El comercio de ultramar

Tras la habilitación de su puerto en 1778 Alicante contribuyó al comercio colonial de forma muy débil. Según la Dirección General de Rentas para ese mismo año de comercio libre con America ocupó el último lugar de entre todos los puertos tanto en número de embarcaciones como en cuanto al valor de sus mercancías. En 1785 distaba de haber mejorado solo superando a dos puertos en cuanto a número de barcos mientras que el valor de las mercancías americanas desembarcadas era inferior a la de 1778 no variando en lo que resta de siglo.

Una muestra de esta debilidad del comercio es que en el año 1790 se fletaron cuatro polarcas con destino a América cargadas de diversos artículos con un valor total de 300.000 reales comparado con el medio centenar de millones de reales que exportaba Cataluña. Otra muestra clara es el hecho de que en el puerto de Alicante tan solo se exportaba entre el 1 y el 1,5% de las exportaciones a America, el resto se destinaban a Europa. Por tanto podemos decir que el comercio portuario alicantino era un comercio orientado a Europa tanto en importaciones como en exportaciones auspiciado por la importante presencia de comerciantes y casas extranjeras a las que no interesaba el comercio colonial.

Un ejemplo de esta carencia de interés la tenemos en el año 1779 el el que fue concedido por Carlos III cinco buques de registro para ir a Veracruz a distribuir entre las provincias marítimas. Uno de estos buques debía partir de Alicante cargado únicamente con productos españoles. Para estimular la empresa redujeron los derechos municipales que pagaban los vinos y aguardientes españoles en los puertos mejicanos. Las autoridades de la ciudad y la Diputación Consular convocaron a comerciantes y hacendados para ver que medios se usarían para obtener el capital suficiente para fletar el navío. Se creó una compañía por acciones con un capital de 120.000 pesos emitiendo 400 acciones de 300 pesos cada una. Fue un autentico fracaso. Fue muy dificultoso colocar estas acciones haciéndose posible gracias a la intervención del naviero gaditano Jaime Fourrat.

 No se volvió a plantear ninguna operación semejante y eso se debe a que el puerto de Alicante tenia un papel bien definido que era el de centro redistribuidor de salazones y productos manufacturados hacia el interior peninsular, principalmente Madrid. En cuanto a las exportaciones estaban muy controladas por las casas de comercio en su mayoría extranjeras y orientadas hacia el mercado europeo.


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