En el Castillo de Santa Bárbara pudimos disfrutar durante más de un año de la exposición “Piratas. Los ladrones del mar” donde se hacía un repaso de la piratería desde que tuvo inicio ya en la antigüedad hasta nuestros días.
Sin duda la actividad pirata tiene importantes consecuencias económicas, sociales y políticas. Una de las consecuencias que tuvieron estos ataques piratas constantes fue el que se fomentaran nuevas rutas por el Atlántico. Como ya hemos visto en publicaciones anteriores de este mismo blog, el comercio en Alicante tuvo su momento de esplendor ya en el siglo XVII, una vez concluida la construcción del puerto. Este auge en el comercio actuó como señuelo para los piratas que vendrían desde países ingleses y flamencos. Estos, acompañados de piratas berberiscos de tierras como Argel o Túnez, formaron auténticos convoyes que hirieron gravemente al comercio de la región.
Argel fue un territorio conquistado por piratas en 1516 y se convirtió en un reino dirigido por y para piratas. Debemos tener en cuenta que desde Argel a Alicante se podía llegar en una misma noche por lo que los ataques eran muy difíciles de prever.
El más famoso de los piratas, Barbarroja derrotará al mismísimo Emperador Carlos V, quien huye y se refugia en Tabarca. Felipe II también intentará vencerles y en cierto modo lo hará tras la Batalla de Lepanto donde hundió casi 300 naves otomanas pero… ¡una parte importante del ejército turco era pirata! Y esta huyó refugiándose en Argel. Durante el siglo XVII ya efectuada la expulsión de los moriscos de España tendrá lugar la época de mayor esplendor de la piratería. Los mejores barcos y las mayores riquezas tendrán sello argelino: el excelente mármol italiano, las excelentes y más caras sedas flamencas… ¡hasta 60.000 esclavos a la venta! Argel, dominada por piratas, se había convertido en uno de los reinos más ricos del Mediterráneo.
Cabe, llegados a este punto, diferenciar entre la figura del pirata y la figura del corsario. Este último hace referencia a aquellas personas que han obtenido una “patente de corso”, es decir, un documento del propio rey permitiéndole atacar navíos de otros países haciéndose con el botín.
Estos botines a menudo no suponían un bien muy preciado, pero si a las mercancías y al propio navío capturado le sumamos el arresto de los tripulantes con los cuales se podía negociar un rescate entonces el negocio resultaba muy lucrativo. Estas capturas hicieron que Alicante se convirtiera en uno de los principales mercados de esclavos del Mediterráneo.
Era tal el temor a estos ataques que, de una punta a otra del Reino de Valencia, durante la segunda mitad del siglo XVI, se levantaron fortificaciones y torres de vigilancia para avistar y dar la voz de alarma. Asociados a estas construcciones defensivas aparece la figura del atajador, un jinete que conectaba una torre con otra a modo de mensajero.
Entre los piratas mas temidos en la época se encontraba el pirata Dragut. Este era dueño de una isla próxima a Túnez y su expediente cuenta con dos asedios a Alicante, uno de ellos en 1550 cuando saqueó la huerta de San Juan. La cercana isla de Tabarca fue refugio de estos piratas hasta que en el siglo XVIII Carlos III llevó a cabo un plan para repoblarla. En este siglo se terminaría la era del terror pirata en el Mediterráneo.
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