto es total: el respecto de la alianza por parte de Tlaxcala salvó a los españoles.

A continnuación, Cortés prepara metódicamente ña reconquista de la capital azteca moviéndose en dos direcciónes; en el ámbito diplomático, negocia con los otros pueblos del México Central para privar a los aztecas de aliados; en el militar, consigue doblar sus efectivos, gracias a importantes refuerzos llegados de las islas. Promulga ordenanzas militares y hace construir en Tlaxcala los elementos de trece 《bergantines》, en realidad grandes chalupas muy manejables, que serán transportados hasta la laguna. Hace que los guerreros tlaxcaltecas sigan entrenamiento militar, para que adquieran principios tácticos de los que efectivamente darán prueba durante la batalla de México-Tenochititlan. Parece ser que Cortés también intentó, varias veces, entrevistarse con Cuauhtémoc, el sucesor de Cuitláhuac, para convencerle de la necesidad de la paz, pero no hay ningua certezan sobre esto. Durante el Pentecostés de 1521, la víspera de la batalla decisiva, Cortés organiza el alarde de Tezcoco. Ha reunido bajo sus órdenes a 650 soldados de a pie, 84 de a caballo, 194 ballesteros y escopeteros y una veintena de cañones, tres cañones grandes de hierro y una quincena de cañones pequeños de bronce, a los que hay que añadir más de 25.000 indios de guerra, de los cuales al menos 16.000 son tlaxcalteras.

Por fin, del 30 de mayo al 13 de agosto de 1521 se desarrolla una batalla encarnizada por México-Tenichititlan. Cortés ejecuta la operación anfibia que ha preparado para encerrar a los defensores en su ciudad. Él mismo toma el mando de la fuerza naval, con300 soldados de a pie y los artilleros, ya que los cañones están repartidos entre los bergantines. Tres destacamentos, compuestos por un número más o menos igual de soldados de a pie, de alabarderos, de ballesteros y de jinetes son confiados, respectivamente a Pedro de Alvarado, a Cristóbal de Olid, y a Gonzalo de Sandoval. Cada uno de los tres destacamentos está apoyado por unos 8.000 indios de guerra. Las notables disposiciones tácticas concebidas por Cortés le permiten tomar inmediatamente ventaja, pero los mexicanos se defienden heroicamente, casa por casa, y hay que acudir frecuentemente a la lucha cuerpo a cuerpo. Los españoles se ven obligados a quemar las casas ocupadas para evitar que sean sitiadass durante la noche. Sufren un fracaso humillante en su primer ataque contra la plaza del mercado y pierden terreno. Pero los asediados carecen de todo, especialmente de agua potable, porque los españoles han cortado el acueducto de Chapultepec. Además, sufren una epidemia de viruela, introducida, parece ser, por un soldado o un porteador de la expedición de Narváez. A pesar de todo, rechazan varias veces las ofertas de paz de Cortés. Por fin,el 13 de agosto, Cuauhtémoc, agotado como todos los suyos, se rinde. La guerra ha terminado. Cortés podrá enviar pequeños destacamentos a las regiones vecinas que no estaban sometidas a los mexicas (por ejemplo, a Michoacán o a Huasteque) y obtener sin grandes esfuerzos su adhesión.

Esta secuencia cronológica, aunque breve, hace justicia a las simplificaciones a que hacíamos referencia al comienzo de este capítulo. Con su ejército inicial Cortés ha conseguido dos victorias importantes. La de Tlaxcala: los españoles se batieron uno contra veinte o treinta con un extraordinario espíritu de solidaridad y supieron utilizar a fondo su artillería y sus arcabuces, que causaron estragos en las formaciones demasiado agrupadas y desconcertadas por unas armas desconocidas; además, esta tropa, ya curtida en la guerra con los indios, estuvo admirablemente dirigida. La segunda victoria, uno contra tres, fue ganada a otros españoles, gracias a la sorpresa, el 27 de mayo de 1520. Pero ni el doble de efectivos más la ayuda de 2.000 valerosos guerreros indios ni las armas de fuego evitaron la derrota de Cortés durante la primera batalla de México-Tenochtitlan, que terminó con la Noche Triste. Y su victoria total en la última batalla hubiera sido imposible sin la contribución de varias decenas de millares de combatientes indios entre los que estaban los tlaxcaltecas, enemigos jurados de los aztecas.

Es evidente, por lo tanto, que la epopeya cortesiana, fueran cuales fueran las notables cualidades del capitán, no puede definirse simplemente como una guerra que enfrente a combatientes de elite, dotados de un armamento muy superior, con guerreros valientes pero mal armados y sin formación estratégica y táctica. Hay, sin alguna duda, que analizar las fuerzas presentes y sus métodos de combate: éstos revelan la clara superioridad militar de los españoles. Pero no deberíamos contentarnos con ellos.

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