Los aztecas se establecieron e impusieron su dominio en la meseta mexicana hacia fines del siglo XII d.C. Antes de su arribo, la región había sido el asiento de numerosos pueblos indígenas, siendo los toltecas los unificadores de los elementos culturales anteriores. Los aztecas, también llamados mexicas o tenochcas, fueron uno de los últimos pueblos nahuas que llegaron a la región procedentes del Norte del Río Grande.
Según su propia leyenda, provenían de un lugar llamado Aztlán. Aquel sitio era donde las águilas levantaban el vuelo, simbolizando de esta manera el amanecer que posibilita la vida. En su migración desde las áridas montañas del Norte, los aztecas se movilizaron de manera muy particular. Avanzaban en pequeños grupos, que se establecían en asentamientos permanentes, hasta que los pioneros determinaban la conveniencia de ocupar nuevas tierras. Su ruta fue larga hasta llegar a Chapultepec, en donde fueron prisioneros y vasallos. Sin embargo, este infortunio no les hizo olvidar la promesa de su dios Huitzilopochtli, quien les había asegurado que vengaría todas las ofensas que hubieran recibido y los convertiría en un pueblo poderoso.
El cumplimiento de este compromiso se realizó ante un hecho fortuito. Su dominador, Cocox, se encontraba en guerra con una ciudad rival. Los aztecas decidieron apoyar a su señor. Una vez obtenida la victoria, sellaron entre ambos una alianza por medio del matrimonio de la hija de Cocox con el jefe azteca. La venganza azteca consistió en el asesinato de la princesa en la ceremonia nupcial. Odiados y temidos, volvieron a migrar por el valle de México. Una vez más reemprendían la marcha tras el lugar donde se posara el águila sobre un nopal para fundar su
ciudad.
Comandados por Tenoch, en el año 1325, en una isla casi estéril, vieron al águila según las indicaciones dadas por su dios. Decidieron allí echar las bases de su capital, construyendo en primer lugar un templo en honor a su dios. Así nació Tenochtitlán. Establecidos por fin, los aztecas iniciaron los trabajos de desecación del pantano, construcción de diques, canales y chinampas para el cultivo. La ciudad se fue delineando alrededor de estos jardines flotantes sobre el lago. Asegurada su existencia, la población experimentó un importante crecimiento, que culminó con la instalación de puentes de unión entre las costas y la ciudad.
El centro de la ciudad fue erigido como sitio ceremonial. Entre los edificios más importantes, se contaban las pirámides en honor de sus dioses, canchas de juego de pelota, residencias para sacerdotes y guerreros y altares para las ceremonias litúrgicas. Palacio real, casas para la nobleza y el mercado completaban este barrio central. La gente común, en tanto, se agrupaba en los sectores que rodeaban la urbe.
Desde esta ciudad, el pueblo azteca inició una serie de campañas de conquista contra sus vecinos con el doble propósito de tomar prisioneros de guerra para los sacrificios y adquirir la tierras y productos que escaseaban en el lago. Convertidos en temibles guerreros, lograron ampliar sus territorios hasta los límites del actual México.
La cultura azteca recogió todos los elementos que habían producido sus antecesores y formó con todo ello un amplio y homogéneo cuadro cultural.
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