Nos encontramos en los primeros pasos de la Edad Moderna en la provincia de Alicante. En estos años la demografía de la ciudad se mantuvo dentro de los márgenes que hubo durante la etapa medieval y no sufrirá cambios importantes hasta bien entrado el siglo XIX.
Como es lógico estamos en un momento de intenso cambio y las fuentes no son todo lo claras que querríamos. De hecho solo desde 1550 contamos con fuentes parroquiales más o menos abundantes para realizar un estudio serio. Se observa como tiene lugar una alta natalidad pero en unos niveles muy semejantes a las tasas de mortalidad. Para que nos hagamos una idea de la dificultad de la vida en este momento, la tasa de mortalidad de los menores de 15 años llevaba a que solo sobreviviera uno de cada dos. Además de la mortalidad ordinaria, motivada por la propia dificultad de vivir en esta época, tenemos que contar con la extraordinaria, con dos episodios fundamentales como fueron las crisis demográficas de 1592 y la de 1599, motivadas por epidemias.
Aún a pesar de esta alta mortalidad, la natalidad estaba en el mismo nivel y en momentos de cierta calma en los que se dieron buenas cosechas y no tuvieron lugar epidemias, la población pudo crecer acompañada también por la inmigración. Al final de la centuria la población de Alicante aumentó cerca de un 40% respecto al inicio de siglo. Esta cifra que parece espectacular, y sin duda lo es, hay que ponerla en contraste con otros núcleos como pueden ser los moriscos del interior de la provincia, los cuales en el mismo periodo de tiempo crecieron un 132%. Alicante fue un núcleo de cristianos viejos.
La edad media en estos momentos rondaba los 30 años estando la edad de contraer matrimonio entorno a los 25 por lo que los años fértiles eran escasos. Algunas de las crisis demográficas que tuvieron lugar ya no solo en este siglo sino en el siguiente fueron motivadas por el fuerte vínculo existente entre la tierra y la población; una mala cosecha podía ser peor que la peor de las epidemias. Alicante al ser una ciudad costera tuvo menos incidencia en este aspecto que otras ciudades de interior ya que podía recibir trigo procedente de Nápoles o Sicilia.
El núcleo urbano que constituía Alicante, con una población elevada, hacia que la gente viviera apiñada y sin prevenciones higiénicas de tipo alguno, por lo que las enfermedades eran cuantiosas. Por otro lado no podemos dejar escapar que en esto también había clases y que las acomodadas podían en un momento dado sortear mejor estos infortunios que las clases bajas.
El aumento de población vino dado entre otros motivos por el impulso del comercio, una agricultura floreciente y la exportación de artesanía. Fue tal el crecimiento que los muros de la ciudad no dieron abasto para acoger a la nueva población y se construyeron dos barrios extramuros como fueron el de San Francisco y el de San Antón.